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26 marzo 2021

Wilhelm Röntgen y los rayos que cambiaron nuestra visión del mundo

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Los físicos habían llegado al final del siglo XIX con la autoestima muy alta, después de las grandes hazañas de mitos científicos como Faraday o Maxwell. El primero logró conectar electricidad y magnetismo gracias a su genial intuición; el segundo fue aún más allá, llegando por puro placer matemático a unas fórmulas teóricas que unificaban ambos fenómenos y que además explicaban la luz como una onda electromagnética. Todo parecía encajar. Albert A. Michelson, que con sus asombrosos experimentos consiguió medir la velocidad de la luz, dio por hecho en 1894 que los grandes principios de la física estaban ya cerrados y que a partir de entonces era cuestión de pulir y precisar: “las futuras verdades de esta ciencia habrá que buscarlas en la sexta cifra decimal”.

Retrato de Wilhelm Conrad Röntgen, publicado en 1915 por la revista gráfica ‘Berliner Illustrirte Zeitung’. Autor: Nicola Perscheid

Esta predicción del fin de la física, que por un bulo se atribuye a Lord Kelvin, saltó por los aires con tres descubrimientos en los tres años siguientes: los rayos X (1895), la radiactividad (1896) y el electrón (1897) rompieron una vez más los esquemas de los físicos —quienes, cuando estaban empezando a asimilar esas revolucionarias novedades, vieron como Planck inauguraba la mecánica cuántica (1900) sin realmente dar crédito a su propia teoría.

UNA LUZ INVISIBLE PARA VER NUEVOS MUNDOS

Los rayos X, descubiertos por el alemán Wilhelm Röntgen (27 marzo 1845–10 febrero 1923), fueron la primera de esas sacudidas científicas que literalmente cambiaron nuestra visión del mundo. Y así lo supo ver desde el principio Röntgen, que realizó él mismo las primeras radiografías de la historia. Pero más allá de su aplicación médica que hoy vemos como algo cotidiano, aquella nueva radiación desconocida (de ahí la letra de su nombre) fue la clave para poder visualizar en 3D la molécula de penicilina en 1945 (lo que impulsó la fabricación masiva del primer antibiótico) o para saber que el ADN era una doble hélice en 1953 (lo que desveló por fin el enigma del código genético). Esos y otros hallazgos dieron el Nobel a muchos científicos, que usaron los rayos X para ver y entender lo nunca visto. Y esta radiación nos ha revelado desde diminutas estructuras del interior de las células (gracias el microscopio de rayos X) hasta violentos fenómenos astronómicos como galaxias caníbales en remotos lugares del universo (detectados por telescopios de rayos X).

BBVA-OpenMind-Rayos x-Wilhelm Röntgen y los rayos que cambiaron nuestra visión del mundo 2 Una de las primeras radiografías realizadas por Röntgen: la mano izquierda de su mujer, Anna Bertha Ludwig. Autor: Wilhelm Röntgen
Una de las primeras radiografías realizadas por Röntgen: la mano izquierda de su mujer, Anna Bertha Ludwig. Autor: Wilhelm Röntgen

120 años después, y con todos esos logros por el camino, cobra aún más sentido que el primer premio Nobel de Física de la historia fuera para Röntgen, en 1901, culminando la improbable trayectoria científica de un estudiante poco brillante. Su carrera académica estuvo lastrada por un incidente en el instituto, en el que una caricatura burlona de un profesor —que el adolescente Wilhelm negó haber realizado, pero se negó a confesar quién era el autor— supuso su expulsión y la imposibilidad de asistir a la universidad en Holanda, donde residía. Logró convertirse en estudiante universitario en Suiza a través del Instituto Politécnico de Zurich (el mismo en el que estudió Einstein) y, finalmente, llegó a ser profesor titular en la Universidad de Wurzburgo, sin haber destacado por el camino.

Fue estando en ese puesto cuando Wilhelm Röntgen sorprendió al mundo con su gran descubrimiento. Era uno de tantos científicos que como William Crookes estaban investigando con tubos de vacío y todo apunta a que otros científicos habían presenciado antes el fenómeno, pero él fue el primero en detenerse a estudiarlo. El 8 de noviembre de 1895 Röntgen observó una fluorescencia en una pantalla exterior, fuera del tubo que había recubierto totalmente con un cartón. Durante el siglo XIX los físicos habían logrado a asumir que había formas de luz que eran invisibles, pero no estaban preparados para aceptar que una luz invisible podía atravesar materiales opacos como el cartón o la piel (pero no otros más densos como los metales o los huesos); ni mucho menos podían imaginar que eso sirviera para ver cosas que hasta entonces eran imposibles de ver, como el interior del cuerpo humano. Röntgen sí lo hizo.

LOS RAYOS RÖNTGEN Y EL PROFESOR X

En un primer momento, grandes eminencias como Lord Kelvin rechazaron las observaciones de Röntgen y pensaron que aquello era un engaño. Pero los minuciosos experimentos y detalles aportados por el investigador alemán acabaron por convencerlos. Su nombre figura en la historia de la ciencia al lado de geniales científicos y, aunque su talento quizás no fuera tan grande, compartió con ellos la falta de prejuicios: “Yo no pensaba, simplemente investigaba”, afirmó Wilhelm Röntgen cuando le preguntaron sobre las chocantes conclusiones de su investigación “Sobre un nuevo tipo de rayos”.

BBVA-OpenMind-Rayos x-Wilhelm Röntgen y los rayos que cambiaron nuestra visión del mundo 3 - Imagen de rayos X de la doble hélice del ADN, tomada en 1952 por el estudiante Raymond Gosling under the supervision of Rosalind Franklin. Crédito: Raymond Gosling/King's College London
Imagen de rayos X de la doble hélice del ADN, tomada en 1952 por el estudiante Raymond Gosling under the supervision of Rosalind Franklin. Crédito: Raymond Gosling/King’s College London

En muchos países a esa sorprendente radiación se le sigue llamando “rayos Röntgen”, aunque él siempre rechazó ese tipo de protagonismo (con el que ahora se le recuerda mediante el nombre de una unidad para medir la exposición a la radiación o el de un elemento químico muy radiactivo). Tampoco asistió a la ceremonia de entrega del premio Nobel ni quiso nunca solicitar patentes relacionadas con su descubrimiento, alegando que era un conocimiento que pertenecía a la humanidad —un comportamiento que contrasta con el de máquinas de patentar como Edison o brillantes ingenieros como Tesla, que quiso disputar a Röntgen el descubrimiento de los rayos X—. Además, donó todo el dinero del Nobel a su universidad y por eso murió pobre en 1923, con sus ahorros consumidos por la inflación tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Sin ningún deseo de trascendencia, pidió que tras su muerte se quemaran sus cuadernos de laboratorio, lo que nos impide explorar algunos detalles de los estudios que le reservaron un hueco en la historia. El célebre descubridor de los rayos Röntgen acabó así, paradójicamente, convertido en un olvidado y casi desconocido profesor X. 

Francisco Doménech
@fucolin

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