La organización ecologista Fondo Mundial para la Naturaleza, (WWF por sus siglas en inglés) impulsa la acción “apaga la luz por el planeta” desde 2007, un gesto extendido a más de 187 países, que se ha convertido ya en un movimiento consolidado en defensa del planeta y contra el cambio climático. Peter Kalmus, científico especializado en el clima del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, defiende que en este momento la expresión cambio climático debería ser sustituida por la de colapso climático, pues, tal y como explica en un ensayo publicado en el último libro de OpenMind “en 2018, el calentamiento de cerca de 1,2 °C por encima de la cifra de referencia ya ha tenido efectos inaceptables que empeorarán vertiginosamente si el calentamiento prosigue”.
En cuanto al margen de actuación para frenar este colapso, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) estima que solo tenemos 11 años para evitar que la situación sea irreversible, por lo que la expresión emergencia climática parece más que oportuna, además de fundamental para concienciar sobre la importancia de tomar medidas para evitar la destrucción de los ecosistemas. Todos los seres vivos que habitan el planeta ya han empezado a sufrir las consecuencias. En 2020 concluye la Década de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, una iniciativa para combatir la pérdida de especies y riqueza biológica que ha puesto cifras a una situación alarmante: desde 1970 las poblaciones de las especies de vertebrados han sufrido una reducción media del 60%, según el informe Living Planet Report WWF.

En 2020 la hora del planeta se celebra en unas circunstancias excepcionales: la lucha contra la enfermedad COVID-19, que ha puesto de manifiesto cómo una transformación en nuestras rutinas tiene un impacto directo en el ecosistema del planeta. Según datos de la Agencia Espacial Europea, las partículas en superficie se han reducido entre un 20 y un 30% en zonas de China y en el norte de Italia, el satélite Copernicus Sentinel-5P, ha constatado la disminución de la contaminación tras aplicar ambos países las medidas de cuarentena que han transformado las rutinas y la actividad de ambos países.
Este año los mensajes para salvar el planeta se enviarán desde los balcones, tal y como ha solicitado WWF en su campaña “apaga la luz, todo irá bien”.
Además de las campañas de concienciación y los gestos colectivos de compromiso con el planeta, ciencia y tecnología aportan soluciones innovadoras para que podamos virar de forma definitiva hacia un sistema de producción, consumo y desarrollo más sostenible.
Cuatro Transformaciones fundamentales para conseguir un desarrollo sostenible
1. Reducción de emisiones.
La sociedad de la Tierra del año 2050 será principalmente urbana, ya que un 68% del total de la población vivirá en grandes ciudades, lo que para Naciones Unidas, “supone un nuevo desafío para el urbanismo”. Un nuevo modelo de sostenibilidad que permita el ahorro de energía, la reducción del consumo y la protección del medioambiente es imperativo para la vida urbana del futuro. Soluciones como edificios de cero emisiones que incluso exportan energía o ciudades anfibias con capacidad de autoabastecerse y producir cultivos oceánicos ya son alternativas reales o proyectables.
Además de nuestras ciudades, la forma de desplazarnos también es fundamental en esta carrera por la reducción de emisiones. En 2018, la aviación comercial fue responsable del 2,4% de las emisiones de CO2, sin olvidar las estelas de condensación que retienen la luz infrarroja que contribuye al calentamiento global. Cambiar los hábitos individuales y optar por las alternativas menos contaminantes en vehículos de emisiones cero, e incluso sin conductor, son también una buena hoja de ruta.
2. Telecomunicaciones responsables
Se estima que 3.500 millones de personas utilizan un smartphone, casi la mitad de la población mundial, una cifra crece todos los días. Según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de la ONU, en 2017 las suscripciones a líneas móviles alcanzaron al 98,7% de la población en los países en desarrollo.

Al margen del efecto socioeconómico que pueda producir la democratización del uso de estos dispositivos, ¿sabemos qué implicaciones tiene fabricar cada terminal para el cambio climático? En su fase de fabricación se produce el 80% de la huella de carbono de cada dispositivo, pero además, la minería de los componentes es un problema de calado, ya que genera desechos de relave que intoxican ríos y suelos. Un consumo responsable, el reciclaje de los aparatos y el fin de la obsolescencia programada son fundamentales para mitigar los efectos medioambientales de estar bien comunicados.
3. El camino para un consumo responsable
Según datos del Banco cada persona produce unos 270 kilogramos de basura al año. La clave para un consumo sostenible es que las personas toman un papel activo en la reducción de los desechos que producen. La elección de los productos que será crucial para reducir el impacto de cada hogar en la situación de emergencia climática en la que nos encontramos
Asimismo, la innovación en la forma de procesar los desechos es también una herramienta para luchar contra el cambio climático, desde reconvertir plásticos en carreteras, reciclar la orina y la heces humanas y buscar alternativas para un mundo sin plásticos.
4. Alimentación más respetuosa con el medioambiente
Nuestra relación más directa con los recursos del planeta empieza por la alimentación. La reducción de la carne animal o añadir insectos a nuestro menú, así como la mejora de los cultivos mediante nanobiónica vegetal, la restauración del suelo o el reciclaje de los residuos humanos pueden modificar el menú de la emergencia climática
Paz Palacios
para OpenMind
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