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20 febrero 2020

Cinco soluciones a la paradoja de Fermi

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A mediados del siglo XX el fenómeno ovni comenzaba a cobrar fuerza y la cuestión de la vida alienígena se introducía tanto en la cultura popular como en las discusiones de los científicos. Una de estas tuvo lugar un día de verano de 1950, cuando cuatro físicos almorzaban en el comedor del laboratorio de Los Álamos (EEUU). Estadísticamente, razonaban, deberían existir innumerables civilizaciones en el universo. Pero entonces, ¿dónde están?, preguntó Enrico Fermi. La anécdota dio lugar a lo que se conoce como paradoja de Fermi, la aparente discrepancia entre lo que nos dice la razón y lo que observamos: hasta ahora, no tenemos ninguna prueba de vida alienígena, inteligente o no. A lo largo de los años, se han propuesto múltiples soluciones a esta paradoja. Repasamos aquí algunas de ellas.

Están demasiado lejos para cualquier contacto

Aunque el cine de ciencia ficción nos tenga acostumbrados a la idea de los viajes interestelares y los encuentros entre seres de orígenes muy distantes, la realidad impone un drástico recorte: ni siquiera las comunicaciones pueden viajar más rápido que la luz. El diámetro de nuestra galaxia supera los 150.000 años luz. Nuestras señales de radio llevan poco más de un siglo emitiéndose, por lo que nuestra presencia solo podría detectarse en un radio de unos 100 años luz en torno a la Tierra. Una imagen publicada por The Planetary Society ilustraba lo ridícula que resulta la expansión actual de nuestras transmisiones en la inmensa escala de la Vía Láctea.

En 1974 se envío un mensaje al espacio desde el Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico. Crédito: H. Schweiker/WIYN and NOAO/AURA/NSF

Esta misma limitación se aplica a la posibilidad de recibir señales de otras civilizaciones, dado que la velocidad de la luz es universal. En 2016, un estudio introdujo en un modelo ciertos parámetros estimados sobre la distribución de estrellas en la galaxia y la posible frecuencia de la existencia de vida para concluir que solo un 1% de la galaxia puede haber sido ya cubierto por transmisiones de radio de distintos planetas, y que aún deberemos esperar unos 1.500 años para tener una probabilidad decente de ser alcanzados por alguna emisión alienígena.

Somos los primeros y nos extinguiremos antes de que haya otros

En 1961, el radioastrónomo Frank Drake dio forma algebraica a la idea ya instalada sobre la multiplicidad de la vida inteligente en nuestra galaxia. La llamada ecuación de Drake, que trata de estimar este número de civilizaciones, ha sido reevaluada infinidad de veces por otros científicos, pero generalmente con el resultado de que esos otros seres deben de ser abundantes. Sin embargo, e incluso aceptando esta visión optimista, algunos científicos han llamado la atención sobre el hecho de que estimaciones como la ecuación de Drake no tienen en cuenta que una civilización nace y muere. Y que en el recorrido vital del universo, unas y otras no tienen por qué solaparse en el tiempo.

En 2015, dos astrónomos del Space Telescope Science Institute calculaban en un 92% la posibilidad de existencia de otras civilizaciones en el universo, pero a lo largo de toda su historia; la mala noticia era que el 92% de los planetas similares al nuestro en toda la historia del universo aún no se han formado. La conclusión es que los humanos hemos surgido demasiado pronto, y probablemente ya no estaremos aquí cuando aparezcan otros seres inteligentes. Aún más: según cierta hipótesis, el hecho de que hayamos llegado los primeros podría impedir que llegue a existir nadie más, si ocurriera que la expansión de una civilización tiende a eliminar a otras sin siquiera percatarse de ello.

El observatorio Kepler de la NASA descubrió el primer planeta del tamaño de la Tierra en la “zona habitable” de otra estrella. Crédito: NASA Ames / Instituto SETI / JPL-Caltech

Nos observan sin que lo sepamos: la hipótesis del zoo

El pionero de la exploración espacial Konstantin Tsiolkovsky ya reflexionó en sus manuscritos sobre la paradoja de Fermi, décadas antes que el propio Fermi. En 1933 escribió que los seres alienígenas, infinitamente más avanzados que nosotros, encontrarían el mismo interés en comunicarse con nosotros que nosotros en intentarlo con lobos, serpientes o gorilas. Cuarenta años más tarde, el radioastrónomo John Ball llegó a una visión similar, afirmando que los alienígenas “nos han dejado aparte como un área salvaje o zoo”.

Esta llamada hipótesis del zoo, que otras criaturas inteligentes nos vigilan sin revelar su presencia, siendo nosotros para ellos como los animales de una reserva natural, fue revisada en 1977 por Thomas Kuiper y Mark Morris, quienes argumentaron que los alienígenas nos mantienen en cuarentena hasta que podamos ofrecer algo aprovechable. Estas ideas continúan ocupando las reflexiones teóricas de algunos científicos. Sin embargo, cuando se lleva al terreno de las simulaciones, este aislamiento deliberado y acordado por el resto de civilizaciones requeriría una sincronía entre ellas que probablemente no pueda darse en nuestra galaxia.

Están hibernando, o esperando

Ideas como las mencionadas antes suelen centrar el interés de quienes creen en un universo rebosante de vida de la cual aún no tenemos noticias. Pero esto no detrae a los científicos de jugar con otras soluciones imaginativas. Un estudio lanzó la hipótesis de la estivación: si una civilización superinteligente hubiera logrado sustituir su biología por máquinas, podría estar esperando a que la expansión del universo lo enfriara para aumentar la eficiencia de sus computaciones.

Según otra idea, los alienígenas podrían aprovechar los movimientos relativos de las estrellas para viajar solo cuando el destino está más próximo, del mismo modo que los terrícolas enviamos naves a Marte cuando está más cerca de la Tierra. Así, quizá nos visitaron hace 10 millones de años y no vuelvan a hacerlo en mucho tiempo.

El concepto de este artista permite imaginar cómo sería estar en la superficie del exoplaneta TRAPPIST-1f. Crédito: NASA / JPL-Caltech

No hay paradoja: no existe nadie más

Todo lo anterior asume que esos millones de civilizaciones con las que aún no hemos contactado existen. Pero no todos los científicos están de acuerdo. Como ejemplo, en 2018 investigadores de la Universidad de Oxford defendían que la posibilidad de aparición de vida se ha sobrestimado en la ecuación de Drake. Con el reajuste propuesto por estos autores, esta es su conclusión: “Encontramos una probabilidad sustancial de que no haya otra vida inteligente en nuestro universo observable”. En concreto, cifraban entre un 53 y un 99,6% las posibilidades de que estemos solos en nuestra galaxia, y en todo el universo observable entre un 39 y un 85%.

Lo único seguro es que todo lo anterior es puramente especulativo. Pero para algunos biólogos, comenzando por el Nobel Jacques Monod en 1970, el hecho de que en nuestro planeta, tan propicio para la vida, esta haya surgido una única vez en miles de millones de años no invita a predecir que sea un fenómeno tan común. Como mínimo, postulan ciertos autores, presuponer que hay un camino inevitable desde una célula simple a la vida compleja y a una especie tecnológica es mucho presuponer. Según la hipótesis del Gran Filtro, a lo largo de esa vía existen cuellos de botella evolutivos en los que algo suele salir mal, frustrando la posibilidad de que surja una especie capaz de preguntarse si hay alguien más ahí fuera.

Javier Yanes

@yanes68

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