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31 marzo 2016

Newton y las ecuaciones de la Naturaleza

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Todos conocemos a Isaac Newton por algo que nunca hizo: descubrir la gravedad cuando le cayó una manzana en la cabeza y lo despertó de una siesta bajo un árbol. Pero fue él mismo quien alimentó la leyenda. Ya de anciano contó que al ver caer una manzana se dio cuenta de que la gravedad que atrae la fruta hacia el suelo es la misma fuerza que mantiene a la Luna girando alrededor de la Tierra. Luego todo se exageró, pero lo que sí es verdad es que fue inspirándose en sucesos cotidianos como Newton dio con unas fórmulas sencillas para describir el movimiento de cualquier cosa que veía. Fue el primero que logró explicar la Naturaleza con unas pocas ecuaciones matemáticas, y no sólo con palabras.

Retrato de un joven Isaac Newton (1689), en la época de sus grandes aportaciones a la ciencia. Autor: Sir Godfrey Kneller

Sólo por eso Isaac Newton (1643-1727) fue un modelo a seguir para la ciencia. Pero además, este físico inglés hizo otros importantes descubrimientos en matemáticas, óptica y astronomía, a pesar de que cuando era niño, sus notas escolares decían que era “vago y distraído”. Aún así, su tío se empeñó en que fuera a la Universidad de Cambridge y allí pronto asomó su talento superior y peculiar. Aburrido por las matemáticas que le enseñaban en la facultad, se inventó las derivadas y las integrales; pero se pasó veintisiete años sin contárselo a nadie y luego se enfrentó con el alemán Leibniz, cuando este tuvo la misma idea. Ya como profesor en Cambridge, en el mismo puesto que ocupó recientemente Stephen Hawking, descubrió que la luz blanca es una mezcla de colores y que está compuesta por partículas. Pero su gran rival Robert Hooke —entonces responsable de experimentos de la Royal Society— rechazó esa revolucionaria teoría. Newton, que no admitía la más mínima crítica, decidió no publicar su trabajo hasta que Hooke murió, treinta años más tarde.

Así era el estilo Newton: cara y cruz. Como su frase más famosa: «Si he logrado ver más lejos, es porque he subido a hombros de gigantes». Sacada de una carta a Hooke, no sabemos si fue un ejercicio de modestia o si fue una puya a su enemigo, que era más bien bajito y encorvado. También se ha interpretado como un homenaje a Copérnico, Galileo y Kepler, en cuyos descubrimientos se apoyó para escribir sus Principia (Principios matemáticos de la filosofía natural), la obra por la que Isaac Newton pasó a la historia en 1687 gracias a la insistencia de Halley —el mismo del cometa. Edmond Halley financió el libro, le animó a empezarlo y también a terminarlo cuando Newton quiso abandonar tras otra pelea con Hooke, que insistía en que la idea del libro había sido suya. Aunque la idea inicial era explicar por qué los planetas se movían en órbitas elípticas, como había dicho Kepler, Newton hizo mucho más: halló la fórmula de una fuerza de atracción (la gravedad) que afecta tanto a los cuerpos del cielo como a los objetos de la Tierra.

Escultura en homenaje a Newton en la Bristish Library de Londres. Crédito: muffinn

Era la ley de la gravitación universal, que unida a sus otras tres leyes de movimiento describía con precisión muchas cosas: la trayectoria de un planeta, un cometa o una bala. También explicaba el ciclo de las mareas, atraídas por la Luna. Y aquella fórmula incluso justificaba que la Tierra no sea una esfera perfecta y por qué al girar ésta sobre sí misma no salimos disparados al espacio (cosa que sí sucede con los objetos adheridos a una rueda). Esta era una de las clásicas objeciones de quienes se resistían a creer que la Tierra se mueve, como había dicho Copérnico. Galileo explicó que cualquier cosa que gira tiene una inercia a salirse por la tangente, como la inercia que sentimos al tomar una curva en un coche. Y Newton, subido a los hombros de sus dos predecesores, calculó que la gravedad es 300 veces más fuerte que esa inercia: por eso nos mantenemos pegados a la Tierra sin notarla. Todos estos grandes éxitos de Newton dejaron a la ciencia con la autoestima muy alta; pero él se retiró pronto, tras una crisis nerviosa. Dejó la ciencia de lado y dedicó los últimos 40 años de su vida a la teología, a la política y a la búsqueda de la piedra filosofal.

Francisco Doménech para Ventana al Conocimiento

@fucolin

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