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01 marzo 2021

La antorcha del conocimiento y el papel de las universidades

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El conocimiento, tanto científico como cultural, aunque lo olvidemos, es muy frágil. Tanto sus diferentes soportes físicos como las herramientas que permiten su desarrollo y transmisión pueden desaparecer. Entre las esenciales se encuentran las universidades, cuyos primeros ejemplos se encuentran, en Occidente, en el siglo XII. En sus aulas se han formado numerosas generaciones de eruditos que, en un largo proceso de reinterpretación de la realidad, han jugado un papel primordial en diferentes procesos: el Renacimiento con su perspectiva humanista, la llegada de la Modernidad, la revolución Científica o el positivismo del siglo XIX, hasta llegar a los horizontes aparentemente sin límites pero con múltiples aristas de la actualidad. Todo ello se ha traducido en mayor bienestar pero, sobre todo, en mayor libertad personal.

Los Portadores de la Antorcha. Monumento de Anna Hyatt Huntington. Plaza Ramón y Cajal. Universidad Complutense de Madrid (España). Autor: <a class="new" title="User:Jamesmcneilwhistler~commonswiki (page does not exist)" href="https://commons.wikimedia.org/w/index.php?title=User:Jamesmcneilwhistler~commonswiki&amp;action=edit&amp;redlink=1">Jamesmcneilwhistler~commonswiki</a>
Los Portadores de la Antorcha. Monumento de Anna Hyatt Huntington. Plaza Ramón y Cajal. Universidad Complutense de Madrid (España). Autor: Jamesmcneilwhistler

La Revolución Científica de los siglos XVII y XVIII tiene unos pilares muy complejos, pero uno de los más relevantes fue la Cosmografía que aunaba Astronomía y Geografía, una disciplina esencial en la época de los descubrimientos geográficos y que favoreció el cambio de perspectiva. Pero los primeros pasos formales de esta permuta conceptual se dieron entre los siglos XII y XIII y se fundamentaron en tres procesos: la traducción sistemática de textos filosóficos y científicos helenos e islámicos,  la creación de las universidades, y la aparición de pensadores que aunaban la teología con la filosofía natural y que adaptaron el pensamiento aristotélico al curriculum universitario. Así, a partir del siglo XII se produjo una reconexión con el saber greco-romano, en un proceso que se realizó en varias oleadas y en varios centros diseminados por el continente. Se trató, por tanto, de un verdadero movimiento pan europeo.

En el siglo XII, e incluso antes, se produjo una transformación en la manera de entender la realidad, ligada a la nueva vida urbana, a la aparición de escuelas en ellas y a  un redescubrimiento del clasicismo de la Antigüedad. El curriculum heredado del Imperio romano, que consistía en las siete artes liberales, distinguiendo entre el trivium (la gramática, la dialéctica, la retórica) y el quadrivium (la aritmética, la música, la geometría, la astronomía), fue modificado. La medicina, el derecho y la teología, consideradas de manera separada, también se vieron profundamente afectadas.

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Galileo ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia». Imagen: wikimedia

Con anterioridad, algunas sedes episcopales habían albergado escuelas dedicadas en general a la formación de las élites burocráticas y de sacerdotes, pero en la Baja Edad Media surge una cierta especialización separada de aquéllas:  filosofía-teología en París u Oxford;  derecho en Bolonia, Pavía, o Rávena; o medicina en Salerno. Además, la fragmentación política del Norte de la península itálica y su desarrollo urbano favorecieron la aparición de escuelas comunales financiadas por las ciudades. Así, la escuela de derecho de Bolonia apareció en 1088, adquiriendo carta de naturaleza la universidad en 1119; París, Oxford y Módena se fundaron en el siglo XII; Palencia, Cambridge, Salamanca, Montpellier, Padua, Nápoles y Toulouse lo hicieron a comienzos del siglo XIII.

Las universidades europeas son instituciones únicas, con una estructura corporativa propia. Su configuración, basada en el derecho romano, les proporcionó autonomía de autorregular sus asuntos,  una gran independencia respecto al poder político y religioso, y la  capacidad de definir su propio curriculum académico. Su continuidad en el tiempo y la movilidad de estudiantes y profesores por todo el continente[1], con la consiguiente difusión de ideas, también han sido rasgos específicos.

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En la baja Edad Media aparecen escuelas comunales financiadas por las propias ciudades, cómo en Salamanca. Fuente: Wikimedia

El inicio del uso de la lógica moderna se situa a partir del siglo XII con Hugo de St. Victor (m. 1141) y John de Salisbury (ca. 1115 – 1180). La filosofía natural comenzó con  Thierry de Chartres (m. 1151), Clarenbaldus de Arras (ca. 1110  –  ca. 1187), Daniel de  Morley (1140  –  ca. 1210), Adelardo de Bath ( c. 1080? – c. 1142-1152), Bernardo Silvester (fl. 1150) y William de Conches (ca. 1090 – m. Después de 1154). Todos ellos desarrollaron una actitud racional y rechazaron el principio de autoridad.

La obra de Aristóteles jugó un papel esencial en la evolución de las universidades medievales. La influencia del estagirita, eclipsada durante cientos de años, se inició en el mundo islámico con  Abū Maʿshar Jaʿfar ibn Muḥammad ibn ʿUmar al-Balkhī (conocido como Albumasar o al-Falaki, 787 – 886 CE), para irradiarse posteriormente hacia Occidente, especialmente por la llamada Escuela de Traductores de Toledo. A finales de siglo XIII todas sus obras habían sido vertidas al latín. Alberto Magno (1193 – 1280) y, sobre todo, su discípulo Tomás de Aquino (1224/1225 – 1274) contribuyeron de manera esencial a la difusión de la obra de Aristóteles. El nacimiento de la escolástica (scholasticus  en latín, σχολαστικός en griego,  “quien pertenece a la escuela”), como técnica filosófica y teológica que se usó para comprender el cristianismo interpretado por el saber clásico, tal vez naciera con Anselmo de  Canterbury (1033 – 1109) o Pedro Abelardo (1079 – 1142), y en cualquier caso en París dentro de la órbita de las enseñanzas de Roscelino de Compiégne (ca. 1050 – 1120/1125), Guillermo de Champeaux (ca. 1070 – 1122), Anselmo de Laon (1050 – 1117) o Pedro Lombardo (1100 – 1160). El método escolástico puso el énfasis en el razonamiento dialéctico y consistió en una serie de comentarios y cuestiones centrados en los textos de Aristóteles: las disputatio ordinaria  transcurrían generalmente una vez por semana, mientras que las disputatio de quolibet, un torneo intelectual en el que cada miembro de la audiencia podía formular cuestiones, eran grandes eventos que podían reunir a un gran número de personas. Aristóteles y el escolasticismo dominaron el ámbito académico europeo hasta bien entrado el siglo XVII.

Un elemento indispensable fue introducido por Roger Bacon (1214 – 1292), quien impulsó una nueva forma de conocimiento, basado esencialmente en la experiencia y el pensamiento racional. Según él:  “Todas las ciencias están conectadas; se prestan mutuamente ayuda material como partes de un gran todo, cada uno haciendo su propio trabajo, no por sí solo, sino por las otras partes; a medida que el ojo guía el cuerpo y el pie lo sostiene y lo guía de un lugar a otro.”[2]

Retrato de Johannes Kepler
Retrato de Johannes Kepler (1610) y portada de la primera edición de “Somnium” (1634)

El Renacimiento, con el flujo de conocimiento procedente del Imperio bizantino, especialmente tras la toma de su capital Constantinopla en 1453, y la aparición de la imprenta, impulsó una verdadera eclosión intelectual en Europa. Eventualmente, la autoridad de Aristóteles se vio afectada por una nueva actitud y una serie de descubrimientos, especialmente en el campo astronómico, que desmontaban la esencia de la cosmología aristotélica: el heliocentrismo de Copérnico, desarrollado en De revolutionibus y publicado en 1543; el cometa de 1577 y las estrellas novas de 1572 o 1604, estudiados por Tycho Brahe, Jerónimo Muñoz o Johannes Kepler, entre otros, que demostraban que las esferas celestes no podían ser cristalinas ni el cielo era inmutable; el rechazo de Kepler a las órbitas circulares de los planetas; los descubrimientos realizados por Galileo Galilei con el telescopio: montañas en la Luna, la estructura de la Vía Láctea, los satélites de Júpiter, las fases de Venus o las manchas solares (en realidad, avistadas antes por Thomas Harriot, John Fabricius o Christoph Scheiner). Finalmente, la cosmología de Aristóteles, pese a las condenas de las jerarquías ortodoxas, sería substituida por la concepción del Universo asentada en la Ley de la Gravitación de Isaac Newton. Otros pensadores, mayoritariamente formados en el ámbito académico y que en buen medida seguían ligados a él, especialmente mediante la red denominada La República de las Letras, fueron esenciales en la definición del método científico. Desde entonces, nuestra capacidad para entender nuestro Cosmos y todo lo que ocurre en él se ha acelerado.

La universidad ha sido y continua siendo un lugar esencial para la investigación, la ampliación del conocimiento, la formación de ciudadanos integrales y de nuevas generaciones de intelectuales, en el sentido más amplio. De hecho, para cada científico, para cada miembro de la comunidad académica, hay una secuencia, una cadena directa formada por eslabones entre maestros y discípulos, que lo une con una serie de eruditos y científicos del pasado.

La relación entre un mentor y su estudiante es excepcional y va mucho más que un periodo de formación de unos años. Es una unión intelectual que conecta con una tradición que se remonta, al menos en Occidente, hasta la fundación de las primeras universidades. Es, verdaderamente, una antorcha, herencia de Prometeo, que se transmite de persona a persona durante generaciones, a veces con un elevado coste personal, especialmente para los más heterodoxos. Un proceso que ha sido esencial para la Revolución Científica y sus consecuencias, y ha beneficiado a la sociedad de manera directa desde entonces y hasta ahora.

Monumento a Giordano Bruno en Campo de Fiori, en Roma. Crédito: Berthold Werner
Monumento a Giordano Bruno en Campo de Fiori, en Roma. Crédito: Berthold Werner

En efecto, cuando hablamos de la antorcha del conocimiento que se trasmite en el tiempo, no es solo una metáfora ilustrativa, no es retórica.  Es una luz que ilumina el sendero de las sociedades, un complicado y delicado proceso que ha implicado a generaciones de hombres y mujeres. Un itinerario que, con sus defectos, y la ortodoxia excesiva es uno de ellos, nos ha beneficiado a todos y ha contribuido de manera esencial al bienestar en el que vivimos.

Como corolario y pensando en los múltiples desafíos a los que se enfrentará la Humanidad y en el futuro de esa cadena que se extiende en el tiempo, en nuestra responsabilidad para transmitir y aumentar ese extraordinario legado cultural, programas de intercambio transnacionales, como el Erasmus o el Fulbright, siguen siendo esenciales en este proceso de formación, creación  y transmisión de conocimiento. El apoyo a una universidad de calidad, abierta a todos, también.

In memoriam John R. Stauffer, maestro y amigo.

 

David Barrado Navascués

Referencias

ANOLIC-PIPER, P., “Roger Bacon”, Internet Encyclopedia of Philosophy  

FIDORA, A., Domingo Gundisalvo y la teoría de la ciencia arábigo-aristolélica, Pamplona 2009

GRANT, E., “When Did Modern Science Begin?”, American Scholar, 66, pág. 105, 1997.

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HASKINS, H.H.:  The Renaissance of the Twelve Century, Cambridge, Harvard University Press, 1928,

LEMAY, R., Abu Ma’shar and Latin Aristotelianism in the Twelfth Century, The Recovery of Aristotle’s Natural Philosophy through Iranian Astrology, American University of Beirut, publications of the Faculty of Arts and Sciences, 1962, 

LESTER, T., The fourth part of the world. The race to the ends of the Earth, and the epic story of the map that gave America its name, New York/London: Free Press, 2009.

O’CONNOR, J.J., ROBERTSON,  E.F., “Roger Bacon”

O’CONNOR, J.J., ROBERTSON,  E.F., “Saint Albertus Magnus” 

SOTO RÁBANOS,  J. M., “Las escuelas urbanas  y el renacimiento del siglo XII”, La enseñanza en la edad media: X Semana de Estudios Medievales, Nájera 1999, coord. por José Ignacio de la Iglesia Duarte, Logroño 2000, págs. 207-242.

VERGER, J, “PATTERNS”, en A History of the university in Europe. Volume 1: Universities in the Middle Ages, Hilde de Ridder-Symoens (ed), Cambridge University Press, 199

VON STUCKRAD, K., Interreligious Transfers in the Middle  Ages: The Case of Astrology , Journal of Religion in Europe, 1, pp. 34-59,  2008

Notas a pié de página 

[1] Más allá de Europa, con las primeras universidades en las Américas fueron fundada por españoles en el siglo XVI.

[2]Omnes scientiae sunt connexae et fovent auxiliis sicut partes ejusdem totius, quarum quaelibet opus suum peragit non propter se sed pro aliis”, Opus Tertium.

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