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11 octubre 2023

El futuro del Antropoceno: ¿qué quedará de nosotros?

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En la versión original de El planeta de los simios (1968), el astronauta interpretado por Charlton Heston creía encontrarse en un planeta lejano para acabar comprendiendo que no era sino su vieja Tierra, en la que habían transcurrido más de 2.000 años por el efecto de dilatación del tiempo durante su viaje a una velocidad cercana a la de la luz. La escena en la que el astronauta descubre la verdad al contemplar los restos de la estatua de la Libertad ha pasado a la historia como uno de los finales más espectaculares de la historia del cine. Lo cual invita a una interesante pregunta: cuando nuestra civilización se extinga, ¿qué restos quedarán como testimonios de nuestro paso por este planeta?

BBVA-OpenMind-Yanes-El futuro del antropoceno_1 En 2023 se seleccionó el lago Crawford (Canadá) junto con otras 12 localizaciones secundarias, como el marcador estándar del inicio del Antropoceno. Crédito: Bonnie Jo Mount/The Washington Post via Getty Images
En 2023 se seleccionó el lago Crawford (Canadá) junto con otras 12 localizaciones secundarias, como el marcador estándar del inicio del Antropoceno. Crédito: Bonnie Jo Mount/The Washington Post via Getty Images

En 2000 el biólogo Eugene Stoermer y el químico atmosférico Paul Crutzen propusieron la declaración de una nueva época geológica llamada Antropoceno, un término acuñado en los años 80 por Stoermer. Según la escala actual del tiempo geológico, vivimos en el Holoceno —la última época del periodo Cuaternario— que comenzó tras la última glaciación hace 11.700 años. Stoermer y Crutzen repasaban cómo la humanidad se ha convertido en “una fuerza geológica mayoritaria” que permanecerá “durante muchos milenios, puede que millones de años en el futuro”, y que debido a ello el planeta ya no se rige según los parámetros del Holoceno.

La declaración del Antropoceno aún no ha sido oficialmente adoptada, y tampoco los científicos han llegado a un acuerdo sobre su inicio: Stoermer y Crutzen lo situaban a finales del siglo XVIII, la Revolución Industrial; otros sugieren la era nuclear a mediados del siglo XX, detectable en el suelo por la deposición de plutonio a causa de las pruebas termonucleares, a lo que se une una mayor presencia de plásticos, metales pesados como el plomo, cenizas por la quema de carbón y la huella del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero.

El mundo sin nosotros

En esta línea, en 2023 el Grupo de Trabajo del Antropoceno de la Comisión Internacional de Estratigrafía seleccionó el lago Crawford, en Canadá, junto con otras 12 localizaciones secundarias, como el marcador estándar del inicio del Antropoceno, una especie de “clavo de oro” que sirva de referencia internacional. Según el radioquímico ambiental de la Universidad de Southampton Andrew Cundy, miembro de este grupo de trabajo, “la presencia de plutonio nos da un indicador drástico de cuándo la humanidad se convirtió en una fuerza tan dominante que pudo dejar una huella dactilar única global en nuestro planeta”.

En un futuro post-humano nuestro paso por aquí podría detectarse por un sedimento de polvo radiactivo y plásticos. Crédito: Christian Creixell / Alamy Stock Photo En un futuro post-humano nuestro paso por aquí podría detectarse por un sedimento de polvo radiactivo y plásticos. Crédito: Christian Creixell / Alamy Stock Photo
En un futuro post-humano nuestro paso por aquí podría detectarse por un sedimento de polvo radiactivo y plásticos. Crédito: Christian Creixell / Alamy Stock Photo

Pero si en un futuro post-humano nuestro paso por aquí podría detectarse por un sedimento de polvo radiactivo y plásticos, ¿eso será todo? En 2007 el periodista Alan Weisman publicó el libro El mundo sin nosotros (edición española: Debate, 2022), en el que reunía la visión de diversos expertos para aventurar qué sucedería con el legado físico de nuestra civilización y con el resto del planeta si los humanos desapareciéramos repentinamente.

El libro de Weisman sorprendió, primero, por lo fugaz de la normalidad: en solo dos días los túneles del metro de Nueva York estarían inundados, y en unas semanas los reactores de todas las centrales nucleares entrarían en fusión, mientras que las petroquímicas se convertirían en géiseres llameantes. Pero al mismo tiempo, la sombra de nuestra civilización sería alargada: las casas de madera no durarían mucho, pero las ruinas de estructuras de hormigón o piedra persistirían durante milenios. En el escenario a 2.000 años de El planeta de los Simios, la estatua de la Libertad no sería ni mucho menos el único vestigio. En un millón de años el Eurotúnel del canal de La Mancha, inundado, y las cámaras de seguridad de los bancos aún darían fe de que estuvimos aquí. Incluso dentro de 7 millones de años los rostros de los presidentes de EEUU en el monte Rushmore todavía serían visibles.

Pollos, el marcador biológico de nuestra era

En 2020 David Farrier publicó Footprints: In Search of Future Fossils, que especula sobre el futuro registro geológico del Antropoceno. Dentro de 100.000 años, escribía Farrier, nuestros plásticos quedarán encerrados en las arcillas formadas por la reacción de los silicatos con el aluminio y después endurecidas en esquistos, que conservarán “impresiones fantasmales de mangos de cuchillos, interruptores de la luz o el pomo de una palanca de cambios”. Restos de pilares de hormigón armado de los rascacielos aún podrían reconocerse en los estratos dentro de millones de años, y la formación de nuevas montañas dentro de 100 millones de años tal vez sacaría a la luz una capa de unos pocos metros de grosor en la que podrían encontrarse las siluetas de sillas, tarjetas SIM y horquillas para el pelo.

La presencia de plutonio nos da un indicador drástico de la huella de la humanidad en nuestro planeta, según el radioquímico ambiental Andrew Cundy. Crédito: University of Southampton

En cuanto a los verdaderos fósiles, los de seres vivos, el registro en la roca estará dominado por una especie: pollos, la “rata del Antropoceno”, en palabras de Farrier. Cada año consumimos unos 60.000 millones de pollos. En 2018 la geóloga Carys Bennett y sus colaboradores propusieron en un estudio que el pollo será el marcador biológico de nuestra era. Según la científica, “el enorme número de huesos de pollo distintivos descartados en todo el mundo dejará una clara señal en el registro geológico del futuro”. En otro estudio de 2020, el paleontólogo Roy Plotnick y la paleobióloga Karen Koy añadían otros fósiles que abundarán: vacas, cerdos, ovejas, cabras, perros, gatos y, por supuesto, nosotros. En cambio, escribían, “las opciones de que un animal salvaje forme parte del registro fósil son muy pequeñas”.

BBVA-OpenMind-Yanes-El futuro del antropoceno_4 El registro fósil del Antropoceno estará dominado por una especie: los pollos, la “rata del Antropoceno”, en palabras de David Farrier. Crédito: kampee patisena/Getty Imagenes
El registro fósil del Antropoceno estará dominado por una especie: los pollos, la “rata del Antropoceno”, en palabras de David Farrier. Crédito: kampee patisena/Getty Imagenes

Todo esto, claro, si es que realmente queda algo. Algunos autores se oponen a la idea del Antropoceno, no tanto por una cuestión técnica, sino más bien por lo “grandilocuente y portentoso” que suena, en palabras del psicólogo Matthew Adams; cuando en el fondo la humanidad será una ínfima transición entre dos épocas de la larga historia de la Tierra, “un mero parpadeo en el contexto del tiempo profundo”.

Javier Yanes

 

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