El investigador del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía Alejandro Román es co-autor del primer repositorio de datos fotogramétricos capturados con vehículos aéreos no tripulados en la Antártida, publicado en abierto por el CSIC como valiosa fuente de información, dada la dificultad de acceder a estas regiones remotas. Reclama protección no solo para este territorio sino para todo el medio ambiente
El investigador del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC) Alejandro Román (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1996) ha encontrado en los drones el conjunto intersección entre la pasión de su padre por la aviación y su propio interés personal por tratar fenómenos medioambientales marinos desde una perspectiva más multidisciplinar. Este graduado en Ciencias del Mar y máster en Oceanografía por la Universidad de Cádiz lleva investigando con vehículos aéreos no tripulados desde su trabajo fin de grado, aunque de forma más intensa y focalizada durante su tesis doctoral en el ICMAN-CSIC. Acaba de publicar, junto con Antonio Tovar y Gabriel Navarro (sus directores de tesis y “mis dos grandes referencias”, según sus palabras), y en abierto, el primer repositorio de datos fotogramétricos, capturados con hasta 28 vuelos durante la segunda campaña antártica del proyecto PiMetAn, entre enero y marzo de 2022, en las islas Decepción y Livingston.
“Este primer ‘set’ de datos públicos contiene información para la caracterización del ecosistema de la Antártida y su funcionamiento”, incide Román, y es un recurso de gran valor para la investigación polar ante la actual emergencia climática, según añade. Los drones, dice, son una herramienta intermediaria de monitorización entre las técnicas de muestreo in situ y la teledetección por satélite para zonas de elevado valor ecológico, extremas condiciones climáticas, difícil acceso y potenciales riesgos para el personal investigador. Una porción importante de la criosfera cumple con esas premisas.
Román recuerda que las técnicas de fotogrametría han permitido generar productos topográficos y ortomosaicos, empleados con éxito en la elaboración de mapas topográficos de las regiones polares, censo de aves y mamíferos marinos, mapeo de vegetación, estudio de glaciares o monitorización de suelos y estructuras geológicas.
“La Antártida, que juega un rol fundamental en el clima de la Tierra, en la regulación de la circulación oceánica y en el ecosistema global, es una de las regiones más rápidamente afectadas por el cambio climático. Es un reto científico entender su funcionamiento, para poder predecir y prevenir riesgos a escala local y global.”
Llegados a este punto, decir que la tecnología juega un papel clave en la rama científica en la que trabaja Román es una obviedad. Pero no se trata solo de la más vistosa de drones y sensores sino también de la que opera entre bambalinas: el ‘machine learning’, los lenguajes de programación o los sistemas de información geográfica que convierten los datos recolectados en bruto en un formato que el usuario –gestores medioambientales, encargados de las tomas de decisiones, científicos, público en general– puede entender y manipular. Y la Inteligencia Artificial, que acelera procesos, optimiza algoritmos y mejora las prestaciones de algunos de los sensores con los que se equipa a los drones.
Según los datos tomados por los drones del ICMAN-CSIC en sucesivas campañas, se perciben claros síntomas de degradación en la Antártida, que juega un rol fundamental en el clima de la Tierra, en la regulación de la circulación oceánica y en el ecosistema global. Y que es una de las regiones del planeta más rápidamente afectadas por el cambio climático. Por ejemplo, comienza a haber más apariciones de floraciones de algas en la nieve o en el hielo de los glaciares, que presentan patrones de tonos rojizos o verdes fácilmente identificables desde el aire, y contribuyen a la reducción del albedo de la superficie de la nieve, lo que acelera el proceso de deshielo, detalla Román.
“La colaboración es fundamental en mi campo de investigación, y para ello es tan importante hacer ‘networking’ como publicar tus trabajos para ir creciendo profesionalmente. Durante estos tres años y medio de tesis doctoral he tenido la suerte de colaborar con grupos excepcionales en instituciones de todo el mundo.”
“Es un reto científico entender su funcionamiento para poder predecir y prevenir riesgos tanto a escala local como global”, declara Román. Las consecuencias a nivel planetario, desconocidas en muchos aspectos, pueden ir desde una contribución a la subida del nivel del mar hasta posibles cambios en los patrones de circulación oceánica. “Podemos tener un problema importante en todo el planeta”, alerta.
Este investigador no ha podido viajar aún a la Antártida. Cuando le surgió la primera oportunidad, había restricciones de personal debido a la reciente salida de la pandemia del coronavirus; la segunda le pilló recién aterrizado en el Centro de Ciencias Ambientales de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) para una estancia de siete meses con una Beca Fulbright, una experiencia “irrepetible” de la que volvió en febrero, y que lo ha ayudado a crecer en lo profesional y en lo personal.
Por la parte técnica, trabajó en un proyecto de investigación para desarrollar un algoritmo de código abierto que permite resolver las grandes limitaciones que presentan los estudios con drones para observar fenómenos locales sobre la superficie del agua. Mientras que por el lado vivencial se queda con “las maravillosas personas” que conoció allí y con los viajes en coche por la red de parques nacionales estadounidenses. “Me ha ayudado a valorar más el trabajo que hago, a creer más en mí mismo, y también que el que trabaja duro, al final siempre va a encontrar, de un modo u otro, su recompensa”, subraya.
“El cambio climático debe ser una prioridad para todos. Algunas de las consecuencias las podemos ver ya. No me tengo que ir muy lejos, he ido creciendo con Doñana en la orilla de enfrente, y veo cómo se está secando y cómo cada vez se ven menos aves cruzando en épocas migratorias.”
Quizás también le haya reforzado el gusto por el trabajo en equipo que ya traía de casa. La cooperación con “grupos excepcionales” en instituciones de todo el mundo ha permitido a Román, por ejemplo, dar el salto a otras herramientas de teledetección como los satélites o la espectroradiometría de campo. A día de hoy, mantiene colaboraciones principalmente con los “vecinos” de la Universidad de Cádiz y, en el panorama internacional, con los compañeros de la Universidad de Nantes (Francia) y de la NASA Goddard Space Flight Center (Estados Unidos).
A Román le gustaría pisar algún día la Antártida. No cree que el mensaje deba ser que es importante protegerla, sino “proteger el medio ambiente y toda la vida que deriva de él”, puntualiza. Para ello hacen falta más personas concienciadas. “Menos palabras y más hechos”, reclama.
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