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13 agosto 2020

Alerta de tiburón: estamos extinguiendo los escualos del planeta

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Incluso en un panorama informativo dominado por una pandemia, las noticias de ataques de tiburón nunca pasan desapercibidas: en 2020 hemos sabido ya de cinco incidentes mortales en Australia, a los que se unen al menos otros dos en California y Maine. Algo tiene el encuentro entre humanos y escualos que nos aterra y nos fascina, lo que Steven Spielberg elevó a obra maestra con Jaws (1975), pero cuyos orígenes se remontan a culturas como la maya, la polinesia o la aborigen australiana. Y lo cierto es que no solo estos incidentes abundan más en la pantalla que en la vida real, sino que además el futuro de estos animales está hoy más amenazado que nunca. Y con él, el de nuestros océanos.

El número de ataques de tiburón se correlaciona con la presencia de los humanos en el mar. Crédito: Fallows C, Gallagher AJ, Hammerschlag N

La realidad es que “las mordeduras de tiburón son increíblemente raras”, dice a OpenMind Gavin Naylor, director del Programa de Florida para la Investigación de Tiburones. Naylor y su colega Tyler Bowling mantienen el International Shark Attack File (ISAF), el único registro científico completo de todos los ataques de tiburón en el mundo. Y los números corroboran esa rareza: en 2019 se confirmaron en todo el mundo 105 incidentes con tiburones, 41 de ellos provocados por los humanos; solo hubo dos muertes.

Según Naylor, los datos muestran que el número de ataques de tiburón no se correlaciona con la abundancia de los escualos, sino con la presencia de los humanos en el mar. “La esperanza de que un menor número de tiburones se traducirá en una disminución del número de mordeduras no se refleja en los datos que hemos recogido”, señala. “A lo largo de los últimos 20 años hemos visto aproximadamente la misma incidencia anual de mordeduras, a pesar de que las poblaciones de tiburones han caído en picado”.

Un censo de escualos en los arrecifes

De este peligroso descenso del número de tiburones da cuenta un estudio recientemente publicado en Nature. Durante cinco años, más de 120 investigadores participantes en el proyecto Global FinPrint han filmado más de 20.000 horas de vídeo en 400 arrecifes de 58 países para censar la presencia de escualos en estos hábitats costeros, más fáciles de vigilar que el mar abierto. La conclusión es que los tiburones están prácticamente ausentes, o “funcionalmente extinguidos”, en casi el 20% de los arrecifes.

Según detalla a OpenMind el codirector de la investigación Colin Simpfendorfer, de la Universidad James Cook (Australia), el estudio ha identificado unas 35 especies de tiburones en los arrecifes, diez de ellas predominantes. “Globalmente hay unas 600 especies de tiburones, por lo que las especies de arrecife representan una proporción relativamente pequeña del total”, señala. Sin embargo, “las especies de los arrecifes de coral pueden considerarse indicadoras de lo que está ocurriendo en nuestros océanos”. Para Naylor, que no ha participado en el estudio, “los resultados no son inesperados; la ausencia de tiburones en los arrecifes corrobora las evidencias de una tendencia alarmante de los últimos 50 años”.

Global FinPrint Begins from Global FinPrint on Vimeo.

Los arrecifes son especialmente complicados para la conservación de los tiburones, por cuanto están sometidos a una intensa actividad humana, además de ser muy sensibles a los efectos del cambio climático, comenta Simpfendorfer. La pesca en estos enclaves sostiene las economías domésticas de una gran cantidad de población en los países en desarrollo. Pero según los autores del estudio, esto no tendría por qué ser una amenaza para los escualos: sin sobrepesca y con una gestión adecuada, los arrecifes tienen cabida para todos. 

“Creo que lo más interesante de nuestros resultados es que los tiburones de arrecife pueden prosperar junto a la gente y con una cierta presión de la pesca, si esa presión se gestiona bien”, resume a OpenMind Demian Chapman, de la Universidad Internacional de Florida y uno de los fundadores de Global FinPrint. En otras palabras, no sería necesario convertir los arrecifes en santuarios intocables. Si se practica una pesca responsable, dice Chapman, “no necesitamos que la gente deje los arrecifes para que estos tiburones prosperen”.

De hecho, añade Simpfendorfer, y pese al importante papel de las reservas naturales en la conservación de los escualos, tampoco interesa que estos animales queden restringidos a esos espacios acotados, ya que “sabemos las importantes funciones que los tiburones cumplen en los ecosistemas, y por tanto mantener poblaciones saludables en todas las áreas de nuestros océanos nos dará ecosistemas más sanos”.

Un ejemplo de convivencia  entre humanos y tiburones

Una muestra de cómo es posible lograr una convivencia entre humanos y tiburones la ofrece Sara Andreotti, bióloga marina de la Universidad Stellenbosch de Sudáfrica. Andreotti investiga el tiburón blanco (Carcharodon carcharias), la especie asociada a más ataques y el sempiterno villano de las películas del género. Pero hoy el jefe Brody de Spielberg se encontraría ante un grave dilema, ya que esta especie está protegida y clasificada como vulnerable en la lista roja de la IUCN debido a su preocupante declive. Durante años, Andreotti y su colega Michael Rutzen recorrieron la costa sudafricana censando tiburones blancos. El resultado fue desolador: solo 333 ejemplares de cría habitaban una región clave para la especie; se estima que por debajo de 500 individuos no existe una población genéticamente viable.

“A pesar de años de protección legal, sus poblaciones aún descienden, debido a años de pesca ilegal, captura accidental, sobreexplotación de sus recursos de alimento, contaminación del agua y la adopción de matanzas controladas como sistema de protección de las playas en Sudáfrica y Australia”, expone Andreotti a OpenMind. Para abordar el problema del conflicto entre humanos y tiburones, Andreotti, Rutzen y otros colaboradores diseñaron la SharkSafe Barrier, “una nueva tecnología eficaz, ecológica y específica para los tiburones, destinada a mantenerlos separados de los humanos sin dañar la vida marina”, resume la bióloga.

“La SharkSafe Barrier (TM) está diseñada para unir dos sistemas disuasorios de tiburones bien conocidos: la apariencia visual de un grueso bosque de algas y grandes imanes permanentes, concebidos para confundir el sistema sensorial electromagnético de los tiburones”, detalla Andreotti. Según la bióloga, desde 2012 el sistema se ha probado con total éxito en tiburones toro y blancos, que no han atravesado la barrera ni siquiera cuando se les ha atraído situando alimento al otro lado. Actualmente el sistema continúa ensayándose.

Mielga en los fish & chips

Pese a todo y según Naylor, lejos de las costas el problema de la sobrepesca y de las capturas accidentales es una gran asignatura pendiente. “La pesca comercial es extensiva e implacable”, dice. Y si tendemos a asociar la explotación comercial del tiburón a la sopa de aleta de la cocina china, lo cierto es que la tenemos mucho más cerca de lo que pensamos. En 2019, investigadores de la Universidad de Exeter publicaron un estudio que utilizaba la técnica de DNA Barcoding para identificar por sus marcadores genéticos las especies presentes en los fish & chips tan populares en Inglaterra. Y aunque a menudo estos productos incluyen tiburones de especies no amenazadas, los resultados fueron otros: “Encontramos mielga en los fish & chips”, cuenta a OpenMind Andrew Griffiths, director del estudio.

La mielga (Squalus acanthias) es una especie vulnerable según la IUCN. Crédito: Sergi Balaguer H.

La mielga (Squalus acanthias) estaba presente en la mayoría de las muestras; se trata de una especie vulnerable según la IUCN, y cuya población del Atlántico nororiental está en peligro crítico. El problema, aclara Griffiths, es que no puede conocerse su procedencia. “Podrían venir de stocks certificados y sostenibles, o quizá no, pero en mi opinión la cuestión es la ausencia de etiquetado específico de estos productos, por lo que los consumidores no saben exactamente qué están comprando”. Griffiths está extendiendo su análisis a otros países de Europa; otro estudio posterior en colaboración con instituciones griegas ha descubierto que muchos consumidores de aquel país están llevándose a la boca pedazos de especies prohibidas y críticamente amenazadas como los tiburones ángel (género Squatina).

“Los tiburones, en muchos aspectos, son especies centinelas que reflejan la salud de los ecosistemas marinos”, concluye Naylor. Perderlos no solamente causará enormes daños a las cadenas tróficas marinas y por tanto a todo el equilibrio de la vida oceánica, sino que además tampoco salvará a los protagonistas de todas esas películas del género; recordemos que, cuantos menos tiburones nos queden, “el impacto en el número de ataques será trivial. El impacto en la salud de los océanos, no”. 

Javier Yanes

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