Elaborado por Materia para OpenMind Recomendado por Materia
4
Inicio ¿Cambiarán las ciudades después de la pandemia?
01 diciembre 2020

¿Cambiarán las ciudades después de la pandemia?

Tiempo estimado de lectura Tiempo 4 de lectura

Siempre que necesitamos atención médica especializada, nos dirigimos a los grandes núcleos. En cualquier lugar del mundo, las ciudades cuentan con los mejores hospitales, los profesionales más cualificados y las infraestructuras sanitarias más desarrolladas. Y sin embargo, en toda obra de ficción sobre epidemias, la población busca huir de ellas cuanto antes, porque es allí donde el riesgo de contagio es mayor. Es la llamativa paradoja de las ciudades. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de mantener y potenciar lo bueno de las grandes urbes, sus recursos sanitarios, reduciendo su papel como focos de contagio. ¿Es posible diseñar ciudades más seguras contra las epidemias?

En caso de pandemia, “el sitio más seguro donde estar es allí donde no haya otros humanos”, contaba a OpenMind el epidemiólogo de la Universidad de Michigan (EEUU) Abram Wagner, a raíz de un estudio de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) que identificaba los países isleños, con su frontera natural impuesta por la geografía, como los lugares donde refugiarse de una gran epidemia. Históricamente, las aglomeraciones urbanas han desempeñado un papel nocivo en la transmisión de enfermedades infecciosas. En ellas proliferaron azotes como la peste negra o el cólera cuando las ciudades aún carecían de la higiene básica, lo que llegó a su punto álgido con las grandes migraciones del campo a las ciudades durante la Revolución Industrial. Episodios como la epidemia de cólera de 1854 en Londres impulsaron mejoras esenciales en la calidad del agua, la recogida de basuras y el alcantarillado.

Estándares de higiene

Hoy las ciudades ya no son el caldo de cultivo de gérmenes que eran antes de estos avances, y conviene precisar que allí donde se cumplen los estándares de higiene, las mejoras no pasan por aplicar medidas de desinfección excesivas que no solo son inútiles, sino incluso dañinas. La COVID-19 nos ha enseñado el valor de la higiene de manos y la limpieza. Pero frente a la desinfección de calles practicada en numerosos lugares, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte: “El rociado o fumigado de espacios exteriores, como calles o mercados, no está recomendado para matar el virus de la COVID-19 u otros patógenos”. La ciencia actual apunta a que el riesgo de transmisión por superficies u objetos es mínimo y, como alerta un reciente artículo en The Lancet, un exceso de desinfección puede llevar a “una reducción en la diversidad del microbioma y un aumento en la diversidad de genes de resistencia”.

El rociado o fumigado de espacios exteriores no está recomendado para matar el virus de la COVID-19. Crédito: Mario De Guzman

Pero naturalmente, los altos estándares de higiene son en muchos casos un objetivo pendiente. El saneamiento público aún es algo inalcanzable para 673 millones de personas. Las desigualdades en los núcleos urbanos son causa de que la enfermedad se cebe sobre todo en los distritos más desfavorecidos: los estudios han mostrado que la pandemia de la COVID-19 está causando mayores estragos en estas comunidades, lo que ha llevado a diversos expertos a advertir de que estamos ante una sindemia, o epidemia en la que distintos factores concurren de forma sinérgica agravando las consecuencias para la población más pobre.

La calidad del aire

Más allá del saneamiento público, la idea de hacer de las ciudades espacios más saludables no es algo surgido a raíz de la actual pandemia. La proliferación de zonas verdes tuvo originalmente el fin de mejorar la calidad del aire y proveer lugares que redujeran la densidad de población y permitieran practicar actividades saludables como el ejercicio físico.  Se ha señalado también el papel de los espacios verdes en la salud mental de los ciudadanos. Por ello, la decisión de clausurar los parques en numerosos lugares durante la pandemia ha sido cuestionada, aún más cuando estos cierres afectan en mayor grado, una vez más, a los barrios más pobres, con viviendas más pequeñas y atestadas.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Cambiarán las ciudades después de la pandemia-COVID_ciudades_3-La OMS ha insistido en el valor de la ventilación natural. Fuente: Pixy
La OMS ha insistido en el valor de la ventilación natural. Fuente: Pixy

Frente a la higiene, la calidad del aire es un aspecto a menudo olvidado en los entornos urbanos construidos, y que en la actual pandemia se está revelando vital para controlar la propagación del virus. En la edificación destinada a usos laborales y otros se ha impuesto la construcción sin ventanas practicables, confiando en la ventilación y climatización del propio edificio. Pero algunos expertos han advertido de que no solo los sistemas de aire acondicionado suelen mantenerse con la renovación de aire al mínimo para reducir el consumo energético, sino que en el mejor de los casos no tienen la potencia suficiente para manejar el flujo de aire necesario con los filtros adecuados para eliminar los virus del aire. Incluso en los hospitales, donde la calidad del aire es aún más crítica, la OMS ha insistido en el valor de la ventilación natural. Quizá en este aspecto el futuro de los edificios contemple un cierto regreso al pasado, a algo tan simple como poder abrir las ventanas.

Smart Cities

La COVID-19 ha potenciado ciertas innovaciones que en el futuro podrían formar parte habitual de la gestión urbana. Hoy hemos aprendido el valor de la distancia social en la contención de epidemias, y la tecnología de Smart Cities puede monitorizar los movimientos y flujos de personas y vehículos para evaluar su efecto en la propagación de virus como el SARS-CoV-2. El Observatorio Urbano de la Universidad de Newcastle, el mayor de Reino Unido, recopila una multitud de datos de sensores y dispositivos para vigilar no solo el clima, la calidad del aire o el consumo de energía, sino también para seguir en tiempo real la dinámica del tráfico y los peatones, la ocupación de aparcamientos o la posición de los autobuses. 

Durante la pandemia, el observatorio ha analizado más de 1.800 millones de datos con algoritmos de aprendizaje automático para comprobar el impacto de las medidas públicas adoptadas contra el virus. Utilizando sistemas de visión automática y procesamiento de imágenes, los investigadores han desarrollado algoritmos que miden la distancia social entre peatones, lo que ayuda a analizar la adherencia a las medidas y a identificar lugares en los que no es posible mantener las distancias adecuadas.

En definitiva, hoy son muchas las iniciativas para hacer de las ciudades entornos más saludables y resistentes a la enfermedad, con un especial acento en reducir y evitar las discriminaciones entre zonas o distritos. El movimiento Healthy Cities de la OMS o la organización Archive Global son dos ejemplos a gran escala internacional, pero existe una multitud de proyectos a nivel nacional o local; concursos de ideas aportan propuestas para blindar las ciudades contra epidemias. Más espacios verdes y peatonales, transportes más integrados, sensores que eviten el contacto físico, estaciones de lavado de manos, espacios públicos que puedan reconvertirse en centros logísticos o médicos, o por supuesto, primar el teletrabajo. Quizá, apuntan algunos expertos, la mayoría de los cambios no sean demasiado evidentes a la vista. Pero podrían marcar una gran diferencia en la próxima pandemia.

Javier Yanes

@yanes68

 

Comentarios sobre esta publicación

El nombre no debe estar vacío
Escribe un comentario aquí…* (Máximo de 500 palabras)
El comentario no puede estar vacío
*Tu comentario será revisado antes de ser publicado
La comprobación captcha debe estar aprobada