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28 octubre 2019

La zoología fantástica de Borges: imaginación y ciencia

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Entre los literatos del siglo XX que más repercusiones y resonancias han tenido en el mundo de la ciencia destaca sobre todo Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986). En este sentido, diversos autores han señalado cómo en su obra existen intuiciones y anticipaciones de conceptos físicos y matemáticos como el tiempo, el espacio, el infinito, etc. En cambio, no se han analizado tanto las ideas de Borges en aspectos biológicos como la naturaleza y la clasificación de los animales.

Los animales de Borges

En alguna entrevista, Borges declaró que de las Ciencias Biológicas la que más le interesó fue la Zoología, es decir, la ciencia que estudia los animales. De hecho, en su obra aparecen animales reales: tigres, sobre todo, pero también jaguares, caballos, leones, lobos, etc.

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Jorge Luis Borges 1951, fotografiado por Grete Stern

Pero su interés por la mitología le llevó a recrear otros animales más o menos imaginarios y extraordinarios. Concretamente en su obra El libro de los Seres Imaginarios (1967) que publicó en colaboración con la misteriosa e imaginaria Margarita Guerrero (aunque inicialmente con menos seres imaginarios se publicó en 1957 como Manual de Zoología Fantástica) compiló con su particular estilo y erudición los “extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres”.

Y entre tales entes figuran extraños animales fundamentalmente de dos tipos. Unos que existen realmente pero a los que la mitología y/o el desconocimiento atribuyó propiedades extraordinarias: panteras, pelícanos, salamandras, etc.  Y luego otros verdaderamente imaginarios. Y aquí, junto a algunos conocidos como los centauros, dragones, unicornios, etc., incluye otros menos conocidos como animales con más patas, alas o cabezas de las normales. En particular en este último grupo destaca la Anfisbena, palabra que en griego significa “doble dirección”, que sería una serpiente que puede ir hacia adelante y hacia atrás por tener dos cabezas, una en su lugar y la otra en la cola.

BBVA-OpenMind-Manuel Ruiz Rejon-Borges-Amphisbaena_cashel-Representación de una anfisbena (una serpiente de dos cabezas) en un relieve medieval (Rock of Cashel Museum, Irlanda)
Representación de una anfisbena (una serpiente de dos cabezas) en un relieve medieval (Rock of Cashel Museum, Irlanda)

En sus descripciones de estos animales imaginarios y extraños, Borges muchas veces señala que se podían basar en propiedades aparentemente extrañas de algunos animales reales. Así señala que el mito de la anfisbena podía estar basado en observaciones reales como las que existen en las Antillas y algunas regiones de América unos reptiles comúnmente conocidos como “dobles andadores” porque son capaces de moverse tanto hacia adelante como hacia atrás, además de como “serpientes de dos cabezas” porque aparentemente tienen estructuras parecidas a cabezas en la colas.

Pero también en ciertos casos Borges se mete a biólogo-científico y recoge los argumentos en contra de la posible existencia de tales animales extraordinarios. Así, para el centauro (animal con cabeza de hombre y grupa de caballo), menciona el argumento en contra de Lucrecio en su libro De Rerum Natura: “porque la especie equina logra su madurez antes que la humana y, a los tres años, el Centauro sería un caballo adulto y un niño balbuciente. Este caballo moriría cincuenta años antes que el hombre”. Y para la Anfisbena recoge el argumento de Sir Thomas Browne que en el siglo XVII: “observó que no hay animal sin abajo, arriba, adelante y atrás, izquierda y derecha, y negó que pudiera existir la Anfisbena, en la que ambas extremidades son anteriores”.

BBVA-OpenMind-Manuel Rejon-Centauro_montado_por_Eros_01-Centauro montado por Eros. Fuente: Wikimedia
Centauro montado por Eros. Fuente: Wikimedia

Pese a todo, en la actualidad, las serpientes mencionadas constituyen todo un grupo que acepta el nombre de la anfisbena, los amphisbenidos, muy interesante y poco conocido, en los que no se ha confirmado que tengan dos cabezas, pero sí que tienen la capacidad de moverse hacia adelante y hacia atrás. Por otro lado, la rama de la Biología que estudia el desarrollo de los animales está de acuerdo en que puede haber animales con anomalías como patas, antenas, ojos, o alas adicionales, e incluso que puedan aparecer organismos bicéfalos en posición anterior. Pero que un animal como la mítica anfisbena con dos cabezas en posiciones opuestas es difícil o imposible que se produzca, y no digamos quimeras como los centauros, aunque ya veremos a lo que se llega con técnicas de la nueva biología como la ingeniería genética o el CRISPR.

Y su clasificación

Una de las principales ocupaciones de la Zoología es la de clasificar los animales. A la hora de enfrentarse a este problema, Borges, en primera instancia, acepta las ideas canónicas de la taxonomía binomial y anidada por categorías-especie, género, familia, orden, etc, de las que disponen la Zoología y la Biología en general desde los tiempos de Linneo. Pero después, interesado por el problema global que supone toda clasificación de aspectos complejos, también propone otro sistema de clasificación de los animales totalmente heterodoxo y que en el fondo pone de manifiesto la dificultad de los afanes clasificatorios.

Este asunto lo desarrolla en el ensayo “El idioma analítico de John Wilkins” incluido en su libro Otras Inquisiciones, publicado en 1952. En los intentos por encontrar un idioma universal, que según Borges se remonta al siglo XVII con este autor –y con Descartes-, menciona el intento de un tal Letelier (1850) de encontrar un idioma analítico en el que “[] a, quiere decir animal; ab mamífero; abo carnívoro; aboj felino; aboje gato…”. Con ello es claro que Borges, además de Letelier, aceptaba de partida el sistema convencional de clasificar a los animales.

Pero también más adelante propone una clasificación de los animales muy peculiar que según él se atribuye a cierta enciclopedia china, desconocida o apócrifa, que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En ella, los animales se dividen en: “a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.”

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Árbol filogenético que muestra eventos de transferencia horizontal de genes. Fuente: Wikimedia

Borges justifica esta clasificación tan estrambótica de los animales en que cualquier clasificación de aspectos complejos es hasta cierto punto arbitraria. Y la clasificación de los animales no sería una excepción. De hecho, en esta actividad han surgido diversas dificultades desde que Aristóteles comenzara con los intentos por clasificar científicamente los seres vivos en general y los animales en particular según sus parecidos o sus diferencias. La última es que los intentos de clasificar los seres vivos utilizando las secuencias ADN sobre la base de que tales secuencias no se comparten entre distintas especies tiene un cierto problema desde el momento en que se ha descubierto que puede existir transferencia lateral-horizontal de ADN entre especies, mediante virus por ejemplo.

Manuel Ruiz Rejón

Universidad de Granada, Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro La Herencia del Mendelismo

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