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22 mayo 2019

¿Hacia una Europa del sentido común? (Parte 2)

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Concepciones populistas de Europa

Contrariamente a la percepción colaborativa más tradicional del proyecto europeo, como hemos visto en la parte anterior de esta serie, los partidos populistas, en pleno auge durante la última década, defienden la idea de la soberanía nacional como solución definitiva a las crisis actuales y en ciernes. Los estados-nación son más fuertes por su cuenta, o al menos con partidos de ideas afines, partidos a los que Salvini ha calificado recientemente como “aliados naturales”.

La seguridad y la inmigración son dos temas que preocupan en Europa, esto es, dos problemas supuestamente originados ​​por la política de fronteras abiertas de la UE (Schengen) y su ampliación en 2004. A pesar de que la seguridad ha sido un asunto troncal para la UE desde su creación, vale la pena señalar que el enemigo contra el que Europa debe protegerse se encuentra ahora fuera del continente, o al menos se enmarca como un problema no europeo (por ejemplo, el terrorismo islámico). A pesar de que se trata de asuntos que invitan a pensar en políticas y colaboraciones transnacionales, el espejo de los movimientos populistas propone precisamente lo contrario. Y eso a pesar de que, a raíz del culebrón interminable del Brexit, partidos como el Rassemblement National han alterado su discurso aislacionista, con lo que el Frexit ya no es un tema que esté oficialmente encima de la mesa.

La idea general detrás de la visión populista parece ser la metáfora económica de la “imagen del bien limitado”, acuñada por George Foster en 1965. Esta falacia considera que el “bien” existe en una cantidad limitada y por lo tanto, cuando más lo acapare alguien, menos nos queda al resto. En este contexto, los inmigrantes son vistos como invasores, que no sólo se quedan con nuestros empleos, viviendas sociales y “nuestras” mujeres, sino que además están transformando culturalmente el Viejo Continente. Estos postulados aluden a ideas de una “asedio hostil” a la cultura europea, o una dilución de la misma, como podemos leer en ‘Le Grand Remplacement’ de Renaud Camus, o en ‘Le Suicide François’ de Eric Zemmour. Esta manera de pensar establece una división entre “ganadores” y “perdedores”, donde los populistas se perciben a sí mismos como perdedores en un entorno de competencia desleal.

Es fundamental pensar más allá de la falacia del bien limitado / Imagen: pixabay

En este sentido, la solución de estos movimientos para los problemas pasa por un retorno a la situación pre-crisis, fruto de una nostalgia por los “buenos tiempos”, caracterizados por la soberanía nacional, la prosperidad económica y una fuerte identidad nacional. Sin embargo, huelga decir que la nostalgia no puede ser una opción real: el mundo de hoy no es comparable al de la década de 1950, y la crisis del Brexit ha puesto de relieve hasta qué punto los estados-nación son solo arañas en una red global. Al mismo tiempo, como vimos en la 1ª parte, la idea de “una Europa del sentido común” presenta un problema adicional, es decir, un problema binario que contrapone el sentido común al juicio experto; esto es, la idea de que la verdad es menos importante que los instintos ideológicos y tribales. Ya debería estar claro que esta noción del sentido común es esencialmente excluyente y jerárquica, puesto que defiende que “nuestro” sentido común es mejor que “el de ellos”.

La constante factual: diversidad y desafíos globales

Los relatos culturales no surgen de la nada. Orientan comportamientos, aunque también están conformados por la tensión de diferentes fuerzas y patrones. En contraste con el relato cultural del sentido común que defienden los populistas nacionales, existe una constante dual que debe ser adoptada por cualquier contra-relato dirigido a cuestionar los postulados tribales y estratégicos nacional-populistas. Tanto la evidencia recabada por expertos sobre la desigualdad global, como Branko Milanovic y Thomas Piketty, o historiadores como Yuval Noah Harari, autor del influyente libro Sapiens, parecen demostrar que la desigualdad y la diversidad, respectivamente, son factores constantes en la configuración de nuestros tejidos sociales.

En lugar de invocar un apego tribal a “un país sin diversidad, que nunca existió, salvo en las imágenes reaccionarias del pasado” (Finchelstein 2017: 245), deberíamos pensar en cómo desarrollar los instrumentos de precisión que necesitamos para atajar los desafíos reales a los que nos enfrentamos, como el aumento de la desigualdad (cf. Piketty) y las crisis humanitarias. Para ello, es fundamental pensar más allá de la falacia del bien limitado, que considera al otro como una amenaza, y explorar las configuraciones políticas, culturales y sociales en las que la diversidad puede hacernos más fuertes. Si hay una lección que nos enseña el Sapiens de Harari, es que la migración humana y el intercambio cultural han sido una constante en nuestra larga historia, elementos fundamentales para crear la riqueza cultural que existe en Europa hoy en día: desde la arquitectura morisca del sur de España , a la música popular saami del norte de Finlandia.

En resumen, la visión populista del “sentido común” se construye sobre dos paradojas que conviene desarbolar. Primero, la premisa de que los problemas globales se pueden superar con soluciones nacionales: esto es, el cierre de fronteras para detener la inmigración o la vuelta a una moneda nacional para poner freno a las crisis financieras. En su influyente libro, Desigualdad Global, Milanovic explica que solo las políticas globales pueden resolver este tipo de problemas globales. Segundo, como ya hemos visto, los populistas defienden un retorno al pasado como solución de futuro, lo cual es física y conceptualmente imposible. Ahora depende de nosotros, los europeos y los expertos, idear un contra-relato que enmarque los desafíos en su perspectiva global, centrándonos, no en lo que se puede perder, sino en el futuro justo y tolerante que puede depararnos Europa a todos.   

Pablo Valdivia y  Judith Jansma 

Cultura y Literatura Europeas, Universidad de Groningen

Trabajos citados

  • Finchelstein, F. (2017). From Fascism to Populism in History. Oakland: University of California Press.
  • Foster, G.M. (1965). Peasant Society and the Image of Limited Good. American Antropologist 67(2), 293-315.
  • Harari, Y. N. (2014) Sapiens : a brief history of humankind. London : Harvill Secker.
  • Milanovic, B. (2016) Global Inequality A New Approach for the Age of Globalization. Cambridge, Massachusetts : The Belknap Press of Harvard University Press.
  • Piketty, T. (2014). Capital in the 21st century. Cambridge Massachusetts: Harvard University Press.

 

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