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16 agosto 2022

Zonas verdes: Ciudades más sostenibles, espacios más saludables

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Plantar árboles no va a solucionar el cambio climático. Lo cual no implica que no haya otros motivos para hacerlo. Ni los bosques son los pulmones de la Tierra, como suele decirse. Lo cual no implica que no haya razones poderosas para conservarlos. Tampoco las plantas purifican el aire, como a veces se escucha. Lo cual no implica que no aporten otros beneficios. Existen ciertos mitos en torno a lo que las plantas pueden o no pueden hacer, pero no hay ninguna duda de que su espacio no se limita al natural, sino que debe estar también en el nuestro: son una parte esencial de las ciudades más sostenibles y de los entornos interiores más saludables, y cada vez lo serán en mayor medida.

Los bosques aún cubren casi la tercera parte de las tierras globales, y la mitad de ellos están relativamente intactos, inalterados por la mano humana. Según datos de Naciones Unidas, todavía tocamos a unos 5.000 m2 de bosque por persona, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta que en el último siglo hemos destruido más de la quinta parte, y desde 1990 unos 420 millones de hectáreas, más de ocho veces la extensión de España. Los bosques albergan la mayor biodiversidad del planeta y son reguladores esenciales del clima terrestre. Eso sí, los expertos advierten contra esa idea popular de que son los “pulmones del planeta”: en realidad los ecosistemas naturales consumen tanto oxígeno como fabrican, por lo que su producción neta es prácticamente cero; respiramos el oxígeno heredado de la historia terrestre.

BBVA-OpenMind-Plantar árboles, estrategia controvertida contra el cambio climático-Reforestacion 3-La publicación de un estudio en Science en 2019 avalaba el poder de la reforestación en la lucha contra el cambio climático. Crédito: Hillebrand Steve, U.S. Fish and Wildlife Service
La publicación de un estudio en Science en 2019 avalaba el poder de la reforestación en la lucha contra el cambio climático. Crédito: Hillebrand Steve, U.S. Fish and Wildlife Service

Su regulación del clima se realiza en gran medida gracias a su capacidad de almacenar inmensas cantidades de carbono, que de otro modo se liberarían a la atmósfera en forma de CO2, agravando el efecto invernadero responsable del cambio climático. Es por ello que plantar árboles se ha convertido en una de las operaciones más de moda, con la que no pocas compañías dicen “compensar sus emisiones”. Sin embargo, los científicos aclaran que esto es generalmente un mero greenwashing, que plantar árboles no va a detener el cambio climático, y que el único modo de evitar el efecto de las emisiones es reducirlas o eliminarlas.

Los cinco beneficios de las ciudades verdes

Pero si hay un tipo de lugares donde plantar árboles tiene una función y un significado especiales, es en las ciudades. Según la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, un árbol grande es de 10 a 20 veces más beneficioso en una ciudad que en el campo. La población urbana crece sin cesar; se calcula que de 2000 a 2050 se duplicará con creces, de 3.000 a 6.400 millones de personas. Para 2030 la expansión de las ciudades sobre focos de biodiversidad crecerá en un 200%. Y si queremos evitar que las urbes del futuro se parezcan al distópico Los Ángeles de Blade Runner, es necesario dejar paso a la naturaleza.

“No creo que existan muchos diseñadores o planificadores que vayan a presionar en contra de la presencia de árboles en las calles”, escribía el arquitecto Tyler Caine. Actualmente existe un gran impulso por parte de organismos y gobiernos para hacer las ciudades más verdes: muchos de sus alcaldes se han unido a iniciativas internacionales que incluyen este objetivo, y en 2021 un total de 31 grandes urbes del mundo —incluyendo Barcelona en España— firmaron un acuerdo destinado a alcanzar un 30-40% de superficie urbana verde.

Un solo árbol puede recortar el 3% de la energía consumida por un hogar a los cinco años de plantarse, y el 12% en 15 años. Crédito: Robert Bye

La aportación de las zonas verdes a las ciudades excede en mucho el simple disfrute estético, el relax o el esparcimiento. Según las botánicas ambientales Jessica Turner-Skoff y Nicole Cavender, “los beneficios que los árboles proporcionan pueden ayudar a las ciudades y los países a cumplir 15 de los 17 objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas”. El Foro Económico Mundial (FEM) resume en cinco los beneficios ambientales, sociales, económicos, para la biodiversidad y la salud de las ciudades verdes. Primero, regulación del clima: las áreas construidas forman islas de calor donde la temperatura media es 3 °C mayor que en las zonas rurales, pudiendo llegar hasta 12 grados más. Los árboles no solo ofrecen sombra, sino que además enfrían el aire por evaporación de la humedad; permiten a las ciudades sudar, un efecto microclimático que puede rebajar la temperatura hasta 10 grados.

Esto, a su vez, se traduce en un menor gasto de energía de los sistemas de aire acondicionado, un uso que en ciertas zonas puede suponer un 70% del consumo eléctrico residencial en los meses más calurosos. Un solo árbol, dice el FEM, puede recortar el 3% de la energía consumida por un hogar a los cinco años de plantarse, y el 12% en 15 años. A escala global, esto supone un ahorro de electricidad con un gran potencial en la mitigación del cambio climático.

El problema de las zonas verdes exclusivas 

En segundo lugar, y en cuanto a su almacenamiento de carbono, los árboles pueden capturar entre 1 y 22 toneladas de CO2 a lo largo de su ciclo de vida. Tercero, aminoran la contaminación aérea, acústica e hídrica. Un estudio en Filadelfia calculó que aumentar la superficie arbolada en un 30% podría evitar hasta 400 muertes al año debidas a la mala calidad del aire; los árboles captan contaminantes gaseosos como el ozono, NO2 y SO2, además de interceptar partículas en suspensión de la polución del aire. Diversos estudios han mostrado que las zonas verdes se correlacionan con mayores niveles de salud inmunológica, cardiovascular y mental (ver recuadro).

Este último aspecto promueve también el cuarto beneficio de las ciudades verdes, su capacidad para construir comunidades más humanas, inclusivas y con mayor calidad de vida cuando el entorno favorece el bienestar. Por último, las zonas verdes promueven la biodiversidad urbana, lo que a cambio mejora la salud de los propios árboles, y sus suelos permeables reducen el impacto de las lluvias torrenciales y las inundaciones.

Pese a todo ello, el FEM advierte de que la superficie arbolada en las ciudades ha descendido globalmente en 40.000 hectáreas anuales durante los últimos cinco años, bajo la presión de las infraestructuras urbanas. El problema, subrayan esta organización y otros expertos, es que tradicionalmente los árboles urbanos y las zonas verdes se han contemplado como lujos o comodidades. En esta visión clásica como remansos de naturaleza y tranquilidad entre el asfalto y el ajetreo, estos espacios nunca han faltado en los vecindarios caros y exclusivos, pero en cambio la cobertura arbolada puede ser un 30% menor en los barrios pobres.

Planificación verde con enfoque multidisciplinar 

Pero esta visión clásica está cambiando radicalmente. Según la bióloga vegetal y ecóloga urbana Karen Christensen-Dalsgaard, en los años 90 comenzó una transición hacia el estudio de la ecología de las ciudades como ecosistemas funcionales coherentes. Este cambio de planteamiento implica que los árboles y las plantas urbanas ya no son meros adornos o sombrillas vivas, sino una infraestructura de la ciudad tan básica como cualquier otra; interconectada y que debe planificarse con un enfoque multidisciplinar que integre las ciencias vegetales y la ecología en el urbanismo, para que los espacios verdes sean viables y cumplan “funciones específicas que mejoren la sostenibilidad de la vida urbana, contribuyan a la conservación de la biodiversidad y hagan un uso más sostenible de los recursos”, en palabras de la bióloga vegetal Katherine French.

Los árboles y las plantas urbanas son una infraestructura básica de la ciudad que debe planificarse con un enfoque multidisciplinar. Fuente: Unsplash

Los expertos apuntan que muchas zonas verdes fracasan porque no se tienen en cuenta estos criterios; se planta por capricho estético y se utilizan métodos inadecuados. Según una revisión de la Universidad de Aberystwyth, “muchas soluciones tienen una ingeniería inteligente, pero no dan suficiente consideración a la biología de la vegetación que se usa”. En palabras del arquitecto paisajista Henry Arnold, “los árboles no se ven con la misma seriedad que las instalaciones, calles y edificios”.

Así, según Arnold, no siempre una variedad de especies es lo mejor, sino que debe estudiarse cuáles y qué combinaciones son idóneas para las características de cada emplazamiento. En lugar de plantarse árboles aislados, lo ideal es favorecer que las copas formen una cubierta continua. Las praderas de césped son agradables, pero se calientan más que los parterres de arbustos o flores, y estos además acogen mayor diversidad de insectos. A la hora de planificar tejados verdes, una tendencia en alza, elegir especies nativas en lugar de exóticas también puede favorecer la biodiversidad. Por el contrario, un estudio en Los Ángeles encontró que las especies no nativas de árboles eran preferibles para el ahorro de agua

En un parque de Edmonton (Canadá) se ha llevado a cabo un programa piloto de eliminación de las malas hierbas con rebaños de cabras. Crédito: The Goat Project

Como señala el científico atmosférico Yuyu Zhou, para asegurar el éxito de las zonas verdes debe tenerse en cuenta además la fenología de las plantas, es decir, sus ritmos estacionales, que a su vez se ven alterados por el entorno urbano. Y en la gestión de los espacios verdes no faltan las soluciones imaginativas: en un parque de la ciudad canadiense de Edmonton se ha llevado a cabo un programa piloto de eliminación de las malas hierbas con rebaños de cabras. En resumen, no hay una talla única que sirva para cualquier ciudad o espacio, y solo impulsando soluciones basadas en la ciencia se logrará que la ciudad del futuro sea el lugar donde se quiere vivir, no donde se tiene que sobrevivir. 

¿Las plantas son buenas para la salud?

Los múltiples beneficios de las plantas son indudables, tanto en espacios exteriores como interiores, públicos o privados. Pero hay uno de ellos que, si bien nunca deja de mencionarse, requiere una mirada más detenida: ¿realmente las plantas mejoran nuestra salud?

Diversas investigaciones han mostrado una correlación entre los espacios verdes y un mayor bienestar. Un estudio en Toronto, publicado en Nature, encontró que tener 10 árboles más en una manzana “mejora la percepción de la salud de manera comparable a un aumento de 10.000 dólares en los ingresos personales anuales”. Es un curioso cálculo, pero las revisiones de los estudios suelen coincidir en que la presencia de árboles y vegetación en las ciudades mejora la salud física y mental, e incluso la atención de los niños y su rendimiento escolar.

Tener plantas en el dormitorio no es un peligro: la principal fuente emisora de CO2 mientras dormimos no son las plantas, somos nosotros. Fuente: Unsplash.

Tener plantas en el dormitorio no es un peligro: la principal fuente emisora de CO2 mientras dormimos no son las plantas, somos nosotros. Fuente: Unsplash

Lo cierto es que existen razones teóricas para apoyar estos beneficios. Por ejemplo, las plantas absorben ciertos gases contaminantes del aire y retienen partículas en suspensión. Pero algunos expertos advierten de que el impacto neto en la calidad del aire aún no está suficientemente establecido. Según una revisión, la mayoría de los estudios muestran una reducción modesta de menos del 5% en la polución del aire urbano por las plantas. “A escalas locales hay pocas evidencias para vincular la regulación de la calidad del aire por la vegetación con mejoras en la salud”, añadían los autores. Además, las plantas también emiten sus propios compuestos volátiles como el isopreno y otros que a su vez contribuyen a la formación de ozono. A ello se une la molestia del polen para las personas alérgicas.

Los efectos saludables de las plantas a veces se llevan a extremos como afirmar que purifican el aire en interiores, una exageración nacida de un estudio de la NASA que en 1989 mostró cómo pueden eliminar del aire compuestos peligrosos como el formaldehído y el benceno. Pero este era un experimento en condiciones muy particulares, cuyas conclusiones no pueden extrapolarse al mundo real. A cambio, al menos podemos estar seguros de que las plantas en el dormitorio no nos asfixiarán durante la noche consumiendo el oxígeno y llenando la habitación de CO2, como cuenta un viejo mito. Es otra exageración: por muchas plantas que tengamos en la habitación, la principal fuente emisora de CO2 mientras dormimos nunca serán ellas, sino nosotros mismos.

Javier Yanes

@yanes68    

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