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27 junio 2013

Teoría cultural del riesgo I

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Sobre la naturaleza del Riesgo. Poniendo las ideas en contexto

Como las dos caras de una misma moneda, la rentabilidad y el riesgo no sólo se interrelacionan, sino que son, en esencia, lo mismo. Podemos definir la rentabilidad como la ganancia obtenida por asumir un riesgo. En sentido inverso, también podemos definir el riesgo como el coste que se asume al perseguir una rentabilidad. Ambas definiciones son, en su simplicidad, altamente explicativas. Contestado el qué, la siguiente pregunta es el cuánto. ¿Cuánto es el riesgo que estamos dispuestos a asumir por obtener una rentabilidad? ¿Estamos conformes con la rentabilidad obtenida dado el riesgo que asumimos?

Y he aquí donde todo se complica notablemente.

Todo buen economista guarda siempre un par de conejos en la chistera. Podemos sacar uno, y hablar de Sharpe y su modelo CAPM (Capital Asset Pricing Model), el cual estima cuál es la rentabilidad exigida de un determinado activo financiero. Es más, podemos hablar de la frontera eficiente de Markowitz, que viene a dibujar el conjunto de combinaciones óptimas de rentabilidad y riesgo de una cartera de activos financieros.

Podemos complicar aún más los modelos, y hablar de pair trading, de arbitraje, de relative value. Pero estas definiciones, aunque muy útiles (y tanto, Sharpe y Markowitz se llevaron el Nobel de economía por esto) están acotadas a la realidad de los mercados financieros.

Podríamos hablar de los numerosos riesgos que asume una entidad financiera o una compañía. Se han sucedido en los últimos treinta años notables esfuerzos encaminados a medir, controlar, gestionar, mitigar y comunicar los riesgos que asumen las entidades financieras. Primero con la medición del riesgo de mercado, allá a finales de los ochenta, para avanzar con Basilea II a mediados de la década pasada, continuando con Basilea III y los numerosos pasos dados por los diferentes reguladores.

Pero no sólo existen métricas y sistemas de gestión en el mundo financiero. Todas las ramas de actividad afrontan riesgos. El sector energético, intermediando entre precios de oferta y demanda, conjugando los intereses de generadores, distribuidores y comercializadores. Las compañías farmacéuticas, decidiendo si apostar por el desarrollo de un fármaco durante años, para luego esperar que sea autorizado y comercializado, y que genere una rentabilidad que compense tanto el desarrollo como la pérdida de la exclusividad al cabo de los años. Hay muchos más ejemplos.

Todos estos riesgos están medidos. Son gestionados, controlados, y, no con poco esfuerzo, mitigados en la medida de lo posible. Podemos caer en la tentación de pensar que riesgo es todo aquella pérdida potencial que somos capaces de medir.

Si queremos ir más allá de los modelos y entender la naturaleza misma del riesgo, debemos buscar un entendimiento aún más profundo.

Porque riesgo es algo más que el resultado de un modelo matemático. ¿Y las decisiones que toma una familia respecto de sus necesidades y su capacidad de endeudamiento? ¿Cómo medir el riesgo de elegir la carrera incorrecta acabado el bachillerato, o escoger estudiar un idioma u otro? ¿Cómo valorar el riesgo de equivocarse, o no alcanzar las metas deseadas? Aquí no estamos hablando de incertidumbre, al menos en los términos en que se expresaba Knight. Hablamos de contemplar el riesgo desde una perspectiva más amplia.

La rentabilidad y el riesgo subyacen a muchísimas decisiones cotidianas. El concepto de coste de oportunidad, incluso, es una manifestación de la rentabilidad/riesgo.  Si queremos adentrarnos en las profundas implicaciones que tiene valorar la rentabilidad y el riesgo debemos enriquecer estas definiciones y buscar más allá de los números.

Debemos buscar en las personas.

Hablar de personas es hablar de psicología, de sociología, de neurología. De irracionalidad y de resultados contradictorios. De explicaciones que no cuadran con los postulados más básicos sobre los que se asienta la ciencia económica.

Sobre este terreno pantanoso se está construyendo una de las ramas más prometedoras de la economía, y que nos resultará indispensable si queremos seguir profundizando en la naturaleza del riesgo.

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Pedro Agudo

Economista, BBVA

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