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23 diciembre 2020

Cómo acabará la pandemia de COVID-19

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Cuando la pasada primavera medio mundo se encerraba en sus hogares para contener el avance del coronavirus SARS-CoV-2 de la COVID-19, muchos ciudadanos creían que el fin de la pandemia era cuestión de semanas. Sobre todo cuando algunas voces de gran influencia difundían esta idea. En verano, con el descenso de los casos, se hablaba de la pandemia en pasado y se elaboraban proyecciones de recuperación económica dando lo peor de la crisis por terminado. Sin embargo, esta nunca fue la visión de los científicos expertos, quienes desde el comienzo ya preveían sucesivas oleadas y advertían de que el virus podría quedarse entre nosotros para siempre. Al final de este aciago 2020, las vacunas ya son una realidad, y el arranque de las inmunizaciones en diversos países nos hace vislumbrar el fin de la pandemia. Pero ¿es así, o aún deberemos recorrer un largo camino para recuperar la normalidad?

Una aproximación al futuro puede ser volver la vista al pasado. La humanidad ha sufrido graves epidemias globales a lo largo de la historia, destacando por su coste en vidas la peste bubónica y la mal llamada gripe española de 1918. Pero si algo podemos aprender de las pandemias históricas es que tarde o temprano han terminado. Sin embargo, no lo han hecho del mismo modo: la peste ha resurgido periódicamente, causando tres grandes pandemias que solo finalizaron, se supone, cuando la población superviviente adquirió inmunidad. En la segunda de ellas, la peste negra del siglo XIV, se instauró por primera vez la cuarentena. En tiempos más recientes se puso coto a la viruela gracias a las vacunaciones, y los brotes de cólera se controlaron con medidas de higiene pública. Pero todavía en el siglo XX, la gripe de 1918 causó entre 40 y 100 millones de muertes.

Un final médico o social

Exceptuando ejemplos puntuales como la viruela y el cólera, en realidad no se sabe con certeza qué factores clave pusieron fin a las pandemias del pasado, como señalaban varios historiadores al diario The New York Times: ¿influyó el clima? ¿Cambiaron los patógenos o sus hospedadores? ¿Sirvieron las medidas adoptadas entonces? En el caso de la gripe de 1918, el virus evolucionó para convertirse en una de las gripes estacionales que regresan todos los años. Con todo, los expertos distinguen entre dos finales diferentes para una pandemia: el médico, cuando el brote desaparece, y el social, cuando el cansancio lleva a la población a perder el miedo y tratar de recuperar la normalidad, incluso si el virus continúa presente.

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En un plazo récord sin parangón histórico ya contamos con vacunas eficaces y seguras. Crédito: Biontech

Lo segundo es, por supuesto, difícilmente predecible. Pero en cuanto al final médico de la pandemia, al menos hoy tenemos una respuesta inimaginable hace unos meses: en un plazo récord sin parangón histórico ya contamos con vacunas eficaces y seguras. Dos de ellas, las de Pfizer-BioNTech y Moderna-NIAID (Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EEUU), ambas basadas en una formulación de ARN, están llegando a distintos países, y seguirán otras. Esto invita a pensar que la vacunación marcará la salida de la pandemia, una previsión refrendada por diferentes expertos.

Con todo, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, resumía recientemente la visión de los expertos al advertir contra la idea de que la salida será rápida: “La pandemia aún tiene mucho recorrido y las decisiones de los líderes y los ciudadanos en los próximos días determinarán el curso del virus a corto plazo y cuándo esta pandemia finalmente terminará”. El director del NIAID, Anthony Fauci, la principal cabeza visible de la lucha contra la pandemia en EEUU y máximo responsable del organismo que ha colaborado en la creación de la vacuna de Moderna, avisaba en octubre de que las mascarillas y la distancia social deberán continuar quizá hasta 2022: “No va a ser como con la polio y el sarampión, donde te vacunas y caso cerrado, ya está hecho. Van a ser medidas de salud pública que perdurarán durante meses y meses”.

La aceptación de la vacuna y la inmunidad colectiva

Una de las incógnitas que influirán de manera decisiva en el panorama de la pandemia a lo largo del próximo año es la aceptación pública de las vacunas. Las encuestas en diferentes países revelan que una parte significativa de la población desconfía de la seguridad de las inoculaciones. Dado que se estima en torno al 70% el porcentaje necesario de población inmunizada para alcanzar la inmunidad colectiva, ya sea por vacunación o por haber superado la enfermedad, una baja penetración de las vacunas podría retrasar el fin de la pandemia. 

Otra variable por determinar, y que también será clave en la posibilidad de alcanzar la inmunidad colectiva, es la validez de las vacunas a largo plazo, sobre todo en dos aspectos: la duración de la protección y la posibilidad de que las personas vacunadas contraigan el virus y puedan transmitirlo. Respecto a lo primero, a lo largo de los meses han aparecido estudios discrepantes sobre la duración de la presencia de anticuerpos en la sangre, y se han dado casos de personas reinfectadas, si bien parecen ser minoritarios. Sin embargo, no debe olvidarse que los linfocitos T y B de memoria, no detectados en los estudios de seropositividad, aportan también un papel esencial en la protección. En la práctica, el único modo de conocer la persistencia de la inmunidad a largo plazo será esperar; no hay atajos para esto.

BBVA-OpenMind-Materia-Cómo acabará la pandemia de COVID-19-Fin del COVID_3-Micrografía electrónica de transmisión de partículas del virus del SARS-CoV-2. Crédito: NIAID
Micrografía electrónica de transmisión de partículas del virus del SARS-CoV-2. Crédito: NIAID

En cuanto a lo segundo, tampoco existe aún la menor certeza. Los ensayos clínicos han evaluado la eficacia de las vacunas para prevenir la enfermedad, pero esto no necesariamente descarta la posibilidad de que el virus pueda proliferar en las vías respiratorias superiores con el consiguiente riesgo de que una persona vacunada e infectada pueda a su vez ser fuente de nuevos contagios. Esto no invalida la utilidad de las vacunas, pero podría afectar en gran medida a la evolución de la pandemia, además de justificar la prolongación de las medidas sociales de prevención del riesgo que aconsejaba Fauci.

Incluso con las incógnitas pendientes, “es razonable esperar un fin de la pandemia en 2021”, concluía un reciente análisis de datos de la consultora McKinsey. Pero numerosos expertos apuestan por la opción de que probablemente el virus seguirá entre nosotros después de la pandemia; solo una enfermedad humana, la viruela, ha sido erradicada tras un esfuerzo global coordinado que se prolongó durante décadas. Por ello, también apuntan los expertos que posiblemente ciertas cosas nunca vuelvan a ser como antes. Dicen los historiadores que las pandemias del pasado cambiaron el mundo para siempre. Tal vez en las próximas décadas recordemos con extrañeza los tiempos en que no utilizábamos mascarilla en los recintos sanitarios o los transportes públicos, o cuando las personas se daban la mano para saludarse. Y podríamos darnos por afortunados si esto fuese todo lo que tuviéramos que echar de menos. 

Javier Yanes

@yanes68

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