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18 septiembre 2023

¿Quién, cómo y cuándo se descubrió el cambio climático?

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Los fenómenos meteorológicos extremos son ahora más frecuentes y graves que nunca. Las inundaciones, los incendios, las olas de calor o las olas de frío atraen mucha atención de los medios, y los científicos del clima están empezando a hacer declaraciones cada vez más directas y públicas sobre los riesgos para la sociedad. Pero la ciencia detrás de lo que estamos viendo ahora se conoce desde hace 200 años. ¿Quieres saber quién y cómo se descubrió el cambio climático?

1807 – Joseph Fourier 

Jean-Baptiste Joseph Fourier (21 de marzo de 1768 – 16 de mayo de 1830), estudió en la École normale supérieure junto a grandes matemáticos como Lagrange y Laplace y fue profesor de la Universidad Politécnica de París. Fourier consideraba que “la naturaleza es la fuente más importante de descubrimientos matemáticos” y en 1807 publicó su primera memoria, Sobre la propagación del calor en sólidos, en la que formulaba la ecuación del calor.

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Retrato de Jean-Baptiste Joseph Fourier. Autor: Jules Boilly

Estaba tan fascinado por estas ecuaciones que rigen la transferencia de calor que decidió calcular cuánta energía del sol llega a nuestro planeta. El resultado no fue el que esperaba. Sus cálculos demostraron que la Tierra debería estar mucho más fría de lo que estaba. Algo en la atmósfera impedía que el calor escapara. ¿Pero qué podría ser? Nunca llegó a saber la respuesta.

1856 – Eunice Newton Foote

Pasaron tres décadas hasta que otra científica, Eunice Newton Foote, (17 de julio de 1819 – 30 de septiembre de 1888), una pionera de los derechos de la mujer se sintió intrigada por la posibilidad de que la atmósfera pudiera estar atrapando calor. 

La joven Newton estudió fundamentos científicos antes de dedicarse a la física experimental, además de ser activista por la igualdad entre mujeres y hombres. Imagen: Wikimedia
La joven Newton estudió fundamentos científicos antes de dedicarse a la física experimental, además de ser activista por la igualdad entre mujeres y hombres. Imagen: Wikimedia
 

En su breve estudio, titulado Circumstances Affecting the Heat of the Sun’s Rays, describía un experimento en el que exponía al sol cilindros de vidrio equipados con termómetros y acoplados a una bomba para extraer el aire de uno de ellos y comprimirlo en el otro. Así, Eunice comparaba el calentamiento y el enfriamiento en uno y otro cilindro. Observó, primero, que el recipiente con el aire comprimido se calentaba más que el otro en el que se había hecho el vacío. Segundo, que el calentamiento era mayor con aire húmedo que si estaba seco. Tercero, y este fue su gran hallazgo casi fortuito —ya que probó también con hidrógeno y oxígeno—, que el mayor grado de calentamiento se producía al llenar uno de los cilindros con gas de ácido carbónico (CO2). “El recipiente que contiene el gas se calentó sensiblemente mucho más que el otro —y al quitarlo, tardó mucho más en enfriarse”, escribía.

1861 – John Tyndall

Tres años más tarde, la atención de la ciencia climática recayó en el científico irlandés John Tyndall(2 de agosto de 1820 – 4 de diciembre de 1893)  uno de esos raros científicos cuyo nombre surge inesperadamente al hilo de materias tan dispares que uno llega a preguntarse si se trata de la misma persona, determinó que el gas de carbón, una mezcla de metano y otros gases, absorbe fuertemente la radiación infrarroja. 

Retrato de John Tyndall, por John McLure Hamilton. Crédito: National Portrait Gallery

Tydall compartía las preocupaciones científicas de su época, pensaba que los cambios en la atmósfera habían causado las edades de hielo. Para investigar, diseñó equipos de precisión y probó diferentes gases. Al igual que Foote, Tyndall descubrió que el CO2 retenía la mayor cantidad de calor, exactamente 1.000 veces más calor que el aire seco. Le preocupaban las consecuencias de pequeños aumentos en las cantidades de CO2. Pero a los demás no les molestó.  El metano fue detectado posteriormente en la atmósfera en 1948 y, en los años ochenta, los científicos se dieron cuenta de que las emisiones humanas tenían un impacto sustancial.

1895 – Svante Arrhenius

El matemático sueco Svante Arrhenius (19 febrero 1859 – 2 octubre 1927) , primer Sueco en conseguir un Nobel en1903), terminó estudiando los hallazgos de Fournier y Tyndall.  En 1895 Arrhenius quiso cuantificar esa influencia en el efecto invernadero, lo que implicaba realizar a mano interminables, complejos y tediosos cálculos —que, al parecer, le sirvieron a modo de terapia para superar la separación de su primera esposa. Los resultados obtenidos finalmente vieron la luz en un artículo publicado en 1896. En él, concluía que una reducción de los niveles de CO2 atmosféricos a la mitad de los existentes entonces supondría un descenso en la temperatura del planeta de entre 4 y 5ºC, lo que podría conducir a un enfriamiento masivo como el que se produce durante las glaciaciones.

En los años 60 del siglo XX, nació el ecologismo moderno de la mano de Rachel Carson y durante los 70, la opinión de los científicos estaba cada vez más a favor de los puntos de vista del calentamiento. Para los años 90, como resultado de las mejoras de la fidelidad de los modelos informáticos y del trabajo observacional que confirma la teoría de Milankovitch de las épocas glaciares, se llegó al consenso de que el efecto invernadero estuvo involucrado en la mayoría de los cambios climáticos, y de que las emisiones humanas traían serios problemas de calentamiento global. Desde entonces, la mayoría de los trabajos científicos han sido orientados a la producción de informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

El cambio climático es sin duda uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. No en vano, el foro económico mundial clasifica la inacción climática como un peligro más destructivo que el uso de armas de destrucción masiva para la humanidad. Pero no podemos comprenderlo ni tratarlo como una crisis aislada. El cambio climático es un vector que acelera y es acelerado por numerosos problemas ecológicos: pérdida de biodiversidad y ecosistemas, contaminación, crisis de recursos… Todos ellos profundamente interconectados. Querer solucionar uno implica solucionarlos todos. Hablar de cambio climático es no reconocer los cinco millones de muertes que, ya en 2010, la crisis ecológica causó en conjunto

Por todo esto,  tenemos motivos para preocuparnos. Porque aunque no importa cuándo descubrimos el cambio climático, sabemos que ha estado claro desde hace mucho tiempo, aunque muchos lo nieguen

Paz Palacios

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