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27 mayo 2024

El deshielo polar y su efecto sobre el ritmo del tiempo

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Durante toda su historia, la humanidad ha medido el paso del tiempo en función de la rotación terrestre. Sin embargo, en 1967 esa misma humanidad —o más bien el reducido grupo de personas que se encargan de medir y controlar el paso del tiempo, los metrólogos— adoptó la “revolucionaria” decisión de cambiar de modelo de reloj, y sustituir el terrestre de toda la vida por un moderno reloj atómico. Y la definición clásica de segundo por una basada en la transición entre dos niveles de energía de un electrón de un átomo. El motivo detrás de esta decisión está en el hecho de que los relojes atómicos son mucho más estables que el terrestre, puesto que la velocidad de la rotación del planeta depende de diversos factores susceptibles de variar con el paso del tiempo.

Problema 1

Atendiendo a consideraciones logísticas, históricas, románticas e incluso biológicas—hemos evolucionado para funcionar al ritmo que nos imprime la luz del sol— se adoptó la decisión de ajustar ambos tiempos cada vez que la desviación entre el tiempo universal coordinado (UTC), determinado por una constelación de relojes atómicos distribuidos por todo el planeta, y el tiempo universal (UT1) marcado por la rotación de la Tierra, alcanzase 1 segundo. 

Ello ha obligado a que, desde 1972, se hayan tenido que sincronizar ambos tiempos y añadir o insertar, hasta en 27 ocasiones, un segundo extra al tiempo atómico, atendiendo a la especial propensión de la Tierra a atrasar. Pero esto, en un mundo cada vez más interconectado y dependiente de los ordenadores, supone un quebradero de cabeza por la incertidumbre de cómo la adición de este segundo extra afectará a los sistemas informáticos. Hasta tal punto que, en 2022, los metrólogos adoptaron la decisión de ampliar el margen de desfase entre ambos tiempos y solo sincronizarlos cuando la diferencia se acerque a 1 minuto. El cambio entrará en vigor en 2035 o antes.

Problema 2

La velocidad de la rotación terrestre depende de múltiples factores. Los tres más determinantes son la fricción entre la corteza terrestre y la masa de agua que la cubre, que retarda la rotación. La forma de la Tierra, que desde la última glaciación ha ido variando, siendo cada vez más esférica: una redistribución del momento de inercia que aumenta la velocidad de giro. Y, finalmente, el giro del núcleo terrestre. El efecto global es que el periodo de rotación terrestre aumenta al ritmo de 6 millonésimas de segundo por año.  

O al menos así era hasta hace poco: porque desde 1972, y tras unos primeros años frenéticos, la necesidad de añadir segundos al tiempo atómico cada vez se ha ido espaciando más. Lo que denota que la velocidad de rotación terrestre ha comenzado a aumentar debido, principalmente, al comportamiento del núcleo. 

Problema 3: Un reloj que adelanta con respecto a la UTC

Un reloj que adelanta a un ritmo uniforme muestra un retraso de 6 minutos con respecto a la UTC a las 17:00 h del lunes. Ese mismo reloj el siguiente lunes marca las 9 horas, 10 minutos y 40 segundos cuando, en realidad, son las 9:00. ¿Cuándo dio la hora correcta? 

Y eso sí es un verdadero problema, porque implica que más pronto que tarde el periodo de rotación terrestre durará menos de 24 horas, y el reajuste habrá que hacerlo en sentido contrario: en lugar de añadir un segundo extra al tiempo atómico habría que quitárselo. Una modificación inédita y que genera muchas incertidumbres sobre cómo afectará a la infraestructura informática.

Es precisamente en este incierto escenario cuando un reciente estudio ha descubierto que hay un nuevo factor en juego: el deshielo acelerado de los casquetes polares debido a la actividad humana, y el consecuente calentamiento global, está provocando el movimiento de grandes masas de agua desde los polos hasta el ecuador. Un proceso que está ralentizando la velocidad de rotación de la Tierra. El descubrimiento tiene dos vertientes, una negativa y otra positiva. La negativa es que se trata de una nueva variable a tener en cuenta. La positiva, que al ralentizar la velocidad de rotación, contrarresta parcialmente el incremento experimentado por la variación en el núcleo. Y nos da más tiempo para prepararnos para ese ajuste inédito.  

Miguel Barral

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