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Entrevista a Carlos M. Duarte, titular de la Cátedra de Investigación Tarek Ahmed Juffali en Ecología del Mar Rojo, Universidad Rey Abdalá de Ciencia y Tecnología, Arabia Saudí; Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA y autor de BBVA OpenMind.

En 2021 ha arrancado la década de los océanos sostenibles de las Naciones Unidas. ¿Por qué es tan importante ahora mismo prestar atención a los océanos?¿Por qué lo estamos haciendo en este momento de la historia y por qué no lo hemos hecho antes? 

En realidad la pregunta es por qué no lo hemos hecho antes, no por qué lo estamos haciendo ahora. Los océanos han sido unos grandes olvidados. En el Código de Justiniano, que es el primer código de derecho romano, del cual emanan la mayor parte de los códigos  del mundo occidental, se define el mar como terra nullius, es decir, tierra nula o tierra de nadie. El mar es esa zona abierta que no es de nadie pero es de todos, y por lo tanto a la que no se ha prestado ninguna atención. Al no ser de nadie, tampoco había quien la cuidase. 

Otras culturas, que no han seguido el derecho romano, tienen otra relación con el mar. Por ejemplo, las culturas aborígenes australianas no entienden que haya una diferencia entre el tratamiento del territorio seco y el territorio marino.  

Una prueba de hasta qué punto hemos dejado el océano atrás es, por ejemplo, el aterrizaje hace unas semanas del robot Perseverance en la superficie de Marte. Se trata del robot más sofisticado que ha producido la especie humana en nuestra historia. Y tres minutos después de su aterrizaje, las imágenes panorámicas de alta resolución que generó ya se estaban distribuyendo por internet. 

OpenMind-Cuadernos de sostenibilidad-calentamiento global y oceanos-1 Sección de concha de Nautilus, en cuyo honor Julio Verne bautizó a sufamoso submarino
Sección de concha de Nautilus, en cuyo honor Julio Verne bautizó a su famoso submarino.

Hay una distancia de 470 millones de kilómetros entre la Tierra y Marte, y sin embargo, en el océano, donde la distancia vertical desde el fondo del mar hasta la superficie no supera de media los cuatro kilómetros, no hemos sido capaces de retransmitir una imagen sin que haya un vehículo que esté conectado a la superficie con un cable. La diferencia de ambición tecnológica en la exploración espacial y en la del océano es abismal y además ese abismo cada vez se hace mayor. 

El océano contribuye de forma muy notable a nuestra economía, y lo hace cada vez más. El PIB generado por el océano está aumentando a un ritmo del doble al triple del generado por actividades que ocurren en tierra, y el peso sobre nuestra economía y sobre nuestros empleos es cada vez mayor. 

Hace 150 años Julio Verne escribió su novela ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, en la que imaginaba el submarino Nautilus, un vehículo sostenible que generaba energía a partir de la hidrólisis del agua del mar. Además, exploraba y utilizaba los recursos del océano de una forma sostenible. 150 años después todavía no hemos avanzado absolutamente nada en esa dirección, si acaso lo que hemos hecho es esquilmar los océanos. De hecho, el primer artículo científico sobre la hidrólisis del agua de mar como fuente de energía que imaginó Julio Verne se publicó el año pasado.

¿Puede la economía azul (la economía que reconoce la importancia de los mares y los océanos como motores de la economía por su gran potencial para la innovación y el crecimiento) servir de palanca para restaurar los ecosistemas y rescatarlos, a la vez que aprendemos a explotarlos de una manera más sostenible ?

Sí, es una palanca que se ha venido utilizando desde hace años, pero tiene un riesgo: creer que esa valoración económica o monetaria de los beneficios derivados del océano y de sus ecosistemas es una valoración absoluta y precisa. 

Por poner un ejemplo: en economía ecológica o de ecosistemas hay sistemas de valoración que son capaces de calcular un valor, en términos de miles de euros, de los beneficios que un cierto ecosistema deriva en la sociedad. Imaginemos que enviamos un equipo de científicos que trabajan en valoración de servicios ecológicos del mar a un ecosistema muy chiquitito en España: el Estany des Peix, una laguna costera muy pequeña de unos 500 metros de diámetro, en Formentera. 

OpenMind-Cuadernos de sostenibilidad-calentamiento global y oceanos-2 Ecteinascidia-turbinata EcteinascidiaTurbinata Tunicado marino del que procede el fármaco antitumoral español Yolendis
Ecteinascidia Turbinata Tunicado marino del que procede el fármaco antitumoral español Yolendis.

Y entonces le pedimos a este equipo de investigación que valore cuál es la contribución monetaria de los valores ecológicos del Estany des Peix. Probablemente dirían que ese ecosistema sirve de zona de cría para especies, que luego son de interés comercial y de alguna forma nutren a las pescaderías locales de Formentera e Ibiza. Además, hay unas praderas de una planta submarina, que también contribuye a secuestrar carbono, y quizás puedan encontrar alguna utilidad más. Y en ese ejercicio de valoración llegarían a una cantidad de unas decenas de miles de euros al año, que sería el valor ecológico de esa laguna. 

Pero si no se lo hubiéramos dicho antes, nunca se hubieran fijado en unas rocas que hay en la entrada del Estany des Peix. En esas rocas hay un hidrozoo, que mide unos pocos milímetros, que produce una sustancia natural que se comercializa con el nombre de  Yondelis, un fármaco contra el cáncer cuyos beneficios netos anuales ascienden a más de 100 millones de dólares al año. Y también hay otro pequeño animal que genera un compuesto que está dando resultados prometedores en la lucha contra el COVID-19. Mucha gente no tenía ni idea de esto. La pregunta es: ¿cuántos Yondelis habrá en bacterias, animales o esponjas de Estany des Peix, de los que no tenemos ni idea? ¿Cómo somos capaces entonces de darle un valor económico a ese ecosistema y, a veces, usar ese valor para tomar decisiones sobre si vale la pena conservarlo o destruirlo, sin tener una idea mínimamente razonable de cuáles son los beneficios? 

Nuestra consideración de beneficios está en la infancia más prematura y, sin embargo, estamos dando esas consideraciones para tomar decisiones que a veces redundan en la pérdida de ecosistemas.

¿Cuáles son los principales retos medioambientales a los que se enfrentan ahora mismo los ecosistemas marinos? 

En primer lugar, creo que es importante aclarar que el estado de los océanos no es tan malo ni tan negativo o carente de esperanza como muchas veces se refleja en los medios de comunicación y en las revistas científicas. Hace 20 años, las tendencias eran abrumadoramente negativas. Sin embargo, el año pasado publiqué un artículo en la revista ‘Nature’ que se titula ‘Reconstruyendo la vida marina’, en el que junto con mis coautores aportaba evidencias científicas que mostraban cómo políticas que se habían adoptado en los años 80, 90 y a principios de este siglo estaban empezando a arrojar resultados positivos, en cuanto a muchos vectores de recuperación de vida marina y de calidad del medio marino. Unos resultados que no seríamos capaces de captar si solo leemos los titulares de prensa o artículos científicos. En este artículo concluíamos que es posible, aunque sea muy difícil, regenerar la abundancia de vida en el océano hacia el año 2050. 

OpenMind-Cuadernos de sostenibilidad-calentamiento global y oceanos-3 “Ahora mismo el trabajo que se ha hecho de proteger especies en el océano y de proteger especies a través de la protección de espacios ha aumentado notablemente”.
“Ahora mismo el trabajo que se ha hecho de proteger especies en el océano y de proteger especies a través de la protección de espacios ha aumentado notablemente”.

Y ahí nos encontrábamos una serie de acciones que habría que adoptar: en primer lugar, hay que proteger espacios. Hoy en día, casi el 10% de toda la superficie de los océanos está protegida, o al menos declarada con alguna forma de protección, aunque en algunos casos esas declaraciones no se han convertido en protección real, sino que están en fase de implementación. Luego, hay que proteger especies. Ahora mismo el trabajo que se ha hecho de proteger especies en el océano y de proteger especies a través de la protección de espacios ha aumentado notablemente. En tercer lugar, tenemos que reducir la contaminación. En esto hemos hecho progresos notables. Por ejemplo, muy poca gente conoce, porque lo hemos publicado en revistas científicas pero no ha trascendido a la opinión pública, que Estados Unidos prohibió en los años 70 los combustibles con catalizadores de plomo por los impactos para la salud humana en las ciudades. 

Esa política de retirar combustibles con plomo ha seguido y se ha propagado por todo el mundo. Ese cambio de combustibles, cuya razón de ser era dejar de producir impactos sobre la salud humana en ciudades, se ha traducido en que, durante la expedición Malaspina que yo dirigí hace una década, obtuvimos muestras por primera vez de concentraciones de plomo en todo el océano a escala global, y fuimos capaces de demostrar cómo esas políticas de retirada de combustibles con catalizadores de plomo había llevado a que los niveles de este elemento en el océano recuperasen los niveles de base. Sin proponérselo, porque su base no era recuperar los océanos, esa política había generado una recuperación con un impacto de dimensiones globales. 

Y hemos tenido también éxitos similares en la contención de otros contaminantes que estaban generando impactos importantes en el océano. Sigue habiendo muchos otros que no hemos conseguido desplazar, pero ha habido victorias importantes. Por ejemplo, en el año 1978, la población de ballenas jorobadas que había en el mundo se cifraba en torno a 200 o 300 ejemplares, es decir, que estaba abocada a la extinción y, sin embargo, gracias a la moratoria sobre la caza de ballenas de la comisión ballenera internacional, ahora hay más de 60.000 ballenas jorobadas en el océano y la población sigue recuperándose. Estamos hablando de uno de los animales más grandes del planeta y que hayamos sido capaces de recuperar esa población, cuando parecía que estaba abocada a la extinción, debería de animarnos y empoderarnos en nuestro cometido de que podemos resolver problemas en el océano.

Gracias a la moratoria sobre la caza de ballenas de la comisión ballenera internacional ahora hay más de 60.000  ballenas jorobadas en el océano y la población sigue recuperándose”.
Gracias a la moratoria sobre la caza de ballenas de la comisión ballenera internacional ahora hay más de 60.000 ballenas jorobadas en el océano y la población sigue recuperándose”.

Y en esos contaminantes también están los plásticos. El problema de los plásticos ha trascendido a la opinión pública porque es algo que todos entendemos y que todos vemos. Lo podemos ver en el agua y en la playa. Es muy tangible. Si hiciéramos un triaje de los problemas del océano para resolver los más urgentes, el de los plásticos estaría en el quinto, sexto o séptimo lugar. No está entre los tres más importantes, pero es una forma de contaminación que no hemos conseguido retirar y que de hecho, con el COVID-19, se ha agravado. En el año 2020, se preveía que debido a políticas de reducción de utilización de plásticos de un solo uso, se iba a disminuir su producción en un 15%. Al final, ha aumentado casi en un 20%, con los guantes, máscaras, equipos de protección sanitarios, etc… con lo que ha habido un aumento importante de entrada de basura de plástico al mar. Además, es una basura peligrosa ya que está potencialmente contaminada por COVID-19. Todavía estamos lejos de haber hecho algún avance en resolver ese problema, pero se puede resolver y sabemos cómo hacerlo. 

Tenemos también que cosechar los océanos de forma inteligente y prudente, hay que repensar cómo se ejecuta la pesca: regularla de manera que deje de haber pesca ilegal. Y en este sentido, digamos que el 99% de los armadores de nuestro país se comporta de acuerdo a las reglas y son actores importantes en la búsqueda de la sostenibilidad de las pescas, pero tenemos algunas ovejas negras que además son conocidas por todo el sector, que no solamente impactan sobre el océano sino sobre toda la reputación de nuestro sector pesquero en España. La pesca ilegal es un problema importante que deberíamos resolver a partir no solamente de políticas, sino también de educación, porque es un recurso que afecta negativamente a todos.

Y finalmente, el nuevo problema es el del cambio climático, que es un desafío general que está afectando ya de forma importante al océano, sobre todo a los ecosistemas polares en el ártico y también a los arrecifes de coral. En estas dos zonas, el ártico y los trópicos con los arrecifes de coral, va a ser muy difícil evitar, incluso si llegamos a cumplir los objetivos del Acuerdo de París, que estos impactos sobre ecosistemas marinos polares y los organismos que dependen del hielo y los corales en el Trópico no se vean afectados más de lo que lo están siendo ahora.

OpenMind-Cuadernos de sostenibilidad-calentamiento global y oceanos-5 En el año 2020, se preveía que debido a políticas de reducción de utilización de plásticos de un solo uso, se iba a disminuir su producción en un 15%. Al final, ha aumentado casi en un 20%, con los guantes, máscaras, equipos de protección sanitarios, etc...
En 2020, se preveía una disminución del 15% en la producción de plásticos de un solo uso, pero terminó aumentando casi un 20%, incluyendo guantes, mascarillas y equipo de protección médica.

En estos casos, la recuperación va a ser difícil. En el caso del Ártico, imposible, porque no vamos a ver recuperarse el hielo del Ártico en generaciones humanas. Sin embargo, en el caso de los arrecifes de coral no deberíamos de conformarnos con las previsiones negativas y deberíamos desarrollar nuevos fundamentos científicos y tecnológicos para poder recuperar los arrecifes de coral.Yo creo que se puede hacer, aunque sea muy difícil, pero desde luego que hay que intentarlo. 

En el océano es posible, en tierra ya no. En el océano seguimos teniendo esa oportunidad, pero no va a estar ahí siempre. O lo hacemos en los próximos diez años o ya no habrá opción. 

¿Qué papel tiene el océano a la hora de ayudarnos a regular la cantidad de CO2 de la atmósfera? ¿Puede explicar qué es el carbono azul? 

Desde hace prácticamente 40 años, ha habido políticas que apuntaban a la posibilidad de actuar sobre la conservación y reforestación de los bosques tropicales, y de los bosques en general, como una vía de prevenir o de mitigar el cambio climático. Sin embargo, en el océano no había políticas y ni siquiera había conceptos de cómo el océano puede apoyar políticas que redunden en acción climática. Hace unos 30 años, empecé a publicar resultados de mi investigación, que indicaban que los ecosistemas que ocurren en la zona costera, como son las praderas submarinas, los manglares, las marismas y los bosques de algas, tenían una capacidad enorme para producir más materia orgánica de la que consumían y por tanto eran capaces de secuestrar cantidades muy importantes de carbono. Escalamos esos resultados a nivel global y, en el año 2005, mis colaboradores y yo demostramos que estos ecosistemas, que ocupan menos de un 0,2% de la superficie del océano, son responsables de más de la mitad de todo el secuestro de carbono que ocurre en sedimentos o suelos marinos. 

El resultado llevó a la formulación de una estrategia que sigue creciendo de forma imparable, que es la estrategia de carbono azul para mitigar el cambio climático. El concepto de carbono azul se refiere a estos ecosistemas costeros que, en un estado saludable, son capaces de retirar cantidades enormes de dióxido de carbono de la atmósfera y consolidarlo en sedimentos y suelos marinos durante milenios. La campeona de este secuestro de carbono son las praderas de la hierba marina Posidonia oceánica’ del Mediterráneo y, en particular, si quisiéramos buscar a la campeona mundial de secuestro de carbono, son las praderas de ‘Posidonia de las islas de Formentera y de Ibiza, que, además son patrimonio de la humanidad. Una hectárea de esta pradera secuestra tanto carbono como 15 hectáreas de bosque amazónico prístino. 

Pradera de Posidonia Oceánica
Pradera de Posidonia Oceánica

El reconocimiento de su capacidad, tanto la de estas praderas submarinas como la de bosques de manglar y marismas, como potente sumidero de carbono, ha llevado a valorar la importancia de estos ecosistemas y a lanzar muchos proyectos a escala global para conservarlos de forma que no se pierdan, porque, cuando se pierden los depósitos de carbono en los suelos, se desestabilizan y pueden generar emisiones importantes. 

Y además reforestarlos, porque la restauración de ecosistemas de manglar es relativamente sencilla y barata. Por ejemplo, se ha hecho en el delta del río Mekong, en Vietnam, donde más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque de manglar destruido durante la guerra se reforestaron con medios muy sencillos y se recuperaron manglares plenamente funcionales. 

En definitiva, una gestión inteligente de los océanos (conservar y restaurar los ecosistemas marinos) es una de las claves para poder resolver el problema del cambio climático.

Carlos Duarte

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