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16 octubre 2020

Una alimentación sostenible por la paz y contra el cambio climático

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En 2020, el Día Mundial de la Alimentación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) está inevitablemente marcado por la pandemia de COVID-19. Las personas más vulnerables a la enfermedad producida por el virus SARS-CoV-2 y sus efectos económicos son también las que pasan más hambre. 

La COVID-19 ha puesto de manifiesto la interrelación entre la salud del planeta y la de la especie humana, una cuestión que es especialmente importante en materia de agricultura y alimentación. Frente a la crisis climática que afrontan las sociedades actuales, se hace imperativo desarrollar sistemas alimentarios y de producción agrícola más resilientes y fortalecidos que puedan resistir los choques climáticos mientras proporcionan el alimento necesario para facilitar dietas sostenibles y asequibles a toda la población del planeta. 

Tecnología e innovación en la agricultura

Las nuevas tecnologías aplicadas al sector agrícola pueden cerrar la gran brecha digital entre los países desarrollados y los países en desarrollo, sostiene la FAO / Imagen: Unsplash

Para conseguir ese equilibrio de fuerzas dentro del desequilibrio climático, las nuevas tecnologías y la innovación son la receta para no tener que elegir entre salud y economía. Tal y como sostiene la FAO, la digitalización del campo permitiría optimizar la producción de alimentos mediante herramientas tecnológicas como las imágenes por satélite o el análisis masivo de datos, que facilitan la detección de incendios y plagas y permiten al mismo tiempo reducir el desperdicio de alimentos o la pérdida de cosechas, mientras se optimiza la gestión del agua o la propia cadena de distribución alimentaria. Pero la digitalización no es una opción para más de 3. 000 millones de personas que todavía no tienen acceso a Internet, la mayoría en zonas rurales.

Las nuevas tecnologías prometen cambios revolucionarios para los pequeños agricultores, responsables de casi el 80% de la producción mundial de alimentos, según datos de la FAO.

COVID-19: inseguridad alimentaria y hambre 

Naciones Unidas reconoce en su informe sobre el estado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2020 que la COVID-19 ha desafiado directamente a la seguridad alimentaria y al compromiso con la erradicación del hambre de la Agenda 2030, Además de que a nivel mundial ambos problemas mantienen una tendencia al alza desde hace años y la malnutrición infantil sigue afectando a millones de niños en todo el mundo, la ONU advierte de que la desaceleración económica provocada por la pandemia agravará esta situación.

La COVID-19 podría añadir hasta 132 millones de personas desnutridas en el mundo en 2020 según la ONU / IMAGEN: Unsplash

Pero la COVID-19 no es la única pandemia que amenaza la seguridad alimentaria mundial. En África, el resurgimiento de la langosta del desierto, considerada por la ONU la plaga más destructiva del mundo, pone en riesgo el acceso a los alimentos de 35 millones de personas. Según calcula la FAO, un pequeño enjambre de este voraz insecto es capaz de comer en un día la misma cantidad de alimentos que 35.000 personas.

Más de 690 millones de personas sufrían una nutrición insuficiente en 2019, casi 60 millones más que en 2014. 

El otro extremo del problema mundial de la alimentación es la obesidad infantil, reconocido por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como un problema de salud pública mundial, ya que tiene consecuencias directas sobre la incidencia de enfermedades crónicas y agudas, el desarrollo saludable y la productividad económica de las personas y las sociedades. En el año 2019, 38 millones de niños menores de 5 años en todo el mundo padecían sobrepeso.

Un compromiso con la ciudadanía alimentaria

Recientemente ha surgido en el ámbito académico un término para designar el derecho a una alimentación de calidad responsable con el consumo. La ciudadanía alimentaria busca hacer consciente al consumidor de los efectos de su consumo de alimentos para el futuro del entorno natural, el bienestar de los animales o el acceso a determinados alimentos para las generaciones futuras.

Así, la ciudadanía alimentaria convierte en un acto político de responsabilidad con el planeta y la sociedad en su conjunto el consumo de alimentos. Los consumidores de alimentos pasan a ser sujetos activos que, con sus elecciones de consumo, influyen en cuestiones clave para la lucha contra la degradación del medioambiente como la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo, la acumulación de contaminantes por residuos, plaguicidas y fertilizantes químicos o el alto consumo energético de la producción agraria

La alimentación: una pieza clave para la paz mundial

En 2020, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU recibía el premio Nobel de la Paz como reconocimiento “por sus esfuerzos para combatir el hambre, por su contribución a mejorar las condiciones de paz en las zonas afectadas por conflictos y por actuar como fuerza impulsora en esfuerzos para prevenir el uso del hambre como arma de guerra y conflicto”, según reza la resolución del Comité Noruego. El vínculo entre el hambre y los conflictos armados se convierte en un círculo vicioso: así como la guerra y los conflictos armados causan inseguridad alimentaria y hambre, el hambre y la inseguridad alimentaria pueden desencadenar el uso de la violencia y hacer que estallen conflictos latentes.

En un día cualquiera, el Programa Mundial de alimentos pone en marcha 5.600 camiones, 20 barcos y 92 aviones para garantizar la asistencia alimentaria / Imagen: PMA

La capacidad de respuesta del PMA frente a la pandemia de COVID-19 ha sido reconocida también como uno de los argumentos de peso para la consecución del galardón. En palabras de la propia organización: “Hasta el día en que tengamos una vacuna médica, la comida es la mejor vacuna contra el caos”.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) es la organización humanitaria más grande del mundo encargada de luchar contra el hambre y promover la seguridad alimentaria. Solo en 2019, el PMA asistió a casi 100 millones de personas en 88 países víctimas de la inseguridad alimentaria aguda y el hambre. El PMA es, además, el principal instrumento de las Naciones Unidas para lograr el objetivo hambre cero de la Agenda 2030.

Dory Gascueña para OpenMind

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