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08 noviembre 2023

El frigorífico “verde” de Einstein

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Albert Einstein suele pujar con Isaac Newton por el título del científico más famoso de la historia. Pero, con toda su popularidad, la figura del físico alemán aún esconde historias poco sabidas por el gran público. Alguna de ellas, tan mundana que casa poco con la imagen del científico enfrascado en abstrusas discusiones teóricas: el 11 de noviembre de 1930 Einstein patentaba junto con el húngaro Leo Szilard un frigorífico de su invención, que no llegó a convertirse en un producto comercial, pero que podría haber evitado una de las grandes lacras ambientales del siglo XX. Y que si no tuvo recorrido en el pasado, podría tenerlo en el futuro.

BBVA-OpenMind-Yanes-El frigorifico verde de Einstein_1 El 11 de noviembre de 1930 Einstein patentaba junto con el húngaro Leo Szilard un frigorífico de su invención. Crédito: dpa picture alliance archive / Alamy Foto de stock
El 11 de noviembre de 1930 Einstein patentaba junto con el húngaro Leo Szilard un frigorífico de su invención. Crédito: dpa picture alliance archive / Alamy Foto de stock

En 1926 Einstein ya era una celebridad mundial: había publicado las teorías especial y general de la relatividad y la explicación del efecto fotoeléctrico por la cual había recibido el Nobel de Física cinco años antes. Los institutos de investigación más prestigiosos se lo disputaban, y le llovían los premios y los doctorados honorarios. Residía en Berlín, pero dedicaba gran parte de su tiempo a viajar por el mundo llevando su ciencia y su activismo por la paz. Allí donde llegaba era recibido y celebrado por multitudes, de un modo equiparable a las actuales estrellas del rock y que hoy sería inconcebible para un científico.

Una mañana aquel Einstein famoso y ya maduro —47 años— leyó en un periódico que toda una familia de Berlín, padres e hijos, había muerto en la cama por un escape de su frigorífico. Según publicó en 1997 en Scientific American Gene Dannen, que dedicó años a investigar esta peculiar historia, la tragedia conmovió al físico, que dijo a su joven colega Szilard: “Debe de haber una manera mejor”.

Fugas letales

En los años 20 del siglo pasado el frigorífico eléctrico aún era un artículo de lujo que poco a poco comenzaba a sustituir a los antiguos refrigeradores de hielo. Pero el elevado precio no era el peor de sus problemas: los gases refrigerantes que utilizaban los compresores, cloruro de metilo, amoniaco y dióxido de azufre, eran altamente tóxicos y una fuga podía ser letal; el de la noticia que conmocionó a Einstein no era el primer accidente con fatales consecuencias.

BBVA-OpenMind-Yanes-El frigorifico verde de Einstein_2_ESP La patente se refiere a un sistema sin partes móviles con sustancias que refrigeran por evaporación y una fuente de calor que sustituye al compresor. Hoy se aplica a las neveras portátiles. Crédito: Einstein/Szilard with annotations by P. Brandon Malloy
La patente se refiere a un sistema sin partes móviles con sustancias que refrigeran por evaporación y una fuente de calor que sustituye al compresor. Hoy se aplica a las neveras portátiles. Crédito: Einstein/Szilard with annotations by P. Brandon Malloy

Szilard pasaría a la historia como el proponente de la reacción nuclear en cadena que daría origen a la era atómica. Pero, en sus comienzos, su campo de trabajo fue la termodinámica, la ciencia en la que se basa la refrigeración. Einstein y Szilard comprendieron que los gases tóxicos no eran el único inconveniente de los frigoríficos de entonces, sino que los mecanismos, con sus uniones y juntas, los hacían propensos a escapes. Aplicando la termodinámica, los dos físicos intuyeron que podrían diseñar un sistema más fiable, sin partes móviles. Einstein no era ajeno al mundo de la invención: su primer trabajo, de 1902 a 1909, había sido el de experto técnico de la Oficina de Patentes de Berna (Suiza), y guardaba tan buen recuerdo que le había recomendado esta ocupación bien pagada al joven Szilard.

Aquel trabajo conjunto de Einstein y Szilard —cuyo mayor peso probablemente recayó en el segundo— se prolongó en una colaboración de siete años, con la participación técnica del ingeniero húngaro Albert Korodi y que llegó a producir más de 45 solicitudes de patentes en seis países. Una de ellas fue la concedida en EEUU en noviembre de 1930, no sin que antes el sorprendido responsable de examinarla para su aprobación escribiera a los solicitantes: “Estaría interesado en saber si Albert Einstein es la misma persona que propuso la teoría de la relatividad”.

Tres diseños y algunos prototipos

Aquella patente estadounidense se refiere a un frigorífico de absorción, un sistema sin partes móviles con sustancias que refrigeran por evaporación y una fuente de calor que sustituye al compresor. Hoy se aplica a las neveras portátiles. El de Einstein y Szilard mejoraba un sistema de la compañía sueca Electrolux, empleando amoníaco, butano y agua en un circuito sellado, lo que evitaba posibles fugas. Pero este era solo un diseño de los tres que ambos físicos patentaron; los otros dos se basaban en conceptos distintos, difusión y electromagnetismo. En este último, un campo electromagnético movía un metal líquido que sustituía al pistón del compresor. Esta bomba se aplicó después al enfriamiento de reactores nucleares.

BBVA-OpenMind-Yanes-El frigorifico verde de Einstein_3 El trabajo conjunto de Einstein y Szilard se prolongó en una colaboración de siete años y llegó a producir más de 45 solicitudes de patentes en seis países. Crédito: Universal History Archive / Colaborador
El trabajo conjunto de Einstein y Szilard se prolongó en una colaboración de siete años y llegó a producir más de 45 solicitudes de patentes en seis países. Crédito: Universal History Archive / Getty Images

Los inventores firmaron acuerdos con Electrolux y con la alemana AEG, y esta segunda condujo investigaciones hasta la fase de prototipos. Pero nunca llegaron a ver la luz. En 1930 el partido nazi iniciaba su ascenso al poder, y la gran depresión de 1929 se extendía por el mundo. AEG abandonó sus investigaciones, y tanto Einstein como Szilard se verían forzados a huir de Alemania. Un factor técnico también condenó estos proyectos: en 1930 se presentaban en EEUU los primeros frigoríficos de gas freón, que eliminaban el problema de la toxicidad. Entonces aún no se sospechaba que este producto, compuesto por clorofluorocarbonos (CFC), acabaría causando un enorme daño a la capa de ozono del planeta.

Un siglo después, hay quienes han querido dar una nueva vida al frigorífico de Einstein y Szilard. En 2008 un grupo de la Universidad de Oxford dirigido por Malcolm McCulloch revivió el proyecto, con la intención de crear un electrodoméstico ecológico que fuese más eficiente que el original y que pudiese funcionar por energía solar en zonas donde la electricidad no llega. Otros investigadores continúan trabajando en ideas similares que tal vez lleguen a ofrecernos tecnologías más verdes, en tiempos en que la sostenibilidad se ha convertido en una prioridad irrenunciable.

Javier Yanes

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