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28 septiembre 2021

Las catástrofes naturales causadas por el cambio climático

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El 23 de junio de 1988 el cambio climático saltó por primera vez a los titulares a raíz de la declaración ante el Senado de EEUU del climatólogo de la NASA James Hansen: “Se ha detectado el efecto invernadero, y está cambiando nuestro clima ahora”, alertó. Aquel fue un año de sequías y olas de calor en EEUU, con graves incendios en el Amazonas y Yellowstone. Se creó el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Pero pese a la ya larga historia pública de este fenómeno —y su aún más larga historia científica, que se remonta al menos a un siglo atrás—, dos ideas han tardado en calar. Primera, no es un problema medioambiental, sino global, que amenaza la habitabilidad y la supervivencia de este planeta tal como lo conocemos. Segunda, no es una predicción futura; como advertía Hansen, está ocurriendo ahora. Estas dos ideas se concretan en uno de los efectos más temibles del cambio climático: el aumento de las catástrofes naturales, que afectan a la gente y que están ocurriendo hoy.

Las inundaciones que tuvieron lugar en el centro y norte de Europa durante el verano de 2021 tuvieron como consecuencia la muerte de 242 personas. Crédito: Christophe Licoppe, European Commission

El cambio climático tiene su origen en un aumento del efecto invernadero terrestre causado por la actividad humana, sobre todo el uso de combustibles fósiles que vierte a la atmósfera gran cantidad de CO2, el principal gas responsable. Durante décadas, los modelos climáticos empleados por los científicos han revelado que este calentamiento global, cuyos efectos primarios son el aumento de la temperatura media, la fusión de las masas de hielo y la subida del nivel del mar, provoca un desbaratamiento del orden climático que resulta en un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos. Así lo advertía en 1990 el IPCC, que en su primer informe de evaluación mencionaba cómo la combinación del cambio climático y las altas densidades de población humana, sobre todo en los países en desarrollo, “probablemente aumenten la sensibilidad a y la potencial magnitud de los desastres naturales”.

De los primeros modelos del IPCC a los desastres actuales

Ya por entonces, las inundaciones de las costas bajas debidas a la crecida del nivel del mar figuraban entre los efectos más preocupantes. En 2005 la NASA avisaba de la amenaza para las regiones isleñas pobladas, incluyendo la ciudad de Nueva York. Aun con cierto nivel de incertidumbre a causa de las limitaciones de los modelos y sus resultados no siempre coincidentes, la agencia proponía, recogiendo estudios previos, que una atmósfera más cálida, húmeda y con menores diferencias de temperatura entre el Ecuador y los polos era un escenario propicio para un “riesgo incrementado de sequías y un aumento de la intensidad de las tormentas, incluyendo ciclones tropicales con velocidades del viento más elevadas, un monzón asiático más húmedo y posiblemente tormentas más intensas en latitudes medias”. Además, añadía, “un aumento en la variabilidad de las temperaturas extenderá los extremos térmicos, tanto de calor como de frío”.

Décadas después de aquellas primeras predicciones modelizadas —conviene aclarar que la “predicción” en este contexto no se refiere necesariamente a un evento futuro, sino también a uno pasado o presente que el modelo simula—, actualmente es común oír hablar de un aumento de las catástrofes naturales a causa del cambio climático. Y no cabe duda de que en los últimos años la humanidad ha padecido grandes azotes de la naturaleza: incendios masivos en América o Australia, violentas borrascas tropicales, tantos huracanes atlánticos en una sola temporada (2020) que se acabaron las letras del alfabeto para nombrarlos, graves inundaciones en Europa, temperaturas récord de 50 °C en el Pacífico canadiense, o una tormenta de nieve en España como no se veía en medio siglo, entre otros muchos casos. Pero más allá de que estos fenómenos puedan atraer hoy más atención de los medios y del público, ¿realmente se ha producido un incremento de estos desastres? Y si es así, ¿puede esto atribuirse al calentamiento global?

BBVA-OpenMind-Como afrontar las catastrofes naturales causadas por el cambio climatico 2-Los fenómenos meteorológicos como la sequía severa o las temperaturas extremas tienen consecuencias más dramáticas en países en desarrollo que carecen de infraestructuras y tecnología necesarias para paliar sus efectos. Imagen: pxfuel
Los fenómenos meteorológicos como la sequía severa o las temperaturas extremas tienen consecuencias más dramáticas en países en desarrollo que carecen de infraestructuras y tecnología necesarias para paliar sus efectos. Imagen: pxfuel

En agosto de 2021 la Organización Meteorológica Mundial (WMO, en inglés) publicó su Atlas de mortalidad y pérdidas económicas por desastres naturales causados por la meteorología, el clima y el agua, que cubre los años desde 1970 a 2019. La conclusión de este trabajo, el más extenso de su campo, es que el número de desastres de este tipo se ha multiplicado por cinco a lo largo del último medio siglo. En el periodo estudiado se produjeron más de 11.000 desastres de los tipos contemplados —que suman la mitad del total de catástrofes naturales de cualquier clase—, con algo más de dos millones de muertes y unas pérdidas globales de 3,64 billones de dólares. El exhaustivo trabajo de la WMO corrobora además análisis previos de Naciones Unidas y otras organizaciones que también han descubierto un incremento en las últimas décadas de los desastres naturales debidos a fenómenos meteorológicos extremos.

Un dato preocupante es que más del 91% de las muertes tuvieron lugar en los países en desarrollo, con las sequías, tormentas, inundaciones y temperaturas extremas como los desastres más letales. Y más allá de las muertes, son también las naciones pobres las más afectadas por las grandes migraciones ocasionadas por estos desastres.

Modelos más precisos para hallar la correlación

Según el secretario general de la WMO, Petteri Taalas, “el número de fenómenos extremos meteorológicos, climáticos y debidos al agua está aumentando, y serán más frecuentes y graves en muchas partes del mundo como resultado del cambio climático”. Pero lejos de asumir una culpabilidad general y por defecto del cambio climático en todas estas catástrofes, desde 2004 —cuando se publicó el primero de estos estudios— han proliferado las investigaciones que evalúan la posible atribución de desastres naturales concretos a los efectos del cambio climático (hasta un cierto grado), utilizando modelos mejorados que comparan los resultados en presencia o ausencia de este factor. Según publicaba Scientific American en 2018, esta es una de las áreas en mayor expansión de la ciencia del clima.

Así, la WMO repasa los estudios científicos relativos a diferentes desastres concretos, que cada año recoge el boletín de la Sociedad Meteorológica de EEUU y que emplean las herramientas científicas actuales para evaluar el impacto del cambio climático en los fenómenos extremos. Entre 2015 y 2017, 62 de los 77 eventos registrados muestran una influencia humana significativa. En general el vínculo causa-efecto entre el cambio climático y estos fenómenos es sólido para las olas de calor y temperaturas extremas, así como para algunos grandes ciclones y episodios de lluvias torrenciales; en cambio, no tanto para las sequías, ya que se ven afectadas también por fenómenos naturales variables como El Niño-Oscilación del Sur. No obstante, los modelos sí han detallado casos específicos, como la influencia del calentamiento antropogénico del océano Índico en la sequía de África Oriental en 2016-2017.

BBVA-OpenMind-Como afrontar las catastrofes naturales causadas por el cambio climatico 3- Los modelos matemáticos ayudan a pronosticar los fenómenos extremos y sus consecuencias, pero necesitan mayores desarrollos para afinar su precisión y aumentar su capacidad de anticipación. Imagen: WMO
Los modelos matemáticos ayudan a pronosticar los fenómenos extremos y sus consecuencias, pero necesitan mayores desarrollos para afinar su precisión y aumentar su capacidad de anticipación. Imagen: WMO

Por si esto fuera poco, a los desastres causados por la meteorología o el agua debe añadirse otra categoría, las catástrofes de origen geológico. Cuando en 2012 el geofísico Bill McGuire publicó un libro alertando de que el cambio climático podría causar erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis, algunos comentaristas calificaron su predicción de alarmista. Sin embargo, la tesis de McGuire se apoyaba en estudios científicos, a los que posteriormente se han sumado otros adicionales mostrando cómo la desaparición de los hielos terrestres, los grandes episodios de lluvias o incluso las bajas presiones asociadas a los ciclones pueden provocar pequeñas perturbaciones en zonas de la corteza terrestre que, si ya se encuentran previamente en situación crítica, pueden ser el detonante final de terremotos o erupciones volcánicas. Como dice McGuire citando a otro colega suyo, “si una falla está preparada y lista para romperse, todo lo que se necesita es la presión de un apretón de manos para desencadenarlo”.

Mejora de modelos y mayor cooperación

Ante todo esto, ¿cómo combatir este problema creciente? Por supuesto, la lucha contra el cambio climático atacando la raíz de su causa —sobre todo, pero no solo, el uso de combustibles fósiles— es un deber ineludible. Pero los efectos concretos en forma de desastres naturales tienen sus propios enfoques. Y si bien no suele ser posible evitar o contener los embates de la naturaleza, al menos podemos estar mejor preparados. Según el atlas de la WMO, incluso con una frecuencia de desastres naturales cinco veces mayor que hace medio siglo, las muertes se han reducido casi a la tercera parte, de más de 50.000 en la década de los 70 a menos de 20.000 en la de 2010; y ello, según este organismo, gracias a la mejora en las alertas tempranas y en la gestión de catástrofes.

Pero en la otra cara de la moneda, no puede decirse lo mismo de las pérdidas económicas, que se han multiplicado por siete desde 1970 a 2019. La mayor carga de estas pérdidas recae en los grandes ciclones; de hecho, tres huracanes registrados en el mismo año —2017— acumularon más de la tercera parte de los daños económicos causados por los 10 mayores desastres naturales climáticos del último medio siglo.

Así pues, hay una gran necesidad de mejora. Pero ni siquiera los actuales modelos de atribución de fenómenos extremos al cambio climático sirven para predecir desastres futuros; algunas de estas catástrofes sorprenden incluso a los científicos. Los modelos climáticos globales no tienen la suficiente resolución para predecir fenómenos regionales o locales, como sí hacen los modelos meteorológicos, que operan a escala fina y a corto plazo. Según ClimateWire, circula entre los científicos la idea de construir supermodelos climáticos capaces de pronosticar eventos extremos de forma local y con años de anticipación, lo que requeriría el uso de supercomputadores; pero por el momento, es más un sueño que un proyecto. 

BBVA-OpenMind-Como afrontar las catastrofes naturales causadas por el cambio climatico 4-El desarrollo de modelos meteorológicos más precisos y con mayor capacidad para predecir fenómenos a nivel local ayudarán a paliar los efectos de sucesos como el huracán Katrina de 2005. Imagen: pxfuel
El desarrollo de modelos meteorológicos más precisos y con mayor capacidad para predecir fenómenos a nivel local ayudarán a paliar los efectos de sucesos como el huracán Katrina de 2005. Imagen: pxfuel

Por ello, el margen actual de mejora está sobre todo en lo relativo a la preparación y gestión de estos desastres. Según la WMO, solo la mitad de los 193 países miembros disponen de sistemas de alerta temprana contra múltiples desastres naturales. Las redes de vigilancia meteorológica e hidrológica son especialmente deficientes en África, algunas zonas de Latinoamérica y en estados insulares del Pacífico y el Caribe. En 2015 las Naciones Unidas lanzaron el Marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres (2015-2030), con los objetivos de avanzar en la comprensión del riesgo de desastres, su gestión, la inversión en preparación y prevención, y la respuesta a sus efectos. 

Sin embargo, la propia directora de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), Mami Mizutori, constata un “fracaso en reducir las pérdidas por desastres” de acuerdo al marco de Sendai, urgiendo a los países a una mayor cooperación internacional y a engrosar sus inversiones en la adaptación a un cambio climático que, ya sin discusión, pone en duda que podamos seguir hablando de desastres del todo “naturales”.

Javier Yanes

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