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23 octubre 2020

¿Qué pasó en la naturaleza durante el confinamiento por COVID-19?

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El confinamiento severo de la población en España y en muchos otros países del mundo en marzo y abril de 2020 como medida de urgencia para frenar la propagación de la enfermedad COVID-19 trajo consigo una rara oportunidad de observar qué sucedía en la naturaleza cuando los humanos paraban. Además de un descenso drástico de la movilidad de las personas, también se produjo una pausa en la actividad de miles de industrias, una gran reducción de los desplazamientos en automóvil y una cancelación de una alta proporción de los vuelos internos y externos, entre otros factores de contaminación dañinos para el medioambiente.

Imágenes de animales de diferentes especies invadiendo entornos tradicionalmente urbanos han sorprendido a ciudadanos de todo el mundo, extendiéndose la percepción de que la naturaleza respiró aliviada durante esas semanas. Pero, ¿es cierta la creencia? Esta cuestión fue analizada en el webinar “Una primavera ganada para la naturaleza”, organizado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) y OpenMind el pasado 22 de octubre. Para ello, contó con la introducción de María García de la Fuente, presidenta de APIA y Antoni Ballabriga, Global Head of Responsible Business de BBVA, y la participación de tres expertos: Miguel Ángel Bravo-Utrera, técnico del Equipo de Seguimiento de Procesos Naturales de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), Iñigo Martínez-Solano, Jefe del departamento de Biodiversidad y Biología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), y Javier Fuertes Aguilar, Jefe del departamento de Biodiversidad y Conservación del Real Jardín Botánico (RJB-CSIC).

Las lluvias: las verdaderas protagonistas de la primavera

Los espacios naturales poco concurridos por el hombre no notaron especialmente el confinamiento. Así lo afirmó Miguel Ángel Bravo-Utrera, refiriéndose al Parque Nacional y Natural de Doñana, donde, no obstante, cuando los investigadores regresaron a su trabajo sí percibieron una importante explosión de flores y vida. ¿Qué había sucedido? La respuesta está en las precipitaciones concentradas precisamente durante las semanas de confinamiento, en contraste con el invierno seco que las había precedido. Este invierno supuso “malas condiciones para la cría de muchas de las especies más características: águila imperial, milano real, aves acuáticas en general y coloniales en particular. Sólo los ungulados parecen haberse beneficiado de las lluvias primaverales y han llegado a la berrea en buenas condiciones”.

Las precipitaciones concentradas durante las semanas de confinamiento causaron una importante explosión de flores y vida en los espacios naturales. Imagen: Alexander Sinn (Unsplash)
Las precipitaciones concentradas durante las semanas de confinamiento causaron una importante explosión de flores y vida en los espacios naturales. Imagen: Alexander Sinn (Unsplash)

Iñigo Martínez-Solano coincidió en el papel de las lluvias de primavera para el que parece haber sido un buen periodo para los anfibios, aunque es algo que deberá confirmarse a largo plazo.  “Las dinámicas poblaciones dependen de las precipitaciones.” No obstante, el investigador sí ha destacado el papel de los humanos, concretamente de los conductores, para la mortalidad de la especie. Se producen un gran número de atropellos de anfibios en las carreteras que sí podrían haberse visto reducidos esta primavera, pero la viabilidad de su población solo puede comprobarse a largo plazo. “Este año con los datos que tenemos todavía solo podemos especular”. 

Los espacios urbanos y suburbanos

Javier Fuentes Aguilar, del Real Jardín Botánico (CSIC), apuntó a los entornos donde sí se habían visto claras consecuencias de la ausencia de actividad humana: los espacios urbanos y suburbanos. En realidad, no es sorprendente que los efectos más dramáticos del confinamiento durante la primavera se hayan producido precisamente en aquellos lugares donde sí existía una actividad humana más intensa. Cuando desaparece el trabajo de los jardineros y el uso de herbicidas y otros compuestos, se produce un incremento de las plantas subnitrófilas, conocidas comúnmente como “malas hierbas”. Las aceras, las cunetas o los parques se vieron afectados por la proliferación de aquellas plantas que se encontraban próximas a los lugares donde se hacían labores de mantenimiento dentro de un entorno urbano. “No somos conscientes de la capacidad de recolocación de muchas especies hasta que carecemos de estos servicios”, afirmó Fuentes Aguilar. Además, añadió que se había observado un aumento de las semillas de las plantas invasoras, y probablemente en los años siguientes también tendría efectos en una mayor proliferación. 

Los efectos más dramáticos del confinamiento durante la primavera se han producido en los espacios urbanos y suburbanos. Imagen: Felipe Domínguez (UPM)
Los efectos más dramáticos del confinamiento durante la primavera se han producido en los espacios urbanos y suburbanos. Imagen: Felipe Domínguez (UPM)

Pero hubo más efectos no deseados del confinamiento, como los delitos ecológicos. Durante la primavera, la prensa dio a conocer distintos sucesos de extirpación de cantidades masivas de hongos y setas en el sistema ibérico, precisamente debido a la ausencia de vigilancia y de testigos debido al confinamiento. Otra posible consecuencia negativa a la que apuntó Fuentes Aguilar fue una relajación del cumplimiento de las reglamentaciones de conservación del medioambiente, justificada aparentemente en la necesidad de fomentar la rápida recuperación de la economía de los efectos negativos de la pandemia. El científico fue tajante al respecto: “Todas las actividades agrícolas y actividades de conservación deberían tener en cuenta que solo son sostenibles a largo plazo si se produce un respeto por los ecosistemas.”

En la ronda de preguntas Fuentes Aguilar matizó que no se podía hablar de consecuencias negativas como tal: “En realidad nuestras actividades crean unos equilibrios que cuando desaparecen, provocan efectos no deseados, pero son efectos naturales. Ha habido efectos no deseados, no tanto negativos, el hecho de que proliferen plantas no deseadas no es ni bueno ni malo.”

Una biodiversidad robusta como defensa ante las crisis

La biodiversidad es una de las perspectivas científicas de análisis más interesante de la crisis sanitaria del coronavirus, pues la salud humana y la de las especies que conforman el medio natural en el que vivimos está intrínsecamente relacionada y es, además, una cuestión fundamental a la hora de definir un nuevo equilibrio sostenible a largo plazo. 2020 ha sido un año clave para la biodiversidad también en el ámbito institucional, pues ha concluido la Década de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, una iniciativa para combatir la pérdida de especies y riqueza biológica que ha puesto cifras a una situación alarmante: desde 1970 las poblaciones de las especies de vertebrados han sufrido una reducción media del 60%, según el informe Living Planet Report WWF. 

La defensa de la biodiversidad resulta clave para evitar que los ecosistemas se resientan en situaciones extraordinarias, como puede ser la de esta pandemia mundial. Fuentes Aguilar lo resumía así: “Una gran biodiversidad sirve como colchón o tapón para que situaciones desfavorables como una sequía no tengan efectos visibles a largo plazo. Simplemente se producen pequeños cambios en la composición de comunidades animales o vegetales, pero sin grandes impactos.”

 

Sara González para OpenMind

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