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13 mayo 2020

Inmunidad al coronavirus, una de las grandes incógnitas de la COVID-19

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En este penoso viaje a través de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19, hay un destino al que deseamos llegar: la inmunidad. Ante el iceberg que el mundo no vio venir, la inmunidad es ahora ese bote salvavidas en el que todos esperamos ser rescatados. Sin embargo, las esperanzas son inciertas. Lograrla a través de una vacuna no parece algo aún visible en el horizonte. Y mientras tanto, la ciencia revela que ni siquiera la inmunidad adquirida por la propia infección está garantizada. Hay grandes incógnitas pendientes: cuán potente es la memoria inmunológica al virus, cuál será su duración o si alcanzaremos la llamada inmunidad grupal.

El superpoder del sistema inmune es la discriminación entre lo propio y lo no-propio, tolerar los componentes de nuestro organismo pero rechazar los ajenos, y para ello cuenta con varias líneas de defensa. La primera es la inmunidad innata, compuesta por células y moléculas que disparan una respuesta rápida e inespecífica contra cualquier elemento extraño, mientras se prepara el ejército de la inmunidad adaptativa o adquirida. Esta viene comandada por dos legiones: los linfocitos B, productores de anticuerpos, y los linfocitos T, también capaces de reconocer específicamente al patógeno y matarlo, además de controlar otras defensas.

Un linfocito T humano (también llamado célula T) del sistema inmune de un donante sano. Crédito: NIAID-BBVA-OpenMind-Materia-Inmunidad al coronavirus 2
Un linfocito T humano (también llamado célula T) del sistema inmune de un donante sano. Crédito: NIAID

Los anticuerpos, moléculas en forma de Y que se unen a distintas partes del virus, actúan seleccionándolo para su eliminación, pero algunos también bloquean su entrada a la célula; son los neutralizantes. En febrero, investigadores del Instituto Peter Doherty de la Universidad de Melbourne (Australia) describieron la presencia de anticuerpos en la sangre de un enfermo con síntomas moderados, hasta siete días después de la curación. Otros estudios en China confirmaron la producción de anticuerpos, incluyendo neutralizantes, entre 10 y 15 días después de la infección. Algunos son específicos del SARS-CoV-2, mientras que otros podrían reconocer también coronavirus diferentes como los del resfriado, el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) o el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS).

La reinfección

La aparición de anticuerpos es un marcador al que mirar para comprobar la respuesta inmune a un patógeno. Su producción persiste después de la enfermedad, por lo que sirven además como testigos de una infección ya pasada que puede detectarse en un test. Pero su presencia no es necesariamente una garantía de inmunidad contra una reinfección. Esto depende tanto de su poder neutralizante como de la duración de los clones celulares que los fabrican, que puede ser limitada (vacunas como las de la polio o la viruela nos protegen de por vida, mientras que otras nos dan solo una protección temporal).

BBVA-OpenMind-Materia-Inmunidad al coronavirus 3 -Estructura genérica de un anticuerpo monoclonal. Crédito: BlitzKrieg1982
Estructura genérica de un anticuerpo monoclonal. Crédito: BlitzKrieg1982

A este respecto, las alarmas saltaron cuando desde China, Japón y Corea comenzaron a llegar noticias de pacientes presuntamente reinfectados con el virus después de su curación. Sin embargo, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como otros expertos infieren que lo detectado en los test probablemente corresponde a restos muertos del virus, aún en proceso de eliminación. “El consenso es que no son reinfecciones reales sino detección de residuos del virus”, dice a OpenMind el microbiólogo e inmunólogo José Villadangos, del Instituto Peter Doherty. “En todo caso, demuestra que la detección por PCR no es equivalente a la presencia de virus infeccioso”. Un experimento con animales sugiere que no es posible la reinfección a corto plazo: investigadores de la Academia China de Ciencias Médicas han comprobado que los macacos permanecen inmunes al virus al menos 28 días después de la infección, y a los 42 días retienen niveles protectores de anticuerpos neutralizantes.

Pronto para saber cuánto durará la protección

Pero esto no implica que la inmunidad sea completa ni duradera. Respecto a lo primero, un intrigante estudio de la Universidad Fudan en Shanghái (China), aún sin publicar, encontró que 10 pacientes jóvenes de un grupo total de 175 de distintas edades, todos recuperados de COVID-19 leve, producían únicamente anticuerpos no neutralizantes. En cuanto a lo segundo, aún es pronto para saber cuánto durará la protección, aunque los expertos apuntan a lo aprendido sobre otros virus similares. “Lo que más sentido tiene ahora mismo es tratar al SARS-CoV-2 como otro coronavirus humano, y utilizar lo que sabemos sobre esos otros virus como modelos temporales para rellenar los huecos”, cuenta a OpenMind el virólogo de la Universidad de Texas A&M (EEUU) Benjamin Neuman, especializado en coronavirus. 

Neuman señala que “una persona puede tener más de un coronavirus al mismo tiempo, y esa inmunidad tiende a ser temporal, en el orden de uno a dos años”. Se ha mostrado que los niveles de anticuerpos contra el virus del SARS comienzan a decaer a partir de los dos años. “Pienso que se comportará del mismo modo que SARS y MERS, con una inmunidad que declina con el tiempo y una mejor respuesta en las infecciones más graves”, resume a OpenMind el inmunólogo especialista en coronavirus Stanley Perlman, de la Universidad de Iowa (EEUU). En cualquier caso, y según Neuman, lo ya sabido “no da mucha opción al optimismo en términos de que la infección o las vacunas generen inmunidad a largo plazo”.

Sin embargo, si los anticuerpos no son garantía de protección, tampoco la única protección está en los anticuerpos. Según lo explicado, los linfocitos T específicos contra el virus son también una parte esencial de la inmunidad, y no se miden en los test serológicos. De hecho, para el inmunólogo del Imperial College London (Reino Unido) Daniel Altmann, podría ser clave: “Para los coronavirus relacionados, la memoria inmunitaria parece más duradera en el compartimento de las células T”, comenta a OpenMind. El experto añade que esto explicaría cómo han podido recuperarse de la enfermedad personas con déficit de anticuerpos, por ejemplo las afectadas por hipogammaglobulinemia. “Todavía es debatible que los anticuerpos neutralizantes deban considerarse como EL correlato de la protección”.

Pasaportes de inmunidad

De cualquier modo, lo ya conocido y las incógnitas pendientes cuestionan la creación de “pasaportes de inmunidad” para las personas que ya han superado la enfermedad, un concepto estudiado por algunos gobiernos y contra el cual ya ha advertido la OMS: “Actualmente no hay pruebas de que las personas que se han recuperado de COVID-19 y tienen anticuerpos estén protegidas de una segunda infección”, ha dicho el organismo. Además, la incertidumbre sobre la cobertura y la duración de la inmunidad pone en duda una idea extendida: la posibilidad de alcanzar la inmunidad grupal.

Prueba de anticuerpos COVID-19. Crédito: Wade Costin
Prueba de anticuerpos COVID-19. Crédito: Wade Costin

La posibilidad de que un porcentaje de población ya contagiada pueda proporcionar inmunidad grupal al resto se ha barajado en vista del gran número de infecciones asintomáticas. Altmann se muestra escéptico: “Si tuviera que adivinar la seroprevalencia para el total de la población urbana de Europa, no la pondría en más del 8%. Esto está muy lejos del 60-80% que necesitaríamos para tener protección”. De hecho, añade Villadangos, nuevos estudios sobre la tasa de reproducción del virus (R), que expresa el número medio de personas a las que infecta cada contagiado, la elevan de en torno al 2,5 hasta 6. De ser cierta esta cifra, ello obligaría a superar el 80% para la inmunidad poblacional.

En definitiva, las respuestas aún son escasas. Neuman apunta que inminentes estudios quizá puedan solventar algunas de las incógnitas. Pero si, como Altmann teme, una segunda oleada no será más suave, quizá solo podamos esperar que las posteriores sí lo sean, una vez que el virus se quede entre nosotros para siempre, como vaticinaba a Nature el virólogo Klaus Stöhr, que lideró la respuesta de la OMS contra el SARS. Stöhr ve un escenario futuro en el que el SARS-CoV-2, como los coronavirus del resfriado, regresará para infectarnos cada año, pero nuestra inmunidad parcial nos protegerá de sus efectos más dañinos sin necesidad de vacunas. “Pienso que ese sería un buen final, y quizá deseable”, concluye Perlman.

Javier Yanes

@yanes68

 

 

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