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19 febrero 2019

Svante Arrhenius, el hombre que anticipó el cambio climático

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Llegó a ser un reputado científico en vida. Pero el inclasificable Arrhenius, que siempre investigó en la frontera entre la física y la química, también fue un adelantado a su tiempo: algunos de sus trabajos anticiparon la influencia de la actividad humana en el cambio climático o la hipótesis del origen extraterrestre de la vida en nuestro planeta. Gran parte de esas teorías, descubrimientos y predicciones —por los que llegó a ser también reconocido, mucho después de su muerte— resultaron muy polémicas en su época.

El propio Svante Arrhenius (19 febrero 1859 – 2 octubre 1927) dejó constancia de esas controversias al recibir el Nobel de Química de 1903 por unos trabajos que ayudaron a entender la electricidad desde un punto de vista químico, y que inicialmente habían sido desdeñados por sus profesores. El primer sueco en lograr el prestigioso galardón de la Academia Sueca rememoró en su discurso que “estas nuevas teorías han sufrido la desgracia de que realmente nadie sabía dónde ubicarlas. Los químicos no las reconocían dentro de la química, ni los físicos dentro de la física. De hecho, han tendido un puente entre ambas disciplinas”. Al enunciar su teoría electroquímica, Arrhenius había inaugurado un nuevo campo de investigación: la físico-química, en la que los fenómenos de una y otra naturaleza se solapaban.

Arrhenius inauguró un nuevo campo de investigación, la físico-química. Crédito: Meisenbach Riffarth & Co. Leipzig

Y lo largo de toda su carrera, Arrhenius siguió con ese enfoque interdisciplinar, interesándose también por diferentes cuestiones y fenómenos de campos tan diversos como la meteorología, la climatología o la cosmología. Entre ellos, uno de los problemas en boga por aquel entonces en los ambientes científicos: la causa de las diferentes glaciaciones por las que había pasado el planeta a lo largo de su historia. Arrhenius quiso averiguar si el factor determinante para dichos eventos climáticos podía ser la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre. Sobre esto había puesto ya el foco John Tyndall, al identificar el metano, el vapor de agua y el CO2 como los gases atmosféricos causantes del efecto invernadero.

En 1895 Arrhenius quiso cuantificar esa influencia en el efecto invernadero, lo que implicaba realizar a mano interminables, complejos y tediosos cálculos —que, al parecer, le sirvieron a modo de terapia para superar la separación de su primera esposa. Los resultados obtenidos finalmente vieron la luz en un artículo publicado en 1896. En él, concluía que una reducción de los niveles de CO2 atmosféricos a la mitad de los existentes entonces supondría un descenso en la temperatura del planeta de entre 4 y 5ºC, lo que podría conducir a un enfriamiento masivo como el que se produce durante las glaciaciones.

El riesgo de las emisiones un siglo antes

Pero Arrhenius también advirtió que si esos mismos niveles aumentasen en un 50%, el planeta experimentaría un calentamiento de entre 5 y 6ºC. Lo que, tal como apuntó Arrhenius, significaba, entre otras cosas, que Escandinavia gozaría de un clima más benigno y agradecido. Además en el artículo también identificaba la actividad industrial humana como principal fuente de entrada de nuevo CO2 a la atmósfera. Aunque estimó que, al ritmo de emisión del momento, esa concentración tardaría en alcanzarse unos 3.000 años. Una previsión que —hoy sabemos— resultó muy moderada y optimista.

Arrhenius avisó del cambio climático casi un siglo antes de que el mundo decidiera combatirlo. Crédito: Lorie Shaull

Arrhenius avisó de los riesgos de las crecientes emisiones de CO2 por parte del hombre y el consecuente cambio climático, casi un siglo antes de que el mundo decidiera combatir el calentamiento global. A pesar de todas sus implicaciones, aquel estudio pasó de puntillas. Hasta los años 1970, cuando el efecto invernadero comenzó a surgir como una preocupación real e inminente, y el trabajo del sueco fue valorado en su verdadera dimensión.

También fue pionero de la hoy popular teoría de la panspermia, es decir, el posible origen extraterrestre de la vida en la Tierra. En 1905 aplicó el recién descubierto fenómeno de la presión de la radiación para plantear que semillas, esporas y otras formas de vida podrían haber viajado por el espacio hasta alcanzar el planeta, impulsadas por esta presión de radiación. Su hipótesis sólo alcanzó notoriedad muchas décadas después y acabó por confirmar a Arrhenius como mucho más que un gran químico: fue un visionario de la ciencia.

Miguel Barral

@migbarral

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