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21 febrero 2020

¿Podemos salvar a los koalas de la extinción?

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Durante el último verano austral, el continente oceánico padeció una plaga de incendios agravada por una prolongada sequía. Fue la consecuencia del calentamiento global provocado por la actividad humana; y si estos episodios se vuelven cada vez más frecuentes, llevaremos al koala al borde de la extinción. Será ya la segunda vez desde que este extraordinario marsupial fue descubierto por los colonos europeos en el siglo XIX. Pero, ¿cuál es la situación actual real de los koalas? ¿Estamos aún a tiempo de salvarlos?

La rama evolutiva de los koalas surgió hace unos 40 millones de años, cuando Australia estaba aún separándose de la Antártida y formando un nuevo continente. Para cuando llegaron los primeros exploradores europeos, estos animales llevaban ya 60.000 años conviviendo con el hombre —los primeros pobladores humanos de Australia se habían encontrado con dos especies: los actuales koalas y una especie de mayor tamaño, ya extinguida. La primera referencia “moderna” data de 1798: el 26 de enero John Price anotaba en su diario haber visto un ejemplar de lo que los nativos conocían como cullawine y que era muy parecido a los perezosos sudamericanos. 

Créditos: Benjamint444

La primera descripción científica llegó en 1803, cuando la expedición inglesa del HMS Investigator capturó los primeros ejemplares en el Monte Kembla. El naturalista inglés Robert Brown lo bautizó entonces como Didelphis Coola, emparentándolo con el wombat —el animal con el que guarda más relación. Aunque en Europa se le quiso relacionar con osos y monos, en 1816 el koala fue reconocido como una nueva especie de marsupial y recibió su nombre científico definitivo, Pharcolarctos cinereus (que significa “oso con bolsa gris ceniza”). 

Los primeros colonos comenzaron a cazarlos por su suave pelaje y a talar los bosques que habitaban. A comienzos del siglo XX la demanda de su piel era tal que la población de koalas ya había sido seriamente diezmada, y se impusieron vedas para evitar su caza masiva. El momento más crítico se produjo en agosto de 1927, cuando se abrió la veda en la región de Queensland: fueron abatidos 800.000 ejemplares, dejando al koala cerca del exterminio. Algo que no llegó a suceder porque, en 1930, fue declarada especie protegida. 

Incendios, más agresivos, duraderos y frecuentes

Ahora la amenaza es muy distinta: los incendios, que son cada vez más numerosos, agresivos, duraderos y frecuentes, como consecuencia directa del cambio climático. Lo confirman distintos estudios científicos, como el más reciente realizado por el MIT, que conecta el calentamiento global con la multiplicación de episodios locales de calor extremo y sequía. Esto favorece la formación de fuegos y los alimenta, pues la vegetación y el terreno estén tan secos que se convierten en combustible inmediato.

Incendio en Captain Creek, Queensland (Australia). Crédito: 80 trading 24

Tanto es así que se estima que la recién finalizada temporada de incendios ha acabado con el 30% de la ya de por sí escasa población. Y es que los koalas son especialmente sensibles a los incendios, debido a su total adaptación a la vida arbórea. Apenas bajan al suelo; ni siquiera para beber, pues obtienen el agua que necesitan de las hojas que comen. Y cuando descienden, su movilidad es muy limitada. Su dieta se limita a las hojas de unas pocas especies de árboles (como ciertas variedades de eucaliptos y algunas corimbias). Muchos de los rasgos que lo hacen tan singular —y lo convierten en una familia propia dentro de los marsupiales— son en realidad adaptaciones a la vida en los árboles: como sus manos y pies, armadas con dedos oponibles. Son el único animal, junto a la zarigüeya, que no es un primate y tiene dedos oponibles (que le permiten agarrarse y trepar por los árboles con mucha más seguridad). 

En mayo de 2019, antes de la última crisis de incendios, la Australian Koala Foundation ya había declarado que el koala estaba “funcionalmente extinto” —una afirmación que generó muchas críticas por parte de expertos. Para catalogar una especie como funcionalmente extinta, el punto de no retorno se suele poner en que haya 500 ejemplares en edad reproductiva —que garanticen la diversidad genética y, por tanto, la viabilidad de la especie—, y que estén concentrados en un hábitat con extensión y alimentos suficientes para garantizar que esa población prospere. El censo de koalas de 2016 estimaba que había unos 300.000 ejemplares y, aunque desde entonces esta cifra haya descendido de forma significativa, los koalas no están cerca de esa población que marca el riesgo extremo de extinción. Eso sí, al ritmo actual de destrucción de su hábitat, en 2050 se habrá alcanzado ese valor crítico. 

Dos medidas drásticas para la supervivencia

De momento, la comunidad científica considera que todavía hay esperanza para este carismático marsupial, cuyo futuro sí está en peligro. “Somos cautelosos con las cifras, pero no nos quedan solo unos cientos de koalas. No queremos socavar los esfuerzos bienintencionados de la gente que intenta salvar a los koalas, pero el lenguaje es importante. Creemos que es posible evitar que los koalas se extingan”, declaró a The Guardian en pleno auge de los incendios Stuart Blanch, portavoz de la organización conservacionista WWF Australia. 

Los científicos recomiendan la reforestación de las zonas habitadas por los koalas. Credito: Peakpx

Para evitarlo urge tomar medidas drásticas y los científicos ponen el foco en dos. Por un lado, una acción local: la reforestación de las zonas habitadas por los koalas, para garantizar el éxito de suficientes poblaciones viables, que esté combinada con una política activa que frene la destrucción de los bosques consecuencia de la tala masiva, promovida por la industria maderera y por la agricultura. 

Y por otro lado es necesaria una acción de carácter más global para detener el calentamiento del planeta. Los koalas no pueden tolerar más de 3 o 4 días de calor extremo continuado, que sí se producen durante las cada vez más frecuentes olas de calor. Y otro tanto sucede con los eucaliptos, unos árboles especialmente resistentes al fuego y capaces revivir tras un incendio en condiciones normales. Sin embargo, no son capaces de recuperarse si la intensidad es la de los incendios más devastadores del último verano australiano.

Miguel Barral

@migbarral

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