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25 febrero 2021

¿Tendremos un planeta más sano o más enfermo tras la pandemia?

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A medida que se extienden las vacunaciones contra la COVID-19, y sin perder de vista que a la pandemia aún le queda un largo recorrido, conviene recordar que existe un problema preexistente cuya urgencia no ha disminuido: la degradación medioambiental, y en particular el cambio climático. Parece claro que también la epidemia global del coronavirus influirá de un modo u otro en el estado de salud del planeta. Como titulaba un editorial de la revista The Lancet el pasado diciembre, la COVID-19 y el clima son “crisis convergentes”. Pero una vez que la humanidad haya conseguido doblegar la primera, ¿cuál será el resultado sobre la segunda? ¿Dejará la pandemia un medio ambiente más sano o más enfermo?

En abril de 2020, durante el parón general que sufrió la actividad humana en la primera ola de la pandemia, OpenMind se hacía eco de los impactos ambientales inmediatos observados, incluyendo una reducción en el ritmo de emisiones de CO2, tanto en China como en Europa. La web Carbon Brief pronosticaba el mayor descenso anual del vertido de este gas a la atmósfera, un recorte de 2.000 megatoneladas —el 5,5% del total de 2019— y ciertos analistas subrayaban que esta mejora en la calidad del aire podía aliviar la carga de mortalidad debida a la contaminación. Estimaciones más recientes han cifrado el recorte de las emisiones globales en 2020 en un 7% respecto al año anterior.

Modificación en indicadores ambientales

Existen indicios de que ciertos cambios han perdurado más allá del pico inicial. En el encuentro de otoño de la Unión Geofísica de EEUU, celebrado el pasado diciembre, investigadores de varias instituciones presentaron observaciones de satélite que sugerían modificaciones en ciertos indicadores ambientales. La deforestación ha aumentado en la Amazonia brasileña, Indonesia y el Congo, mientras que ha disminuido en Colombia y Perú. La contaminación del aire ha descendido; por ejemplo, en India se ha observado una reducción de una tercera a una cuarta parte de las partículas aéreas llamadas PM10. La mayor limpieza del aire ha redundado en ciertas regiones en una nieve más limpia que en los últimos 20 años, lo que reduce el calor absorbido por la Tierra. Por otra parte, en lugares como Nueva York la turbidez del agua ha descendido hasta más de un 40%.

Una muestra del material reciclado para la construcción de carreteras, que combina mascarillas trituradas con escombros de construcción procesados. Crédito: Universidad RMIT

“El medio ambiente está cambiando rápidamente”, resumían los investigadores. Y aunque no pueden asegurar que los cambios observados sean una consecuencia directa de la pandemia, apuntan que la disminución de la movilidad que se ha prolongado durante meses puede explicar algunos de los efectos detectados; si bien, advierten, todo ello desaparecerá rápidamente si se revierte alguna de las tendencias obligadas por la pandemia, como la mayor extensión del teletrabajo. En general, los expertos coinciden en que cualquier posible beneficio medioambiental resultante de la catástrofe de la COVID-19 será solo transitorio si no se encuentra el modo de mantener las transformaciones positivas.

Pero como señala la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA), no todos los impactos son beneficiosos. Frente a las posibles ganancias obtenidas en términos de reducción de las emisiones y la contaminación, en cambio un aspecto que ha preocupado desde el comienzo de la pandemia es el aumento de la generación de residuos, sobre todo plásticos: el frenazo a la economía global ocasionado por la pandemia hizo desplomarse los precios del petróleo, incentivando a su vez la producción de nuevos plásticos frente al reciclaje. A ello se ha unido un aumento global en el consumo de envases y otros plásticos de un solo uso, junto al meteórico despegue de la demanda de elementos de protección desechables, como las mascarillas. Ya están surgiendo iniciativas de cara al reciclaje de estos residuos: investigadores de la Universidad RMIT de Australia han diseñado un método destinado a reciclar las mascarillas quirúrgicas en material para construir carreteras y hormigón de construcción. Con tres millones de mascarillas puede construirse un kilómetro de vía de dos carriles, evitando la generación de 93 toneladas de residuos.

Riesgo de emergencia de virus zoonóticos

Pero con una perspectiva más amplia, la relación entre pandemias y medio ambiente es de doble sentido: “la resiliencia de la sociedad depende de un sistema de soporte medioambiental resiliente”, señala la EEA, haciendo hincapié en cómo un medio ambiente más sano contribuye también a la salud de la humanidad, según dicta el actual enfoque denominado One Health. Diversos estudios han alertado de que la pérdida de biodiversidad y la destrucción de los ecosistemas ponen en contacto a especies antes separadas entre sí y a estas con el ser humano, lo que incrementa el riesgo de emergencia de virus zoonóticos. 

Mapa del estudio del aumento de los murciélagos en Asia.
Mapa del estudio del aumento de los murciélagos en Asia. Fuente: ars.els-cdn.com

De hecho, un estudio reciente sugiere que este no es peligro futuro, sino muy actual. Según los autores, el cambio climático ha aumentado la diversidad de murciélagos en la región asiática donde presumiblemente han surgido los antecesores del SARS-CoV-2 y su pariente el SARS-CoV-1. “El cambio climático puede haber sido un factor importante en los brotes de los dos virus”, proponen los autores, si bien un vínculo directo aún es materia de discusión. Finalmente, la caza furtiva, el tráfico de especies y su venta en mercados pueden también favorecer estas zoonosis. La pandemia de COVID-19 ha impulsado un mayor interés por aumentar el control de estas posibles fuentes de enfermedades infecciosas emergentes.

El presupuesto de carbono disminuye

En definitiva, los expertos apuntan que aún es pronto para saber si un fenómeno de una magnitud inédita en un siglo, como la actual pandemia, dejará a largo plazo algún perjuicio o beneficio medioambiental neto, ni en qué medida. Pero sin necesidad de esperar hasta entonces, ya han advertido de que incluso una reducción en las emisiones supone que la cantidad de CO2 en la atmósfera sigue creciendo, y que por tanto nuestro presupuesto restante de carbono, la cantidad que aún podemos emitir para limitar el aumento de temperatura a un objetivo concreto, continúa disminuyendo. 

La cantidad de CO2 en la atmósfera sigue creciendo.
La cantidad de CO2 en la atmósfera sigue creciendo. Fuente: Piqsels

En concreto, un nuevo estudio calcula que al ritmo actual de emisiones agotaremos este presupuesto para el objetivo más exigente del acuerdo de París de 2015 —1,5 °C de aumento máximo de temperatura global— en poco más de una década. Los expertos urgen a una recuperación verde de la pandemia, pero según el Programa Ambiental de Naciones Unidas (UNEP), los estímulos a la recuperación económica están desperdiciando la oportunidad, por ejemplo olvidando la inversión en energías limpias. Como subraya el editorial de The Lancet, las decisiones tomadas ahora deben afrontar tanto la crisis sanitaria, social y económica como la ambiental. “Alinear las respuestas ofrece una oportunidad para mejorar la salud pública, crear un futuro económico sostenible y proteger mejor los recursos naturales y la biodiversidad que el planeta aún conserva”. 

Javier Yanes

@yanes68

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