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06 noviembre 2020

Los ojos de la música. Más allá del pentagrama

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La música constituye una de las principales manifestaciones artísticas de los seres humanos. Y la vista es uno de los sentidos más importantes de los que gozamos las personas. La primera es capaz de crear universos visuales, y la carencia de la segunda es capaz de originar universos musicales que superan, incluso, lo escrito en los pentagramas.

El Trecento italiano

La música italiana del siglo XIV, denominado Trecento, cuenta con una historia bastante distinta a la de la música francesa desarrollada en esa misma época debido, sobre todo, a las diferencias sociales y políticas que existían entre ambos países. Mientras que en Francia la monarquía proporcionaba una gran estabilidad, y adquiría un poder cada vez mayor, Italia estaba constituida por ciudades-estado cuyos gobernantes rivalizaban entre sí, dando lugar a constantes enfrentamientos.

Entre los principales lugares en los que se cultivó la música italiana se encuentran Bolonia, Módena, Perugia…, y, en particular, Florencia, epicentro cultural a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI, y cuna de obras como el Decamerón, de Boccaccio, y el Paradiso degli Alberti, de Giovani da Patro. Gracias a estos escritos se sabe que la música, tanto la vocal como la instrumental, era la gran protagonista de casi todas las actividades de la vida social italiana.

Un cuento del Decamerón por John William Waterhouse, 1916, Galería de Arte Lady Lever, Liverpool.

Es durante el siglo XIV cuando en Italia se desarrolla el arte de la canción polifónica, para voces masculinas agudas con acompañamiento instrumental, siendo los géneros más importantes el madrigal, la caccia y la ballata.

La primera generación de compositores de esta etapa se sitúa entre 1330 y 1350, y destacan: Jacopo da Bologna, Vincenzo da Rimini, Giovanni da Cascia, Gherardello de Florentia… Mientras que una segunda generación de compositores abarca desde 1350 a 1390, y de ella forman parte Bartolino da Padova, Laurentius de Florentia, Paolo Tenorista y, por supuesto, la figura más relevante del Trecento italiano.

Landini, o la posibilidad de ver a través de la música

El músico italiano más destacado del siglo XIV fue Francesco Landini (nacido en Fiesole, Florencia, hacia 1335; fallecido en 1397). Ciego ya desde niño, a causa de la viruela, su ceguera no le impidió convertirse en un poeta muy estimado, a la altura de Guillaume de Machaut o Philippe de Vitry, en un erudito, y maestro, de la teoría y práctica musicales, y en un virtuoso de numerosos instrumentos. Su habilidad y destreza con el organetto, un pequeño órgano que tocaba con dulzura, decisión y gran maestría, hicieron de él un célebre organista imposible de olvidar y que carecía de parangón. Actuó como músico y poeta, y fue organista de la Catedral de Florencia.

Francesco Landini, el compositor más famoso del Trecento, tocando un órgano portativo (ilustración del siglo XV Codex Squarcialupi). Fuente: Dominio público

Pero, además de intérprete, Landini también destacó como compositor. De él se han conservado 154 obras (141 ballate, a dos y tres voces, 11 madrigales, a dos y tres voces, un madrigal canónico a tres voces, y una caccia a tres voces). La ballata, principal forma de la época de Francesco Landini, aparece a partir de 1365, primero a dos voces, luego a tres voces, desplazando la primacía que tenía hasta entonces el madrigal. Con su obra Piu bella donn’al mondo, Landini mostró su pericia compositiva, creando una ballata considerada como una de las más hermosas canciones de amor. La voz superior es la protagonista, mientras que la inferior sirve de acompañamiento (en ocasiones puede ser instrumental), y se desplazan en movimiento contrario. Los ritmos y los pasos melódicos son absolutamente cantables, para terminar con un giro típico de este compositor (síncopa y salto de tercera), que se hizo frecuente en el Trecento y llegó a bautizarse como cadencia Landino.

Sin embargo, no sólo Italia gozó de grandes músicos que mostraron con sus obras que la ceguera no constituye un impedimento para desarrollar una extraordinaria carrera musical, también España ha contado con músicos a través de cuyos ojos, carentes de visión, hemos podido ver, y sentir, más allá de lo escrito en el pentagrama.

Joaquín Rodrigo, una España visual

Nacido en Sagunto, Valencia, en 1901, Joaquín Rodrigo perdió la vista a los pocos años de nacer, hacia 1905, a causa de la difteria. Y fue precisamente esa ceguera la que le llevó, y acercó, al mundo de la música. Se formó en un colegio para niños ciegos, y allí ya mostró sus dotes para la literatura y para la música. A los ocho años comenzó sus estudios de solfeo, piano y violín, y a los dieciséis empezó con la armonía y la composición. Pero fue a principios de 1920 cuando se consolidó como un excelente pianista y compositor, gran conocedor de las vanguardias y de los principios armónicos, lo que le hizo trasladarse a París, en 1927, para estudiar con Paul Dukas.

La actividad artística, académica y creativa de Joaquín Rodrigo dieron lugar a que desarrollara un estilo muy personal, que se hizo más que patente en la obra que tanta fama le proporcionó, y cuyo estreno mundial tuvo lugar en Barcelona en 1940, el Concierto de Aranjuez.

Busto del compositor español Joaquín Rodrigo, con su mujer, la pianista Victoria Kamhi en el fondo. Situado en el parque de España de la ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina.
Busto del compositor español Joaquín Rodrigo, con su mujer, la pianista Victoria Kamhi en el fondo. Situado en el parque de España de la ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina.

A través de sus obras corales e instrumentales, conciertos, canciones y música para cine y teatro, ensalzó las diferentes culturas de España, inspirándose en su historia, en sus poetas…, siempre desde el optimismo y con su sello personal.

Falleció en 1999, en Madrid, dejando un legado insustituible y un patrimonio artístico que resulta necesario difundir y dar a conocer. Aunque, sobre todo, su gran herencia es el haber sido un ejemplo de tesón, esfuerzo, creatividad y actividad. Y la principal enseñanza que nos transmite es cómo su amor por el arte, y por la música en particular, y su afán por el conocimiento, fueron los acicates para que sus ojos le proporcionaran una visión más clara, diáfana, amplia y nítida del mundo de la que muchas veces carecemos, a pesar de no ser ciegos.

Mundos musicales, miradas universales

Indudablemente, son muchos los años que separan a Francesco Landini y a Joaquín Rodrigo, y no puede olvidarse un importante punto de inflexión que se produjo entre ellos, protagonizado por la figura de Louis Braille (1809-1852), quien con tres años, jugando en el taller en el que su padre fabricaba arneses, tuvo un accidente que le provocó una infección en ambos ojos, desembocando en la ceguera total a los cinco años de edad. Sin embargo esta situación no le impidió conseguir, con tan sólo diez años, una beca para estudiar en París. Fue así como, basándose en el sistema de “escritura nocturna” ideado por el capitán del ejército francés Charles Barbier, Braille creó la lectoescritura para ciegos, cuya primera versión fue publicada en 1829. Y, dada su pasión por la música (llegó a ser organista en la Iglesia de San Nicolás de los Campos), desarrolló un sistema de notación musical para ciegos, la musicografía. Supuso, por lo tanto, un antes y un después en el ámbito musical, proporcionando un avance absolutamente significativo para quienes han querido, y quieren, estudiar y dedicarse a la música pero sus ojos no les permiten leer las partituras al uso.

BBVA-OpenMind-Texto_en_Gregoriano-Texto en Gregoriano donde las palabras y la música aparecen alternados
Ejemplo de un fragmento de canto gregoriano, transcrito al braille, donde se alternan palabras y música.

Así, aunque pueda parecer que una ceguera incapacita para ser músico, la historia demuestra que han existido no pocos músicos, y artistas en general, ciegos, muchos de los cuales han destacado y se han convertido en figuras de relevancia gracias a sus aportaciones.

La música se entiende y se percibe más que nunca como un lenguaje universal, sensorial, visual, pleno, que nos acerca a los demás y crea universos conjuntos que permiten compartir y comunicar traspasando épocas y fronteras, más allá de las diferencias, sean éstas las que sean.

Dra. Ana González Menéndez

Para seguir leyendo…

-Coronas, P. (2006): El universo pianístico en la obra de Joaquín Rodrigo. (Edición bilingüe, incluye CD). Ediciones Maestro. Málaga.

-Grout, D. J., Palisca, C. V. (1999): Historia de la música occidental, volumen 1. Alianza Editorial. Colección Alianza Música. Madrid.

-Michels, U. (2004): Atlas de Música (volúmenes 1 y 2). Alianza Editorial. Madrid.

-Organización Nacional de Ciegos de Españoles (2001): La musicografía Braille. Un acercamiento a la escritura musical para uso de las personas ciegas. Centro Bibliográfico y Cultural de la ONCE. Madrid.

-Suárez-Pajares, J. (2000): Joaquín Rodrigo. Imágenes de una vida plena. Iconografía. Fundación Autor. Madrid.

 

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