Isabel Moreno, física, meteoróloga y presentadora de televisión, entrevista a Alejandro Quecedo del Val, escritor, activista y miembro de la Junta Juvenil de SEO/BirdLife, sobre los jóvenes y el cambio climático.
¿Por qué te introdujiste en este mundo de la conciencia medioambiental?
Yo era un enamorado de los pájaros y de repente me empecé a dar cuenta de que los pájaros estaban desapareciendo y de qué había un problema serio con ellos. Ante la pregunta de por qué están desapareciendo las aves, empiezan a surgir muchos factores, entre ellos el cambio climático, nuestro modelo de agricultura, nuestro modelo de sociedad … y es que nos encontramos ante una pérdida de biodiversidad sin precedentes.
Uno se da cuenta de toda la problemática, que en conjunto forma la crisis ecosocial, y de la cual, el cambio climático sin duda alguna es la punta del iceberg, pero también es el problema que acelera el resto.
Cuando llegas a ese nivel de concienciación ya es muy difícil salir y empiezas a dar la batalla desde este paradigma más amplio que es la crisis ecosocial.
¿Por qué crees que tantos jóvenes se sumaron a estos movimientos reivindicando un planeta mejor?
Cuando hablamos de medioambiente, realmente no nos damos cuenta de la severidad y la urgencia de la situación. Cuando estas personas reivindican un planeta, un medioambiente sano, están reivindicando sencillamente el derecho a vivir.
Ya en 2019 el Foro Económico Mundial publicó un informe según el cual la crisis climática representa un riesgo para la humanidad mayor que el uso de armas de destrucción masiva.
¿Crees que los jóvenes tienen ese sentimiento de forma mayoritaria o se trata sólo de una minoría?
Creo que tenemos un sentimiento mayoritario pero a la hora de poner en marcha una estrategia, somos una minoría. A pesar de que la emoción y la conciencia están ahí, hay muchas divergencias y muchas apuestas distintas sobre cómo se transforma ese sentimiento en una estratégia de acción o en un modelo de vida.
¿Crees que los adultos realmente escuchan a la gente joven o que simplemente hacen que escuchan para hacerse la foto?
Si los jóvenes podemos estar hoy en la calle es gracias a los adultos, que han producido los informes del IPCC que nos dan la información, que han hecho el trabajo de campo, que han escrito las ideas y la filosofía, que nos han enamorado y que nos han hecho salir a la calle.
Sin embargo, a nivel social estamos respondiendo de manera distinta según los sectores. Hay una élite que se está enrocando en una inacción climática, incluso en un negacionismo, que es sencillamente asesino. Asesino de nuestros ecosistemas y de la vida misma. Por ejemplo, tenemos datos como que cien empresas han producido el 71 % de las emisiones de efecto invernadero desde 1986. Sin embargo es una élite que permanece en esa inacción.
¿Y cuándo vais a los foros internacionales, tenéis la sensación de que se os escucha?
Cuando hablamos de las COP, de los distintos procesos de las Naciones Unidas, me gusta compararlo con un término que desarrollo en mi libro, Gritar lo que que está callado”, que es el del “espectáculo climático”. Se relaciona mucho con la teoría del espectáculo de Guy Debord.
Parece el gran teatro del mundo: tenemos un gran escenario, una gente que aplaude, luces y una batería de medios de comunicación dispuestos a disparar y hacer la foto del momento clave del discurso. La pregunta es: ¿a dónde va ese discurso? Porque para hablar tenemos las manifestaciones, las reuniones, las conferencias, sin embargo, en esos momentos, donde realmente se tiene que negociar el futuro del planeta, el futuro de sus gentes y de todos los seres vivos, en esas mesas no tenemos palabra. Pero no sólo pasa con los jóvenes, pasa también con la sociedad civil, con los científicos, incluso con las delegaciones de los países.
Para que te hagas una idea, en la COP 26, la delegación más numerosa no era de científicos, ni de Naciones Unidas, ni de ningún país, sino que era la delegación de los combustibles fósiles, de empresas petroleras.
Durante todos estos años, ¿has visto algún cambio?
Creo que el mayor cambio que hemos podido asumir ha sido un cambio de esperanza, de que en algún momento parecía que había una ilusión colectiva, que iba a haber un momento de transformación, de ambición política, pero que sin embargo han sido oportunidades constantemente pérdidas. Y creo que, desde el momento en el que empecé hasta hoy, el cambio consiste en una pérdida de ilusión muy grande
Una pérdida de ilusión, ¿a qué nivel?
Cuando irrumpió la juventud en la escena del cambio climático y de la crisis ecológica, parecía que se generaba cierta conciencia y cierta ambición y capital político que antes no había para hacer transformaciones a todos los niveles. Sin embargo quedó demostrado muy pronto que había sido una ensoñación colectiva, construida y alimentada desde la parte politica, mediatica e incluso la social, pero que a la hora de transformaciones sociales y económicas, que es lo único que puede solucionar la situación en la que nos encontramos, no hemos visto que haya habido ningún cambio sustancial.
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