Los ojos azules aparecieron por primera vez en algún lugar de la tundra europea hace unos 10.000 años como una mutación simple en un gen. Si se asume que solamente aquellas mutaciones que suponen una ventaja — o al menos no implican una desventaja— perviven, la pregunta es inevitable: ¿qué beneficio presentan desde un punto evolutivo los ojos azules para que hayan perdurado hasta ahora? Más teniendo en cuenta que, hasta el momento, se han identificado más contras que pros.
Para dar respuesta a esta cuestión se han planteado distintas hipótesis. Así tenemos las que señalaban que su éxito era consecuencia de un mayor atractivo sexual, hasta que los ojos azules fuesen, simplemente, un efecto lateral de la piel y el pelo claros que, en esas latitudes, sí supondría una ventaja a la hora de captar radiación solar UV necesaria para producir vitamina D.
Ahora, según un nuevo estudio efectuado por investigadores de la Liverpool John Moores University, es probable que la clave se encuentre en el combo formado por lo que, a priori, es una desventaja evolutiva y su preponderancia en los países nórdicos.
La misión de la melanina
El color de los ojos viene determinado por la cantidad de melanina acumulada en el iris. La melanina es un pigmento (foto) protector que absorbe radiación solar (incluida la potencialmente dañina radiación UV). Así pues, el color azul de los ojos es en realidad la consecuencia de una ausencia de coloración. O, para ser más específicos, de una cantidad muy pequeña de melanina en el iris, en el que se encuentra muy diseminada. Insuficiente para teñir el ojo de oscuro pero que sí dispersa la radiación incidente provocando que aquel se vea azul; de un modo análogo a cómo las moléculas de la atmósfera dispersan la luz solar incidente y colorean el cielo. Se trata pues de un color estructural y no químico o pigmentario.
Pero en realidad, la principal misión de la melanina en el iris es otra. En los ojos oscuros la abundancia de este pigmento impide el paso de luz a la retina más allá de la que accede a través de la pupila. Pero en el caso de los ojos azules, la escasez de melanina permite que parte de la luz incidente sí penetre a través de las sucesivas capas de tejido hasta alcanzar el fondo del ojo, la pantalla de proyección, a modo de luz parásita. Eso es, una iluminación extra no deseada, que afecta para mal a la calidad de la imagen -además de deteriorar el tejido ocular- al generar destellos y, sobre todo, al enmascarar el contraste. Una forma de verlo es reparar en lo mal que se distingue la imagen de la televisión cuando sobre ella incide la luz de forma más o menos directa (motivo por el que no se recomienda poner la televisión frente a la ventana).
Esto en condiciones de iluminación suficiente. Pero ¿y si esta aparente desventaja resulta ser una ventaja en condiciones de baja luminosidad? Eso es lo que concluye el nuevo estudio, que postula que los ojos azules favorecen la agudeza visual con escasa iluminación precisamente gracias a esa luz “parásita” que se filtra. Unas condiciones que dominan durante gran parte del año en los países más boreales.
Dos propuestas con poca luz
No obstante, y dado que el estudio se ha efectuado sobre un pequeño grupo de población (40 sujetos) los expertos señalan que las conclusiones alcanzadas, si bien son plausibles y tienen sentido, deberán ser confirmadas con nuevos estudios…
… o con experimentos como el que se plantea a continuación y que consiste en encerrarse en una habitación en penumbra, con la puerta entornada y la luz del pasillo encendida y constatar a partir de qué punto (de qué ángulo de apertura de la puerta) puedes leer una noticia de un periódico o las páginas de un libro que sostienes a la distancia habitual o sobre una mesa mientras permaneces sentado. Y comparar tus resultados con los de amigos y/o familiares para ver si los individuos con ojos azules manifiestan una mayor agudeza visual.
Más atractivo aún resulta la posibilidad de explorar otra vertiente de esta investigación: distintos estudios vinculan los ojos azules a una menor capacidad de reacción ante estímulos externos (visuales, sonoros, etc.). La explicación es que la coloración del iris se entiende que puede ser un indicador de la melanina sintetizada en otras partes del cuerpo. En este caso concreto, de neuromelanina, una molécula implicada en la velocidad a la que se transmiten los impulsos nerviosos. Lo que otra vez es una clara desventaja evolutiva en la lucha por la supervivencia…
… y lo que nos devuelve a las regiones más boreales y a su limitada luz durante gran parte del año. Y a, si en estas condiciones, la mayor agudeza visual compensa e incluso supera a la menor velocidad de transmisión de la señal nerviosa. O, dicho de otro modo: si poder detectar un estímulo visual antes compensa la menor velocidad de reacción. Para comprobarlo, se plantea un segundo experimento en la misma habitación en penumbra en la que ahora otra persona debe situarse frente a ti, ambos con los brazos extendidos y él sujetando una moneda o similar, presto para soltarla en un momento dado. Y que tú debes intentar coger al vuelo.
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