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29 noviembre 2023

Diarios de navegación, clave para entender el cambio climático

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Ricardo García Herrera, catedrático de Física de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid, del Instituto de Geociencias, CSIC o UCM, conversa con la meteoróloga y comunicadora Isabel Moreno sobre las diferentes técnicas para medir la variación de las temperaturas y sobre la importancia de los diarios de navegación.

Sabemos que ahora mismo las temperaturas que estamos teniendo no tienen precedentes en muchísimos años. ¿Cómo sabemos que esto es así?

Esto es posible gracias al uso de una serie de técnicas muy variadas. Por ejemplo, viendo el contenido de ciertos isótopos del oxígeno en testigos de hielo que se sacan en Groenlandia o en la Antártida, analizando las características de los anillos de los árboles de ciertas especies, analizando sedimentos en los lagos, o también utilizando fuentes documentales.

Las olas del mar de Escocia golpean contra un iceberg tabular, o isla de hielo, con cueva. Antártida, cerca de Georgia del Sur
Las olas del mar de Escocia golpean contra un iceberg tabular, o isla de hielo, con cueva. Antártida, cerca de Georgia del Sur

Es decir, qué cosas del clima pasado se cuentan en las diferentes fuentes documentales.

¿Como por ejemplo?

La fuente documental que más hemos estudiado, son los diarios de navegación. Desde tiempos de Felipe II, los barcos españoles que cruzaban el Atlántico se veían obligados a rellenar un cuaderno de navegación, donde indicaban los principales acontecimientos que habían ocurrido o cuál era el camino que habían seguido. A la vuelta del viaje, ese cuaderno de navegación se quedaba en lo que ahora mismo se conoce como el Archivo General de Indias en Sevilla, que por aquel entonces era la Escuela de Mareantes.

El catedrático de Cosmografía hablaba con los pilotos y analizaba ese cuaderno ya que servía para instruir a los siguientes pilotos. A partir de ahí, en las diferentes naciones que empiezan a surcar el Atlántico y el resto de océanos, se vuelve obligatorio mantener un diario de navegación, que básicamente tiene las mismas características en todos ellos, desde más o menos finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Desde tiempos de Felipe II, los barcos españoles que cruzaban el Atlántico se veían obligados a rellenar un cuaderno de navegación Fuente:  Fondo Antiguo

Indicaban cuál era su posición, cuál era la dirección, la fuerza del viento, el estado del mar, el estado de la atmósfera… Y además tenían que indicar cualquier accidente, por ejemplo, si había pasajeros heridos o enfermos, si se encontraban con un navío enemigo o, si habían avistado tierra en cualquier lugar.

Nosotros hemos aprovechado esa información relativa a la dirección del viento y la fuerza con la que lo describían. Y hemos hecho climatologías desde el siglo XVII hasta ahora, utilizando esos valiosos registros. En esa época, siglo XVIII o siglo XIX, no había otros observatorios en los océanos más que lo que registraban los barcos. Hoy en día tenemos satélites que nos dan información de lo que está pasando en cualquier sitio, pero entonces los barcos eran para nosotros como observatorios flotantes.

¿Hay alguna expedición a la que le tengas un cariño especial?

Últimamente estamos estudiando la expedición Malaspina. Como ya sabéis, Malaspina era un ilustrado italiano al servicio de los Borbones en España, y que, al igual que otras naciones de la época, pretendió hacer una expedición de carácter científico que diera la vuelta al mundo. No se logró, pero fueron dos años de navegación por las costas, fundamentalmente de América.

Puerto de Palapa en la isla de Samar. Actualmente este dibujo se encuentra en paradero desconocido. La única referencia que se conserva es la reproducción que figura en el 'Album fotográfico' de la Expedición Malaspina (1789–1794), regalado a la Princesa de Asturias en 1875, tras su visita a la Dirección de Hidrografía. Hay ejemplares de este Album en la Biblioteca del Palacio Real y en el Archivo del Naval.
Puerto de Palapa en la isla de Samar. Actualmente este dibujo se encuentra en paradero desconocido. La única referencia que se conserva es la reproducción que figura en el ‘Album fotográfico’ de la Expedición Malaspina (1789–1794), regalado a la Princesa de Asturias en 1875, tras su visita a la Dirección de Hidrografía. Hay ejemplares de este Album en la Biblioteca del Palacio Real y en el Archivo del Naval.

En lugar de celebrar su llegada y el éxito de la expedición, a Malaspina lo encerraron y los documentos estuvieron mucho tiempo sin ser analizados. Nosotros hemos visto que la información meteorológica no se había analizado con detalle, y hemos podido comprobar que los instrumentos que llevaban, aunque eran muy primitivos, daban una calidad de información similar a la que actualmente se alcanza, porque ya disponían de termómetros y barómetros.

Este es uno de los temas que a mí me preguntan mucho, sobre todo cuando intentan restar importancia a las afirmaciones que hacemos de que las temperaturas que tenemos ahora no son comparables a las que había hace unos siglos y que además sabemos por qué. Muchas personas consideran que ese tipo de datos no son fiables. ¿Cómo se puede saber que esos datos sí que lo son?

Hay muchas técnicas que son muy sofisticadas y que dependen del tipo de dato. Cuando cavas o perforas, una superficie de hielo y coges hielo fósil de a lo mejor  200 o 300.000 años, y lo que buscas son burbujas de oxígeno para ver el contenido de un determinado isótopo del oxígeno, el cual es un indicador de la temperatura. En ese caso, se necesita un proceso químico estadístico bastante complicado. 

Otra cosa es lo que nosotros hacemos, con los registros de estos documentos los comparamos con la climatología actual y vemos las discrepancias, si son explicables o no son explicables, si hay sesgos o no hay sesgo por diferentes técnicas estadísticas. Cada tipo de técnica que busca el pasado tiene sus propias formas de calibración y validación.

BBVA-OpenMind-Materia-Agua 2-En los océanos, lagos y ríos, la capa flotante de hielo impide que escape el calor, manteniendo en estado líquido el agua que yace debajo. Crédito: Jay Mantri
En los océanos, lagos y ríos, la capa flotante de hielo impide que escape el calor, manteniendo en estado líquido el agua que yace debajo. Crédito: Jay Mantri

Se encuentran cosas muy interesantes. Hay que destacar que la atmósfera está caracterizada por lo que se llaman ciclos multidecadales, que son oscilaciones de muy largo plazo. Por ejemplo, nosotros hemos encontrado que en el monzón africano de la costa occidental, que ahora mismo se encuentra en una fase que está dando lugar a sequías muy intensas en el Sahel, hace 150 años estaba en la fase contraria y ahí la precipitación fue mucho más abundante, como consecuencia, las condiciones de vida en aquella zona eran mucho mejores. 

Esa información, ¿por qué es interesante? Porque lo que pasó hace 150 años no está afectado por las emisiones de gases de efecto invernadero y nos permite caracterizar mejor la variabilidad natural del clima. En los estudios de atribución buscamos ver qué parte es una oscilación natural y qué parte se superpone, qué es la componente del calentamiento global del efecto antropogénico. 

Al tener mejor caracterizado el pasado, podemos caracterizar mejor el presente y afinar los modelos. Ese es el valor que tienen todas estas observaciones y la necesidad que tenemos de registros muy largos. No es solamente un interés histórico, sino que cuanta más información tengamos del pasado, mejor podemos entrenar a los modelos y más fiable va a ser la predicción del futuro.

Y por último, ¿cómo llegáis a esos documentos? ¿Qué se necesita para que tengas esos papeles en la mano?

Se necesita paciencia y colaboración con otras disciplinas. Es un trabajo que hemos hecho en colaboración con historiadores, con archiveros, con geógrafos… Es necesario generar un protocolo de trabajo que permita entenderse entre disciplinas tan diferentes, y también, conectarse con muchos colegas. Por ejemplo, nosotros lideramos un proyecto europeo donde colabora gente del Instituto Meteorológico Holandés, de diferentes universidades en Inglaterra, en Argentina y en otros paises, y lo que vimos fue que el mundo, “para nuestra sorpresa”, era más global de lo que pensamos.

El clima no tiene fronteras. Fuente: World of Ptolemy as shown by Johannes de Armsshein

La estructura de los diarios de navegación era muy similar. Luego lo piensas y tiene todo el sentido, ya que aquella gente se encontraba en los puertos, entonces se producia un intercambio de información y de procedimientos. Con esa visión multidisciplinar de tener claro lo que uno está buscando y luego con trabajar con alguien que sepa buscar en los archivos, se puede llegar a este tipo de procesos.

Todo esto que nos estás contando nos está demostrando dos cosas fundamentalmente: la primera, que esto es transversal, que necesitamos a todas las ramas de conocimiento trabajando en lo mismo; y lo segundo y más importante, que  todo lo relacionado con el clima no tiene fronteras.

Efectivamente, el clima no tiene fronteras. Esta división que existe entre las distintas ramas de la ciencia es artificial, porque cuando uno va a ver cosas como el impacto en las sociedades necesita eso, toda la riqueza de la sociedad, tenerla enfrente a través de las distintas disciplinas.

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