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17 septiembre 2014

El placer por la música no es universal

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Puede ser el rock, la ópera, la música clásica o el jazz, pero siempre se da por supuesto que a cualquier individuo le gusta algún tipo de música. Esta creencia universal la desmontó junto a su equipo el psicólogo de la Universidad de Barcelona Josep Marco, en un estudio publicado recientemente en la revista Current Biology. No importa la melodía que suene: para algunas personas, la música, simplemente, no significa nada.

El trabajo tuvo una fase previa, en la que los investigadores, junto a colegas de la Universidad de Montreal se preguntaron por las diferencias en el gusto musical. Es decir, con su estudio, que publicaron en la revista Music Perception el pasado año, solo pretendían averiguar cómo se disfrutaba la música a nivel individual. “Dábamos por supuesto que a todo el mundo le gusta y, de repente, surgió la pregunta: ¿y si no es así?”, explica Marco.

En su trabajo previo, observaron que había un 5% de los participantes, a los que se aplicó un sistema de recompensas para saber sus reacciones a los distintos tipos de música, que puntuaban bajo y en el siguiente estudio lo que se trató de aclarar era si este pequeño porcentaje, “un tanto por ciento no despreciable” eran directamente insensibles a lo que es considerado un placer universal.

“En la literatura científica había tres casos descritos de personas que, después de un ictus, habían perdido el gusto por la música y también se sabía que era algo que le ocurría a los individuos con depresión, pero lo que tratamos de averiguar era si les podía ocurrir a personas sanas que, además, no tuvieran problemas de percepción”, apunta el autor principal del estudio.

Para averiguarlo, los investigadores seleccionaron a tres grupos de diez personas cada uno que, en el trabajo previo habían demostrado alta, media o baja sensibilidad a las recompensas musicales, lo que se determinó con el cuestionario –también desarrollado por los mismos autores- Barcelona Musical Reward Questionanire (BMRQ). Los participantes de los tres grupos tenían una sensibilidad similar a las recompensas generales (por ejemplo, a las monetarias) y eran capaces de percibir correctamente la música.

Después se sometió a los sujetos seleccionados a dos experimentos. Por una parte, tenían que describir su grado de placer al escuchar determinada música y, por otra, responder rápidamente a una serie de preguntas con el objeto de ganar o no dinero real (cantidades simbólicas).

Para medir objetivamente la respuesta emocional, los psicólogos registraron además de las respuestas el ritmo del latido cardiaco y la actividad electrodermal, “muy sensible a las emociones”. “Lo que se vio es que en el área monetaria todos tenían la misma respuesta, mientras que en la musical el grupo que habíamos definido como de sensibilidad baja no mostraba ninguna reacción, frente a los otros dos que sí lo hacían”, comenta Marco.

Lo que sobre todo queda claro en el estudio es que las personas que muestran esta insensibilidad musical no sufren ningún trastorno. Es gente perfectamente sana, “que puede obtener placer por otras fuentes”. Como anécdota, Marco recuerda que a las personas del grupo de sensibilidad baja (de los que no todos resultaron ser totalmente insensibles) se les pidió que eligieran ellos mismos una melodía para someterse al test; muchos fueron incapaces y tuvieron que recurrir a familiares o amigos simplemente para elegir una canción.

Meses después de la publicación del trabajo, Marco cuenta que su laboratorio empezó a recibir e-mails de personas que, hasta entonces, se habían sentido bichos raros. “Algunos decían que toda la vida les habían acusado de estar deprimidos, cuando no era así”, apunta.

Los investigadores continúan trabajando en esta área. Ahora, están utilizando la resonancia magnética funcional, aunque aún no han completado la muestra. Su teoría es que aunque las áreas de procesamiento del sonido son iguales en todos los individuos puede que hay diferencias en las áreas asociadas a las recompensas más primarias. Sin embargo, habrá que esperar a los resultados para saberlo.

Por el momento, el trabajo de Marco y sus colaboradores puede tener un impacto inmediato. Ocurre con la terapia musical, que se utiliza para tratar distintos trastornos. “Si se está pensando en aplicar una terapia basada en la música hay que tener en cuenta que hay personas que no van a ser sensibles”, subraya el psicólogo de la universidad catalana.

Con respecto al porcentaje de población que podría estar afectado por este “no trastorno”, Marco señala que en su estudio ascendió al 5% pero que teniendo en cuenta posibles sesgos, como problemas de depresión que no han sido analizados específicamente en el trabajo publicado, el porcentaje podría bajar al 2-3%. Una cifra suficiente para no calificar de rara avis al insensible musical.

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