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16 febrero 2018

Cómo sobrevivir a un ataque nuclear

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En 1961, el gobierno de John F. Kennedy repartió por todo el país casi un millón y medio de señales de refugio nuclear para indicar a la población dónde cobijarse si Rusia decidía apretar el botón de los misiles. Pero con el paso del tiempo, la Guerra Fría se fue apaciguando, los refugios dejaron de mantenerse y los carteles comenzaron a languidecer. En diciembre de 2017, el ayuntamiento de Nueva York retiró los letreros que aún perduraban; no tanto porque la amenaza haya desaparecido, sino porque los refugios ya no existen y las señales erróneas pueden hacer más daño que bien.

En 1961, el gobierno de John F. Kennedy repartió por todo EE.UU. señales de refugio nuclear. Crédito: Japs 88

Sin embargo, y aunque este riesgo hoy no esté tan grabado en las mentes de los ciudadanos como hace medio siglo, la creciente tensión entre EEUU y Corea del Norte nos recuerda que los arsenales atómicos aún están preparados para su uso inmediato. La falsa alarma de ataque nuclear en Hawái el pasado 13 de enero, que sembró el pánico debido a un error humano, pudo servir a las autoridades para comprobar si las reacciones de los ciudadanos en caso de un evento real se ajustarían a lo recomendado.

Y parece que no siempre es así. Aunque tras la alerta de Hawái muchas personas buscaron refugio en el lugar donde se encontraban, en cambio otras se lanzaron a las carreteras. Esta opción contraviene las recomendaciones en caso de ataque nuclear publicadas en la web Ready.gov de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), que aconsejan “buscar refugio tan rápidamente como se pueda, bajo tierra si es posible, y permanecer allí hasta que se indique otra cosa”.

¿Dónde refugiarse?

Refugiarse es la idea clave, pero la pregunta es ¿dónde? La estrategia ha cambiado desde los tiempos de la Guerra Fría; aquel concepto del búnker nuclear con todo lo necesario para sobrevivir al apocalipsis durante largo tiempo ha quedado obsoleto, por lo que ya no se designan refugios específicos. Según la FEMA, lo ideal es cobijarse bajo tierra, como en un sótano, garaje o túnel del metro; mejor cuanto más alejado de la superficie y cuanto más gruesos y sólidos sean sus techos y paredes.

Sin embargo, advierte la FEMA, “ni siquiera un refugio contra impactos puede resistir el golpe directo de una explosión nuclear”. Por tanto, los consejos van generalmente dirigidos a quienes se hallen fuera del alcance inmediato de la explosión.

La aplicación Nukemap permite simular una detonación de cualquier potencia en cualquier lugar del mundo.

La aplicación Nukemap, creada por el historiador de las armas nucleares Alex Wellerstein, permite simular una detonación de cualquier potencia en cualquier lugar del mundo para comprobar hasta dónde llegarían sus efectos. Por ejemplo, una bomba de 150 kilotones –en el rango de potencia del arma testada por Corea del Norte en 2017– que estallara en el aire sobre el bajo Manhattan produciría una bola de fuego de 450 metros de radio, con un nivel letal de radiación en 1 km a la redonda y una onda expansiva destructiva de 3,74 km. La radiación térmica causaría quemaduras de tercer grado a la población en un radio de más de 5 km. El número de víctimas mortales se estima en más de 700.000.

Protegerse de la lluvia radiactiva

Para quienes tengan la fortuna de hallarse fuera de los fatídicos círculos letales, el principal riesgo es la lluvia radiactiva, que en el caso de una explosión a ras de suelo puede transportarse por el aire a gran distancia. “La población en la dirección del viento se llevará lo peor de la lluvia, mientras que aquellos en la dirección opuesta podrían librarse”, señala a OpenMind Timothy Jorgensen, director del Programa de Protección contra la Radiación del Centro Médico de la Universidad de Georgetown. Jorgensen resume los efectos de la lluvia radiactiva: “el mayor peligro es estar al aire libre cuando la lluvia empieza a asentarse; si se deposita en la piel o se respira causará quemaduras en los tejidos y llevará al interior altas dosis de radiación”.

Frente a esta amenaza, no sólo los refugios subterráneos pueden ofrecer protección. Dado que la prioridad es la rapidez, a falta de un sótano puede bastar un edificio. Según explica a OpenMind Jeff Schlegelmilch, vicedirector [Deputy Director] del Centro Nacional de Preparación para Desastres (NCDP) de la Universidad de Columbia, sobre todo hay que alejarse de las ventanas: “generalmente querrás estar en el centro del edificio, en un piso alto pero no demasiado cerca de la azotea, ya que se depositará lluvia radiactiva en el tejado”. Y nunca refugiarse en un coche, la reacción de muchos hawaianos de lanzarse a la carretera les habría expuesto a un nivel fatal de radiación en caso de ataque real, ya que la estructura de un vehículo no ofrece protección.

Nube atómica sobre Nagasaki. Crédito: Hiromichi Matsuda

Es probable que quienes se refugien en un edificio no tengan a su alcance los recursos necesarios para sobrevivir durante semanas. Pero por suerte, no deberán quedarse tanto tiempo: “para los escenarios nucleares actuales indicamos tiempos de refugio mucho más cortos que en los días de la Guerra Fría”, apunta Schlegelmilch. El experto aclara que “después de 12-24 horas, es generalmente más seguro evacuar que quedarse en un refugio sin suministros”, ya que para entonces la mayoría de las partículas radiactivas se habrán asentado y habrán decaído a niveles menos peligrosos.

Un plan de emergencia en cada hogar

Pese a todo lo anterior, los expertos insisten en que la respuesta en caso de ataque nuclear debe comenzar antes de una alerta real, en la prevención. La FEMA recomienda que en cada hogar se diseñe de antemano un plan de emergencia que contemple las opciones de evacuación, refugio y comunicación. Además, es aconsejable preparar kits de emergencia que contengan como mínimo alimentos y agua (un galón o 3,8 litros por persona y día) para al menos 72 horas, junto con material de aseo y primeros auxilios, una radio, teléfono móvil, una máscara para el polvo, láminas de plástico y cinta para sellar el recinto, mapas, linterna, pilas y silbato. A todo ello se añadirán otros artículos según las necesidades personales, como medicamentos o leche para bebés. Como curiosidad, la FEMA advierte de que no se utilice acondicionador para el pelo, ya que actuaría como pegamento para las partículas radiactivas.

Tampoco se aconseja incluir en el kit pastillas de yoduro de potasio, un producto cuyas ventas están en alza con la nueva guerra fría entre EEUU y Corea del Norte. Las píldoras de yodo tienen como objetivo bloquear la incorporación al organismo de yodo radiactivo. Pero según Schlegelmilch, mientras que este isótopo es común en los accidentes en centrales nucleares, es “generalmente irrelevante en la detonación de un arma nuclear”. De este aumento en las ventas de yodo, el vicedirector del NCDP concluye que la comunicación de las autoridades de emergencias debe mejorar para “guiar a la población hacia medidas de protección más adecuadas”.

Javier Yanes

@yanes68

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