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30 junio 2021

El Reloj del Apocalipsis, 75 años prediciendo el fin de la humanidad

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En junio de 1947, lo que hasta entonces era una newsletter fundada por un grupo de científicos del antiguo Proyecto Manhattan en la Universidad de Chicago pasó a convertirse en una revista en toda regla, bajo la cabecera de Bulletin of the Atomic Scientists. Aquel primer número llevaba en su portada un gráfico simple, un reloj con sus manecillas situadas a las 12 menos 7 minutos, con el cual los miembros del Bulletin querían alertar sobre lo cerca que se hallaba la humanidad de su aniquilación —la medianoche— debido al peligro de una guerra nuclear. Desde entonces, el llamado Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock) ha servido como aviso y recordatorio de las amenazas existenciales globales creadas por la humanidad contra sí misma, que hoy incluyen también el cambio climático y otras, mientras sus agujas han avanzado o retrocedido en función de la intensidad del riesgo. Desde 2020 el reloj marca solo 100 segundos para la medianoche, la mayor proximidad al fin en toda su historia.

Portada original de la primera edición del Doomsday Clock (derecha) en comparción con la edición de 1958 (izquierda). Fuente: Bulletin of the Atomic Scientists
Portada original de la primera edición del Doomsday Clock (derecha) en comparación con la edición de 1958 (izquierda). Fuente: Bulletin of the Atomic Scientists

El Bulletin lleva con orgullo sus orígenes, en los cuales figura de forma preeminente el nombre de Albert Einstein. Fue el físico alemán quien el 2 de agosto de 1939 firmaba una carta —escrita en realidad por su colega Leó Szilárd— dirigida al entonces presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt, para llamar su atención sobre la posibilidad de utilizar la reacción en cadena del uranio para construir “bombas extremadamente potentes de un nuevo tipo”. Einstein cerraba su misiva sugiriendo que el gobierno de la Alemania nazi podía estar explorando esta vía.

Aquella carta ha sido calificada como uno de los documentos que cambiaron el mundo, y no es para menos; un mes después estallaba la Segunda Guerra Mundial. Y aunque la reacción de Roosevelt no fue inmediata, aquel fue el primer paso hacia lo que en 1942 tomaría cuerpo como Proyecto Manhattan, que a su vez desembocó en los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, poniendo fin a la contienda global. Los científicos implicados conocían bien el propósito final de su trabajo, aunque muchos de ellos se opusieron a su uso contra la población civil y se sintieron horrorizados ante las consecuencias. También Einstein, que no trabajó en el proyecto, lamentó haber firmado aquella carta.

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El vaivén histórico del minutero más famoso

Al mes siguiente de los bombardeos en Japón se creó el Bulletin of the Atomic Scientists of Chicago, con el fin de “equipar al público, a los legisladores y a los científicos con la información necesaria para reducir las amenazas a nuestra existencia creadas por el hombre”. Este objetivo se plasmó en la publicación de un boletín que reunía artículos firmados por científicos y académicos de gran prestigio. Junto a sus fundadores, Eugene Rabinowitch y Hyman Goldsmith, el Bulletin congregó a un amplio grupo de colaboradores entre los que se encontraban Einstein y Szilárd, junto con nombres como J. Robert Oppenheimer, Max Born, Hans Bethe o Edward Teller, entre otros.

En 1947 lo que había comenzado como un folleto mimeografiado se transformó en una revista impresa, con el propósito de llegar a un público más amplio. La ilustración de su portada se encargó a la artista y miembro del Bulletin, Martyl Langsdorf, también esposa del físico del Proyecto Manhattan Alexander Langsdorf. Ella fue la autora de la metáfora visual del reloj: sobre un fondo naranja brillante para captar la atención, las manecillas en blanco y negro situadas a siete minutos de la medianoche sugerían una cuenta atrás hacia la aniquilación de la humanidad por una guerra nuclear. Según la actual presidenta y CEO del Bulletin, Rachel Bronson, Martyl propuso esta idea “tanto por la urgencia que transmite como por el sentido del tic-tac, que avanza hacia la medianoche a menos que lo movamos en sentido contrario”.

El Reloj del Apocalipsis se convirtió no solo en el emblema del Bulletin, figurando en todas sus portadas, sino también en un icono de la cultura popular que ha inspirado canciones, libros, películas, cómics y videojuegos. Cada año el consejo del Bulletin ha movido el minutero reflejando los vaivenes en la gravedad de la amenaza nuclear, entre los 2 minutos para la medianoche que alcanzó en 1953, con el apogeo de la Guerra Fría, hasta los 17 minutos en 1991, con la caída de la Unión Soviética y la distensión este-oeste propiciada por la firma del primer tratado START de reducción de armas nucleares.

Evolución de la hora marcada por el Doomsday Clock a lo largo de los años, marcando el punto más alto gracias al deshielo de la Guerra Fría. Fuente: Wikimedia
Evolución de la hora marcada por el Doomsday Clock a lo largo de los años, marcando el punto más alto gracias al deshielo de la Guerra Fría. Fuente: Wikimedia

De la amenaza nuclear al apocalipsis climático

Pero desde 1991 el reloj ha avanzado de forma casi ininterrumpida hacia la medianoche y no solo a causa de la amenaza original que inspiró su concepción. En 2007 el reloj pasó por un rediseño gráfico y conceptual; el primero, obra del diseñador Michael Bierut, buscaba una adaptación a los tiempos actuales, y este era también el propósito del segundo al incorporar la gran amenaza de nuestra época, el cambio climático, junto con otros peligros debidos a tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial o las armas biológicas.

¿Es adecuado comparar el riesgo de una guerra nuclear con el del cambio climático? “La guerra nuclear a gran escala, una vez empezada, puede causar una catastrófica pérdida de vidas y disrupción de la sociedad en horas, mientras que la catástrofe del clima tarda décadas o siglos y empeora cada año que seguimos emitiendo dióxido de carbono a la atmósfera”, explica a OpenMind el físico climático y planetario de la Universidad de Oxford Raymond Pierrehumbert, miembro del Consejo de Ciencia y Seguridad del Bulletin y coautor del tercer informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU. “Sin embargo, las condiciones que hacen más probable el cambio climático catastrófico —desarrollos tecnológicos (favorables o desfavorables), negociaciones de tratados, hostilidades internacionales, respeto a la ciencia— se desarrollan en la misma escala temporal de décadas que los factores que afectan al riesgo de guerra nuclear”.

La crisis climática, sumada a otros conflictos internacionales, ha acercado el minutero al punto más cercano al fin del mundo: tan solo 100 segundos. Fuente: Unsplash
La crisis climática, sumada a otros conflictos internacionales, ha acercado el minutero al punto más cercano al fin del mundo: tan solo 100 segundos. Fuente: Unsplash

En otras palabras, el propósito no es tanto advertir sobre la mayor o menor cercanía de las consecuencias desastrosas del cambio climático como sobre el estado actual de la acción humana que puede acelerarlo o retrasarlo. Así, señala Pierrehumbert, “es apropiado valorar los riesgos tanto de guerra nuclear como de disrupción climática usando la misma metáfora del reloj”. Y esta percepción influyó en gran medida para que en 2020 los expertos del Bulletin situaran la aguja más cerca de la medianoche que en toda su historia: 100 segundos, una valoración ratificada también en la revisión del reloj de 2021.

Un reloj no exento de críticas

Sin embargo, el Reloj del Apocalipsis ha cosechado también numerosas críticas. No resulta extraño que sea blanco de descalificaciones por parte de ciertos medios de tendencia conservadora que lo acusan de regirse por sesgos políticos, o por parte de entidades conocidas por su postura negacionista del cambio climático. Pero también entre la comunidad científica y académica han resonado críticas por su falta de rigor cuantitativo debido al carácter arbitrario de la posición del minutero —Martyl eligió inicialmente situar la manecilla en los siete minutos porque “quedaba bien”—, lo cual ha llevado a algunos a definirlo como “retórica probabílistica” o como una “triquiñuela publicitaria” que no hace sino enturbiar el mensaje que pretende transmitir. Incluso la revista Physics World juzga que la comunidad física, en cuyo seno nació el reloj, se siente hoy bastante desvinculada del concepto.

Asimismo, en una sociedad muy diferente de aquella de hace tres cuartos de siglo en la que nació la idea, en una época en la que se intenta explicar, concienciar y movilizar hacia la acción positiva en lugar de atemorizar con un espíritu apocalíptico que apela más al miedo visceral que a la racionalidad, algunos expertos juzgan que el Reloj del Apocalipsis puede no ser la herramienta más adecuada y que incluso puede ser contraproducente por incitar a la inacción o a la apatía, cuando se transmite a una generación tras otra el mensaje de que vivimos permanentemente al borde de nuestra extinción.

Los divulgadores se cuestionan si el relato catastrofista habitual durante la guerra fría tiene hoy el mismo efecto entre la sociedad o si se necesitan refuerzos positivos para concienciar a los más jóvenes. Source: Flickr
Los divulgadores se cuestionan si el relato catastrofista habitual durante la guerra fría tiene hoy el mismo efecto entre la sociedad o si se necesitan refuerzos positivos para concienciar a los más jóvenes. Source: Flickr

Todo ello cobra aún más relevancia cuando se cuestiona la utilidad real que ha tenido históricamente el reloj más allá de su imagen de cara a la galería, en términos de contribución práctica para evitar los peligros de los que advierte (Bronson no ha respondido a las preguntas de OpenMind sobre cómo valora el Bulletin los logros en este sentido). Incluso se ha alertado de que el reloj puede agravar los riesgos que intenta evitar —como en una profecía autocumplida: “Una creencia extendida de que una nación está bajo amenaza puede crear condiciones bajo las cuales la acción ofensiva preventiva sea políticamente viable y públicamente aceptable, exacerbando el riesgo de conflicto”, escribía en The Conversation el experto en políticas nucleares Tom Vaughan, de la Universidad de Aberystwyth.

En definitiva, tal vez el concepto del Reloj del Apocalipsis haya perdido vigencia y hoy resulte casi tan vintage como la tecnología analógica que representa. Pero si el reloj puede ser discutible, ni mucho menos lo son las amenazas de las que alerta. En palabras del experto en ética y sociedad de las nuevas tecnologías Anders Sandberg, del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford, “las predicciones del fin del mundo raramente son informativas, pero las buenas pueden ser directivas: nos urgen a arreglar el mundo”.

Javier Yanes

@yanes68

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