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27 abril 2018

Cuatro perspectivas sobre el estudio de la cultura

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Durante el último cuarto del siglo XX se asumieron cuatro enfoques sobre el estudio de la cultura que provocaron un creciente interés. En gran medida, al margen de la corriente principal de la ciencia social, tales enfoques se orientaron principalmente hacia los reinos del significado, del simbolismo, del lenguaje y del discurso, y arraigaron en tradiciones filosóficas más profundas, distintas y significativamente ajenas a la denominada tradición positivista de la ciencia social contemporánea. La primera es la fenomenología, la segunda la antropología cultural, la tercera el estructuralismo y la cuarta la teoría crítica.

Estas perspectivas son, en buena parte, de origen europeo; pero, en la medida en que fueron desarrollándose, provocaron un grado creciente de interés, hasta el punto de que los principales supuestos hacia los que se reorientó el trabajo en el área de la cultura derivaron, considerablemente, de una o más de estas tradiciones. Cada uno de estos enfoques ha sido el ámbito de importantes contribuciones teóricas, y en todos ellos es posible encontrar concepciones competitivas, así como  autores influyentes, y de referencia, cuyo trabajo sobre la cultura representa un aporte sustancial por derecho propio. Entre ellos están Peter L. Berger, Mary Douglas, Michel Foucault y Jürgen Habermas, quienes han destacado por sus significativos aportes al estudio de la cultura, intentando estructurar un marco más adecuado para su análisis.

Peter L. Berger y la fenomenología

Las aplicaciones de la fenomenología a las ciencias sociales provinieron, originariamente, de los escritos de Maurice Merleau-Ponty y de Alfred Schütz. La obra de estos autores volvió a subrayar la necesidad de prestar una consideración especial al papel de los significados subjetivos en la vida social, enfatizando la “intersubjetividad”, o comprensión compartida, en la que se basa la interacción social, y propugnando la investigación descriptiva orientada hacia una inteligencia fundada en las percepciones e intenciones ordinarias de los actores sociales en la vida cotidiana.

Peter L. Berger (1929-2017) se convirtió, a mediados de la década de 1960, en uno de los principales estudiosos que propuso el enfoque fenomenológico y, en términos más generales, en uno de los más reflexivos y respetados teóricos de la cultura. Escribió sobre temas de campo entre los que se cuentan la sociología, la modernización, la teoría sociológica y la política pública. Y, al utilizar y revisar significativamente la perspectiva fenomenológica, creó un aparato conceptual capaz de abordar problemas microsociológicos (la internalización de los valores), así como problemas más macroscópicos (la construcción cultural de instituciones, las ideologías y las pautas sociales cambiantes).

Según su tesis central, los mundos en que habitan las personas están (dentro de los límites del ambiente natural y de la biología del hombre) construidos socialmente, por lo tanto la realidad que la gente percibe y experimenta está socialmente (y diferencialmente) situada en la sociedad. Imagen: CC0 Public Domain

Berger comenzó a publicar prolíficamente a partir de 1958, y entre sus textos más influyentes de esa época se cuentan The Precarious Vision (1961) y The Noise of Solemn Assemblies (1961). Aunque bien recibidos, estos trabajos provocaron una auténtica conmoción en los círculos eclesiásticos debido a que cuestionaban muchos supuestos centrales del poder religioso de la época (en particular del protestante). Entre 1963 y 1970, desarrolló su pensamiento acerca de la naturaleza de la cultura y la realidad social, y produjo las obras que le ganaron el reconocimiento internacional. En Invitation to Sociology (1963) trazó los parámetros intelectuales de la disciplina y las características de su ejercicio. Muchos de los temas presentados en este libro fueron ulteriormente desarrollados, junto con Thomas Luckmann, en The Social Construction of Reality (1966), obra esta en la que se proponía reformular los parámetros sustanciales de la sociología del conocimiento. Según su tesis central, los mundos en que habitan las personas están (dentro de los límites del ambiente natural y de la biología del hombre) construidos socialmente, por lo tanto la realidad que la gente percibe y experimenta está socialmente (y diferencialmente) situada en la sociedad. El paradigma conceptual de este libro también proporcionó el ángulo de análisis de la siguiente obra de Berger, The Sacred Canopy (1967), un tratado teórico sobre la sociología de la religión. Hasta finales de la década de 1960, Berger no demostró mucho interés por la política. No obstante, en el verano de 1969, su relación con Ivan Illich hizo que comenzara a explorar las conexiones teóricas entre, por un lado, su obra anterior dedicada a la cultura y, por otro, la modernización, el desarrollo del tercer mundo y la política. El resultado de ese cambiante interés le llevó a redactar The Homeless Mind (1973), con Brigitte Berger y Hansfried Kellner, y The Pyramids of Sacrifice (1974). Y fue ya en Sociology Reinterpreted (1981) cuando extendió su pensamiento sobre el método de la sociología.

Mary Douglas y la antropología cultural

En la obra de Mary Douglas (1921-2007), se muestra con claridad la preocupación por el orden social. Partiendo de una amplia gama de materiales provenientes de grupos primitivos, Douglas expuso importantes ideas acerca del ritual, la desviación simbólica, los límites sociales y las cosmologías comparadas. Su tratamiento perspicaz sobre el modo en que las pautas culturales son dramatizadas y afirmadas proporcionó un valioso complemento a otras formulaciones realizadas por autores como Berger o Habermas.

Durante la primera década y media de sus carrera los intereses de Douglas se centraron casi exclusivamente en África. Imagen: CC0 Public Domain

Los resultados de su más antiguo trabajo de campo se publicaron en una breve monografía titulada Peoples of the Lake Nyasa Region (1950). Pero su primer libro importante, The Lele of the Kasai, se publicó en 1963 y, aunque esta obra era en gran medida descriptiva y etnográfica, presagió lo que habría de seguir, con análisis perspicaces del simbolismo y el ritual. Fue ya en 1970 cuando publicó el libro que atrajo hacia ella la atención internacional y que sigue siendo su aportación más singular e importante al análisis teórico de la cultura: Natural Symbols. Esta obra constituía tanto un análisis de la cultura como un desafío a su expresión contemporánea. Douglas continuó sus exploraciones en el ámbito del análisis cultural comparado durante toda la década. Parte de este trabajo quedó reflejado en The World of Goods (escrito en colaboración con Baron Isherwood), y publicado en 1979, y en Risk and Culture (en colaboración con Aaron Wildavsky), publicado en 1982.

Al igual que Berger, Mary Douglas ha inspirado a centenares de científicos sociales que han sentido la necesidad de captar el mundo simbólico de modo más eficaz. A lo largo de su trabajo empírico esta autora demostró una gran técnica para la comprensión de las pautas simbólicas. Y, al igual que Foucault, Habermas y Berger, propuso una perspectiva de la cultura que permite arrojar luz sobre las condiciones contemporáneas.

Foucault y el estructuralismo

Michel Foucault (1926-1984) representa un claro contraste tanto con Berger como con Douglas. Si bien su obra se deriva de un medio cultural que podría considerarse asimilable, si no familiar, para los estudiosos de la corriente principal de la ciencia social, también es cierto que la relativa claridad tiende a tornarse oscura. Su obra está llena de reflexiones sobre la naturaleza del desarrollo cultural y presenta un método estimulante de análisis cultural.

La formación de Foucault en filosofía y en historia de las ideas, junto con su experiencia en hospitales psiquiátricos, dieron forma al tema de su primer libro, Madness and Civilization: A History of Insanity in the Age of Reason. Publicado en 1961, el libro ganó la medalla del Centre national de la recherche scientifique, convirtiéndose en uno de los libros más vendidos en Francia. Su siguiente obra, Bith of the Clinic: An Archeology of Medical Perception, apareció en 1963. Al igual que el anterior estudio, prestaba atención al papel del lenguaje y la terminología en la conformación de las percepciones mentales y en los modos en que afectaban las ideas, los ordenamientos mismos del espacio, las herramientas y las relaciones sociales.

A partir del punto anterior los intereses de Foucault se centraron en el origen y la evolución de las disciplinas científicas conductuales, sociales y culturales. Este estudio, publicado en 1966 y titulado The Order of Things: An Archeology of the Human Sciences, trata sobre las categorías fundamentales del lenguaje que hacen posible el pensamiento en las ciencias sociales. Categorías que conciernen al lenguaje y el discurso, la historia, el valor, la utilidad, el intercambio, la riqueza y el trabajo, por nombrar sólo algunas de ellas.

Foucault experimentó la necesidad de clarificar y sistematizar sus métodos de indagación, tanto para sí mismo como para su creciente núcleo de discípulos intelectuales y, a continuación, publicó The Archeology of Knowledge (1969). Este volumen contiene el más estimulante bosquejo para una reorientación del análisis cultural. Su publicación representó tanto una culminación de la obra en la que Foucault se había concentrado durante la década anterior, como un giro que se desarrollaría aún más en su subsiguiente trabajo.

Este cambio supuso poner un énfasis creciente en el poder. En I, Pierre Rivière…(1973), Discipline and Punish: The Birth of the Prison (1975) y The History of Sexuality (1976), Foucault subrayó la medida en la que el conocimiento es conformado por las diferencias de poder y los modos en los que el conocimiento dramatiza y mediatiza la aplicación del poder en las instituciones sociales. Estos temas, muy importantes en muchos de sus ensayos y entrevistas, fueron reunidos en Power/Knowledge (1980).

Jürgen Habermas y la teoría crítica

La teoría crítica surgió en Alemania en la década siguiente a la Primera Guerra Mundial. Entre sus principales figuras se contaron Max Horkheimer, Theodor Adorno, Erich Fromm y Herbert Marcuse, todos ellos inspirados en gran medida por autores marxistas como Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Bujarin.

Estos estudiosos estuvieron profundamente influidos por los acontecimientos que rodearon a la Primera Guerra Mundial: el colapso del movimiento obrero internacional, la devastación económica que condujo al fascismo… Y, si bien abrazaron la crítica marxista del capitalismo, también reexaminaron sus fundamentos filosóficos con la esperanza de hacerla más aplicable a la situación del momento. Imagen: CC0 Public Domain

Jürgen Habermas, nacido en 1929, surgió como el principal representante de la teoría crítica, iniciando su desarrollo intelectual en 1945. Ese año, debido a los juicios de Nuremberg y a otras revelaciones acerca de la guerra, comprendió que había sido educado bajo un sistema políticamente criminal. La actitud que asumió fue abiertamente crítica respecto de la élite política y académica alemana, a la vez que pacifista y dialogante.

El primer artículo de Habermas fue una crítica de la Introduction to Metaphysics, de Heidegger, centrada en el hecho de que éste último no hubiera logrado repudiar las ideas propuestas bajo el régimen de Hitler. Aproximadamente en esa época Habermas también se interesó por la teoría marxista. Leyó History and Class Consciousness, de Lukács, pero llegó a la conclusión de que era imposible aplicar directamente las teorías de Marx o Lukács al período de posguerra. A raíz de esta ambivalencia, se sintió atraído por Dialectic of Enlightenment, de Horkheimer y Adorno, que leyó en 1955, su primer contacto con la escuela crítica.

Fotografía tomada en Heidelberg, abril de 1964, [1] por Jeremy J. Shapiro en el Max Weber-Soziologentag. Horkheimer está de frente a la izquierda, Adorno de frente a la derecha, y Habermas está en el fondo, a la derecha, pasándose la mano por el pelo. Siegfried Landshut está en el fondo a la izquierda. Imagen: Wikimedia
Fotografía tomada en Heidelberg, abril de 1964, [1] por Jeremy J. Shapiro en el Max Weber-Soziologentag. Horkheimer está de frente a la izquierda, Adorno de frente a la derecha, y Habermas está en el fondo, a la derecha, pasándose la mano por el pelo. Siegfried Landshut está en el fondo a la izquierda. Imagen: Wikimedia
Después de un periodo de enseñanza en Heidelberg, se hizo cargo de una cátedra de filosofía y sociología en la Universidad de Frankfurt en 1964, y allí permaneció hasta 1971, cuando asumió un cargo en el Instituto Max Planck de Starnberg. Durante ese tiempo atrajo la atención internacional como teórico del movimiento de protesta estudiantil. Este movimiento hizo que abrigara la esperanza de que la teoría crítica podía llegar a influir en la política, y también contribuyó a dar forma a sus propias concepciones en relación con sus antecesores de la escuela de Frankfurt.

Habermas escribió mucho desde principios de la década de 1960. En Theory and Practice, su obra más antigua, examina lo que percibe como una degeneración de la teoría política, al pasar del estudio de la virtud y la decencia últimas al estudio de los medios efectivos para la manipulación de los ciudadanos (tipificado en la ciencia social moderna). A esta crítica siguió Knowledge and Human Interests, inicialmente publicado en 1968, con un esfuerzo sistemático por desarrollar una perspectiva alternativa para las ciencias sociales.

Con Legitimation Crisis (1979) Habermas reorientó su atención, desde los problemas más teóricos y filosóficos prevalecientes en su anterior trabajo, hacia una investigación de los problemas sociales y culturales a los que se enfrentan las sociedades capitalistas avanzadas. En subsiguientes obras se centró, cada vez más, en cuestiones culturales. Communication and the Evolution of Society (1976), recoge el interrogante de cómo analizar de la mejor manera posible los problemas de la legitimidad, y también los concernientes a la evolución y autoidentidad culturales. El esfuerzo que realiza, tendente a reconstruir el materialismo histórico de Marx, también refleja un interés creciente por la cultura. En esa obra se ponen de manifiesto influencias relevantes de teorías de la comunicación (en particular de la obra de John R. Searle), y de teorías del desarrollo moral y la evolución cultural, y estos intereses son evidentes en su libro The Theory of Communicative Action (1983).

Hacia la comparación

Las aportaciones de Peter Berger, Mary Douglas, Michel Foucault y Jürgen Habermas representan alternativas distintas para la investigación de la cultura.

  • Berger subraya las interpretaciones personales que ayudan a los individuos a adaptarse a la realidad cotidiana. Aduce con vigor que las cosas pueden no ser lo que parecen, sino ser sólo construcciones sostenidas en su lugar por mutuo consentimiento.
  • Douglas enfatiza el papel del ritual y de las creaciones materiales en la definición de los límites conceptuales; amplía su argumentación viendo al ritual como un componente necesario de la construcción de la realidad.
  • En Foucault adquiere primacía el problema del poder (de su refuerzo mediante las categorías del conocimiento). Añade además una dimensión histórica, rastreando la evolución de la locura, la salud, el castigo, la sexualidad…
  • Y en Habermas tienen prioridad las bases epistemológicas de la acción comunicativa, creando una fundamentación de supuestos para una ciencia de la cultura independiente.

Cada perspectiva refleja la impronta de diferentes contextos filosóficos, nacionales e intelectuales, pero todas ellas ponen un acento especial en el lenguaje y la comunicación, en los sistemas de clasificación, en lo simbólico-expresivo y en la cultura, afrontando los problemas de la subjetividad y de la percepción humana. En cierto sentido, puede considerarse que cada una de estas perspectivas pone de relieve diferentes aspectos de la realidad cultural de modo que, mientras que el punto fuerte de una perspectiva puede ser el punto débil de otra, juntas contribuyen en alto grado a la comprensión de la compleja y pluridimensional naturaleza de la cultura.

 Ana González Menéndez

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