El cuero pudo ser quizás el material más antiguo utilizado por el ser humano como vestimenta. Aprovechado en paralelo a la carne para consumo, sigue muy presente en nuestra ropa, calzado, complementos y otros incontables usos. Pero en tiempos en que prima la exigencia de sostenibilidad, ¿es un material ecológico? Si preguntamos a la industria, nos responderá que sin duda; si lo hacemos a los grupos animalistas, contestarán que de ningún modo. Pero como siempre, hay infinidad de matices.
En la costa del Atlántico al sur de Rabat, la capital marroquí, se sitúa la cueva de los contrabandistas, un enclave que ya era habitado por nuestros ancestros Homo sapiens hace 120.000 años. En 2021 la arqueóloga Emily Hallett y sus colaboradores encontraron allí docenas de herramientas de hueso cuya similitud con las halladas en otros yacimientos y con sus versiones actuales revela su uso: trabajar la piel y el cuero, en este caso de chacal, zorro y gato montés. Y es posible que el cuero ya fuese trabajado por especies de homínidos anteriores a la nuestra en otras regiones de África.
Fue a partir del Neolítico, hace unos 12.000 años, cuando la ganadería proporcionó una fuente estable de pieles para fabricar cuero, aprovechando la cría de animales para la alimentación. El curtido —un tratamiento químico que modifica la estructura proteica de la piel para evitar su descomposición— se comenzó a practicar hace al menos 7.000 años en Sumeria, y se sabe que en el antiguo Egipto ya se empleaban taninos vegetales, pero también sesos y heces de animales. La Revolución Industrial introdujo nuevos compuestos de curtido, y en la década de 1850 apareció el curtido al cromo, el más utilizado hoy.
El riesgo ambiental del cuero
La huella ambiental del cuero se reparte entre la materia prima —los animales— y el procesado, que incluye el curtido. Respecto a lo primero, y dado que generalmente la piel para el cuero se extrae del ganado, conviene recordar que la ganadería es una de las actividades con una mayor huella de carbono. El dato habitual, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es que el ciclo de vida de la ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GEI) causantes del cambio climático, aunque más recientemente la propia FAO ha rebajado su cálculo al 12%, mientras que otros estudios elevan la cifra casi hasta el 20%.
Por su parte, la industria se defiende con un argumento: según Leather Naturally, una asociación global del sector con sede en Países Bajos, el cuero “se fabrica de un subproducto de la industria alimentaria. Si este subproducto no se convirtiera en cuero, se arrojaría a vertederos, un riesgo ambiental significativo”. En ocasiones se pretende cargar toda la huella de carbono, así como la deforestación y la huella hídrica, en la producción de carne y leche. Leather Panel, parte de la Organización de la ONU para el Desarrollo Industrial (UNIDO), añade que “la demanda de cuero no tiene impacto en el número de animales sacrificados”.
Sin embargo, otros expertos discrepan. En un informe publicado en 2022, la organización con sede en Australia Collective Fashion Justice (CFJ), que defiende la moda ética y forma parte de la red de la ONU sobre moda y estilo de vida, afirma que “el cuero no es un subproducto”, sino un coproducto con valor de por sí; para CFJ, es engañoso cargar toda la huella de carbono en la carne y la leche, ya que el comercio del cuero asume una parte del sostenimiento económico de la ganadería. Por ejemplo, la venta de las pieles compensa la pérdida por los terneros machos en la industria lechera. Según Leather Panel, la huella de carbono total del cuero es de 110 kilos de CO2 por metro cuadrado, de los cuales solo 17 kilos corresponden a la fabricación; el resto está en la granja.
Pero no todo el cuero se origina en la ganadería tradicional; también existe el procedente de cocodrilos, serpientes y otros animales exóticos. Tampoco en esto hay unanimidad. Mientras algunos expertos sostienen que esta demanda favorece el tráfico ilegal de especies, en cambio otros alegan que explotar la piel de serpientes o cocodrilos ayuda a su conservación. Según los biólogos y ambientalistas Daniel Natusch, Grahame Webb y Rick Shine, “la recolección comercial da a los pueblos locales —a menudo muy pobres— un incentivo financiero directo para conservar las poblaciones de reptiles y los hábitats de los que dependen”.
Nuevos procesos más ecológicos y alternativas sostenibles
En cualquier caso, el cuero debe curtirse, y esto implica el uso de sales de cromo y hasta 170 productos potencialmente dañinos, según CFJ, a lo que se une la generación de sulfuro de hidrógeno, amoniaco y otros residuos. La búsqueda de nuevos procesos más ecológicos —según un estudio, los taninos vegetales no mejoran la factura ambiental del cuero— es una de las exigencias de la industria, que según Leather Naturally está “comprometida en la eliminación de sustancias potencialmente dañinas de la cadena de suministro”. Esta entidad asegura que el cuero es biodegradable en 10 a 50 años, que se recicla en fibras para calzado y otros usos, y que varios países cuentan con certificaciones de sostenibilidad.
Frente a todo esto, CFJ acusa a la industria de greenwashing: el índice Higg, creado por la Coalición de Ropa Sostenible y que evalúa la sostenibilidad de los materiales de la industria de la moda, calificó el cuero vacuno como el tercer material de mayor impacto en el medio ambiente después de la seda y la lana de alpaca, algo que la industria niega, alegando que el índice Higg ha sobreestimado el impacto ambiental del cuero en nada menos que 8.000 veces.
Y ¿qué hay de las alternativas? Gran parte del cuero sintético actual es sobre todo poliuretano, un plástico, derivado del petróleo. Incluso en este caso, CFJ afirma que un par de botas de cuero bovino tiene un coste de carbono casi siete veces superior a otro par de cuero sintético; otras fuentes apoyan la misma idea en apariencia paradójica, que el cuero sintético es más ecológico. Pero el futuro nos depara nuevas opciones: para prescindir de los plásticos, actualmente se están introduciendo cueros vegetales obtenidos del té, el maíz, hojas de piña, cactus o setas, o de bioplásticos.
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