Gracias al registro fósil hemos sabido de miles de especies desaparecidas antes de que los humanos llegáramos aquí. Pero un caso diferente son las especies que han convivido con nosotros en este planeta y que se han extinguido, en muchos casos por causa nuestra, sin que llegáramos a conocerlas. Posiblemente la mayoría permanezcan para siempre ignoradas; son las extinciones anónimas u oscuras. Sin embargo, algunas de ellas han sido descubiertas cuando ya era demasiado tarde. Repasamos aquí algunas de estas especies, descritas científicamente como nuevas y a la vez ya extinguidas, y que nos recuerdan que jugamos con una biodiversidad frágil y sin repuestos.

Dodo (Raphus cucullatus)
Al haberse convertido en una de las especies extintas más populares, en un símbolo de la extinción por causa humana y en un personaje de ficción, podría pensarse que el dodo fue una especie bien conocida. Pero no es así. Endémico de la isla Mauricio y descubierto por navegantes neerlandeses en 1598, la caza, los depredadores invasores y la destrucción de su hábitat llevaron a su extinción en 1662. Aunque se habían transportado ejemplares vivos a Europa y Asia, y se disecaron especímenes, a finales del siglo XVIII ya solo existían algunos huesos, una cabeza y un pie secos. Se han recuperado más restos en una ciénaga de Mauricio, pero la ecología del dodo es un misterio, dado que no existen estudios ni descripciones científicas en vida. Ni siquiera estamos seguros de su aspecto real: la mayoría de los dibujos se basaron en otros anteriores o en ejemplares disecados, y solo unos pocos se copiaron de la realidad.

Rascón de Ascensión (Mundia elpenor)
Como el dodo, el rascón de la isla de Ascensión en el Atlántico sur fue también un ave no voladora extinguida por la invasión humana, aunque no se conoce el momento concreto de su desaparición. Se cree que vivió hasta el siglo XVIII o principios del XIX, pero no se declaró oficialmente extinguida hasta 1994. Sobre su posible aspecto solo contamos con un esbozo muy rudimentario dibujado en 1656 por el viajero y comerciante Peter Mundy, por cuya descripción se supo de esta ave. Posteriormente se han hallado en la isla numerosos restos que han permitido clasificarla y describir su anatomía.

Gasteranthus extinctus
En los años 90 el biólogo E. O. Wilson acuñó el término “extinciones centinelanas” para referirse a aquellas especies que desaparecen sin que lleguemos a conocerlas por la destrucción de su pequeño hábitat. El nombre hace referencia a Centinela, una región montañosa costera de Ecuador cuya selva tropical albergaba una enorme biodiversidad vegetal, pero que fue arrasada para instalar granjas. Una de esas especies supuestamente extinguidas fue una planta con flores anaranjadas de la que se habían recogido muestras con anterioridad y que en 2000 recibió su nombre científico dándose ya por desaparecida, G. extinctus, puesto que no se había observado desde 1985. Pero sorprendentemente, reapareció: en 2019 y 2021 se encontraron varios ejemplares en distintos lugares de los retazos de bosque que aún perviven en Centinela. Hoy está críticamente amenazada.

Escarabajo de Samoa (Bryanites graeffii)
Muchas especies nuevas ya extinguidas se descubren en los museos, a partir de especímenes recogidos mucho tiempo atrás que no habían sido estudiados o se asignaron erróneamente a otra especie. Es el caso de un escarabajo recogido en Samoa en la década de 1860 por el naturalista suizo Eduard Graeffe, que pasó de una colección a otra hasta acabar en el Museo de Historia Natural de París. Allí el entomólogo de la Universidad de Cornell James Liebherr lo redescubrió y asignó en 2017 a una nueva especie en un género del que solo se conocían dos especímenes anteriores. Dado que de esta especie no se ha encontrado ni un solo ejemplar más, se supone extinguida.

Liquen timucua (Cora timucua)
En 2020 científicos de Europa y EEUU describieron una nueva especie de liquen de Florida a partir de 32 especímenes de museos recogidos entre 1885 y 1985. Un análisis de ADN descubrió que se trataba de una nueva especie, un liquen con lóbulos en forma de corazón que crecía en la corteza de ciertos arbustos de los bosques secos del interior de Florida. La mayoría de estos bosques han desaparecido por la presión humana, y las búsquedas en los que aún sobreviven no han conseguido localizarlo, por lo que se cree extinguido. Oficialmente, por el momento se considera críticamente amenazado.

Mosquero de San Cristóbal (Pyrocephalus dubius)
En ocasiones ocurre que una observación en la naturaleza lleva a reanalizar las colecciones de los museos, con resultados sorpresivos. En 2007 el ornitólogo chileno Álvaro Jaramillo avistó en las islas Galápagos un mosquero cardenal, un pájaro extendido por Norte y Sudamérica, pero cuyo canto sonaba distinto al del continente. Pensando que podía tratarse de una especie diferente, rastreó la colección de la Academia de California en busca de especímenes antiguos de mosqueros recogidos en las Galápagos, y el análisis de ADN demostró que allí existían dos especies endémicas. Una de ellas, la avistada por Jaramillo, es hoy muy rara. Pero la otra, solo presente en la isla de San Cristóbal, no se ha avistado desde 1987 y hoy se considera extinta.
Javier Yanes
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