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13 diciembre 2018

En busca de signos de tecnología alienígena

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Si la vida es algo común en el universo, ¿dónde está todo el mundo?, se preguntaba en 1950 el físico Enrico Fermi. Y si esta ocurrencia rutinaria de la vida conduce al desarrollo de civilizaciones tecnológicas, ¿dónde están sus naves, sus comunicaciones, sus construcciones, incluso su basura? ¿Dónde están las huellas de su tecnología? Hasta el momento, el universo continúa siendo a ojos humanos una inabarcable extensión virgen y salvaje, donde parece que nadie haya puesto jamás un pie, un artefacto o siquiera una onda de radio.

Diez años después de la pregunta de Fermi, el físico y matemático angloamericano Freeman Dyson, que cumple 95 años este 15 de diciembre, publicaba en la revista Science un artículo en el que ofrecía una pista para, quizá, encontrar la huella de esa tecnología alienígena en el universo. Dyson —hoy profesor emérito del Institute for Advanced Study en Princeton— proponía que una civilización avanzada cosecharía la luz de su estrella construyendo alrededor de ella una “biosfera artificial”, una especie de cáscara habitable que “podría contener toda la maquinaria requerida para explotar la radiación solar que cayera en ella desde el interior”.

Freeman Dyson es profesor emérito del Institute for Advanced Study en Princeton. Crédito: Monroem

Desde entonces, las hipotéticas megaestructuras de este tipo se conocen como esferas de Dyson, si bien el propio físico atribuyó el concepto original a la novela de 1937 Star Maker, del autor de ciencia ficción Olaf Stapledon.

El primer retrato en infrarrojos del firmamento

Aunque Dyson introdujo la idea como una nube de artefactos en órbita, posteriormente ha sido reinterpretada como una estructura sólida. En cualquier caso, una construcción semejante podría detectarse a gran distancia gracias a “la conversión a gran escala de la luz estelar en radiación infrarroja lejana”, escribía Dyson. Es decir, la esfera atraparía la luz liberando al exterior calor residual, por lo que una emisión anómala de infrarrojos en una estrella podría revelar la presencia de una megaestructura.

La propuesta de Dyson suscitó tal interés que otros científicos comenzaron a especular sobre ella, e incluso tuvo ocasión de llevarse a la práctica. “Unos 20 años después de que yo sugiriera buscar civilizaciones alienígenas en el cielo rastreando fuentes de radiación térmica infrarroja, se lanzó el Infra-Red Astronomical Satellite (IRAS), que llevó a cabo una inspección en longitudes de onda del infrarrojo largo”, cuenta Dyson a OpenMind.

El IRAS hizo un retrato en infrarrojos del firmamento. Crédito: NASA

Lanzado en 1983 y fruto de una colaboración entre la NASA, Reino Unido y Países Bajos, el IRAS fue el primer telescopio espacial que tomó un retrato en infrarrojos de todo el firmamento. “El resultado del estudio fue una gran sorpresa —señala Dyson—, se encontraron en torno a un millón de fuentes por todo el cielo”. Sin embargo, ninguna de aquellas emisiones parecía responder a una huella de tecnología extraterrestre. Según explica el físico, se trataba de estrellas jóvenes, aún envueltas en las nubes de polvo que las habían originado y que se calentaban emitiendo radiación infrarroja. “Son objetos naturales interesantes, pero no hay razón para suponer que ninguno de ellos es artificial”.

El misterio de la estrella KIC 8462852

“La búsqueda de civilizaciones alienígenas utilizando infrarrojos falló por la abundancia de fuentes naturales”, concluye Dyson,. Este parece ser también el caso de un extraño fenómeno que en los últimos años ha tenido ocupados a los investigadores en busca de una explicación. En 2015 un equipo de astrónomos y colaboradores voluntarios bajo la dirección de la astrofísica Tabetha Boyajian describió una misteriosa atenuación ocasional del brillo de una estrella llamada KIC 8462852, según revelaban los datos del telescopio espacial Kepler. La estrella, situada a 1.470 años luz de la Tierra, llegaba a reducir su luminosidad hasta en un 22%, lo que llevó a algunos científicos a rescatar la hipótesis de la megaestructura alienígena.

Esta ilustración muestra un hipotético anillo desigual de polvo que orbita KIC 8462852. Crédito: NASA

Sin embargo, una vez más parece tratarse de un fenómeno natural: varios estudios publicados este año han observado que los diferentes colores o longitudes de onda de la estrella se bloquean en distinto grado, lo que concuerda con una amortiguación de la luz debida a una nube de polvo. Según Roi Alonso, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias y coautor de estas observaciones, “lo que está pasando entre nosotros y la estrella no es opaco, como se esperaría si fuera un planeta o una megaestructura alienígena”. Los expertos aún deberán explicar cuál es el origen de la nube de polvo, ya que a diferencia de los objetos detectados por el IRAS, KIC 8462852 es una estrella madura que no debería conservar restos de su formación.

La busca de inteligencia extraterrestre

El fenómeno natural ha sido la solución invariable a todas las incógnitas desde 1960, cuando el astrónomo Frank Drake dirigió por primera vez una antena hacia el cielo en busca de una señal alienígena, inaugurando lo que se conoce como SETI (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre). Hoy la búsqueda prosigue a cargo de entidades como el Instituto SETI o The Planetary Society, universidades como la de Berkeley o iniciativas de nuevo cuño como el proyecto Breakthrough Listen, pero con escaso apoyo oficial: en EEUU, la falta de éxito y de presupuesto condenó en 1993 a los programas SETI a sobrevivir con fondos privados.

Representación de una esfera de Dyson. Crédito: Kevin Gill

No obstante, esto podría estar cambiando. El pasado abril, el Congreso de EEUU propuso a la NASA destinar 20 millones de dólares a lo largo de los dos próximos años fiscales a la búsqueda de “firmas tecnológicas” en el universo. La agencia espacial no tardó en recoger el guante, y en septiembre celebraba en Houston el NASA Technosignatures Workshop, una reunión en la que expertos de diversas áreas debatieron las perspectivas en el rastreo de huellas tecnológicas de civilizaciones alienígenas.

En la práctica y con independencia del desenlace final de la propuesta del Congreso, el evento ha supuesto el primer gran encuentro de la comunidad SETI bajo los auspicios de la NASA desde hace un cuarto de siglo. Allí se habló de estrategias como la búsqueda de señales de radio o de pulsos láser, junto con ideas más audaces como la detección de signos de contaminación atmosférica en exoplanetas lejanos. Y cómo no, también regresaron las megaestructuras alienígenas. Cincuenta y ocho años después de la propuesta de Dyson y de la primera escucha de Drake, aún estamos al comienzo; pero como dijo en la reunión el astrónomo Jason Wright, presidente del comité organizador, es “un buen comienzo”.

 

Javier Yanes

@yanes68

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