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25 febrero 2019

Neurotecnología e inteligencia artificial: ¿dónde está el límite?

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La combinación de neurobiología e inteligencia artificial tiene el potencial de transformar la realidad que conocemos en todas sus formas y lo primero que va a cambiar la alianza de estas dos tecnologías es el concepto mismo de individuo: el concepto del yo que hemos utilizado para organizar las sociedades actuales tiene los días contados.

Si la neurotecnología tendrá la capacidad de modificar pensamientos a corto plazo como sostiene Rafael Yuste, neurobiólogo e investigador principal del proyecto BRAIN (Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies ), ¿dónde acaba mi responsabilidad como individuo? ¿quién podrá declararme culpable de un crimen o autor de una novela si mi mente no es ya un lugar impenetrable?

Mesa redonda del evento Neurotecnologías e inteligencia artificial: ¿necesitamos nuevos derechos humanos?, en la biblioteca Solvay de Bruselas. De Izquiera a derecha los científicos Rafael Yuste, Blaise Agüera, Jack Gallant y John Donoghue debaten sobre las implicaciones de las nuevas neurotecnologías.

Aunque estos argumentos puedan parecer apocalípticos y propios de las historias de la serie Black Mirror, la realidad es que científicos de diferentes especialidades que ya trabajan con estas tecnologías para “des encriptar” las bases de la actividad cerebral, reclaman con urgencia la definición de un marco ético para anticiparnos a ese escenario en el que la mente, deje de ser un lugar “íntimo” y blindado. El proyecto BRAIN (2013) tiene 12 años de plazo para estudiar los mecanismos de la actividad cerebral de diferentes mamíferos, con el ser humano como objetivo último. Después del laboratorio, harán falta unos 10 o 15 años para que estos descubrimientos se traduzcan en una aplicación clínica directa, que modifique los límites de nuestra salud y nuestras condiciones de vida.

“Neuroriesgos” y “neuroderechos”

Pero, ante un reto ético de tales magnitudes, ¿quién tiene que definir esos nuevos límites? En ese nuevo entorno marcado por esos potenciales “neuroriesgos”, ¿cómo defenderemos nuestros derechos como individuos? Políticos, científicos y la propia sociedad civil deben coordinar la reflexión sobre este nuevo escenario. 

Algunas de las cuestiones que requieren regulación más urgencia son la privacidad y el riesgo potencial de crear nuevas desigualdades sociales o “mentales”, en cuanto a que el estudio del cerebro permitirá, además de la curación de enfermedades neurológicas, potenciar determinadas capacidades creando individuos mejorados, con más opciones de adaptación de desarrollo. Si somos capaces de “adelantar” a la evolución natural de la especia, ¿cómo garantizaremos la igualdad entre los individuos? 

El cerebro: un enigma, ¿a punto de descifrarse?

El proyecto BRAIN (Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras por sus siglas en inglés) trabaja desde 2013 en el ambicioso objetivo de conseguir una foto completa, un mapa detallado de la actividad cerebral. Cada pensamiento se traducen en un circuito determinado de actividad cerebral, según ha explicado a OpenMind Rafael Yuste, el principal impulsor de este esfuerzo de investigación interdisciplinar de la administración estadounidense, pero con una repercusión y un alcance que serán sin duda universales.

Si desciframos esas “rutas”, seremos capaces de modificarlas para atacar el origen de muchas enfermedades mentales y neurológicas que se supone, en algún momento de esa recorrido se “pierden” y generan una actividad cerebral atípica. De este modo, se pondría fin a décadas de tratamientos médicos que solo consiguen paliar los efectos de problemas que siguen teniendo su origen en la actividad cerebral y que todavía desconocemos. 

El humanismo, ¿la clave de la revolución tecnológica?

Este gran paso, la capacidad del hombre para entender cómo funciona el motor de su cuerpo y poder “ajustarlo” si fuera necesario, permitiría a la humanidad, según Yuste, cerrar un círculo, el que empezó con el Renacimiento y que culminaría con la definición final del yo, del individuo. Descifrar el cerebro nos permitirá además de traspasar nuestros propios límites, conocernos como especie.

Cuando esto ocurra, cuando la ciencia y la tecnología redefinan las fronteras de nuestro cuerpo y de nuestras acciones, ¿qué papel jugarán las humanidades? Ante esta pregunta, Rafael Yuste considera que, aunque parezca paradójico a ojos de muchas personas, las humanidades son una cuestión clave en esta revolución científico tecnológica y tienen un papel fundamental: el de definir el nuevo universo ético y de valores que debe dirigir esta transgresión de nuestros propios límites (y los valores y derechos asociados a los mismos).

Dory Gascueña para OpenMind

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