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02 enero 2020

Viaje al cerebro durmiente: así impulsa la tecnología a la neurociencia del sueño

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Hasta la llegada del electroencefalograma, apenas se conocía lo que hace el cerebro mientras duerme. Y aún a día de hoy el sueño plantea muchas incógnitas evolutivas y fisiológicas, pero lo que está claro es que el insomnio está asociado a la aparición de varias enfermedades y a la reducción de la esperanza de vida. Por eso, las startups de neurotecnología trabajan para llevar la relación entre la tecnología y el sueño al siguiente nivel, con interfaces bidireccionales que no solo leen el cerebro sino que también tratan de influirlo mientras duerme. 

Durante décadas, los científicos asumieron que el cerebro se apaga para ahorrar energía cuando no está despierto, como si se tratase de un electrodoméstico en standby. La neurotecnología demostró que no es así. En los años 50, el investigador Eugene Aserinsky conectó a su propio hijo, de ocho años, a un lector de ondas cerebrales mientras dormía. El aparato de electroencefalografía trazó sobre el papel rayas que delataban una actividad neuronal similar a la que se observaría en una persona despierta. Aserinsky descubrió así la fase REM (‘rapid eye movement’, movimiento ocular rápido, en inglés), durante la cual soñamos, ordenamos los recuerdos y consolidamos una parte de la memoria.

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La polisomnografía es un estudio médico del sueño que emplea sensores de ondas cerebrales. Crédito: Christopher R. Morales/ U.S. Air Force

Todavía no se conoce a ciencia cierta la función del descanso nocturno. En 2010, el compañero de Aserinsky e investigador de sueño William Dement, ya jubilado, bromeó: “Hasta donde yo sé, el único motivo incontrovertible por el cual debemos dormir es porque nos entra sueño”. Pero lo que ya sabemos sobre este proceso, lo sabemos gracias a la neurotecnología. El uso de electroencefalogramas y, más recientemente, técnicas de neuroimagen como la tomografía por emisión de positrones y la resonancia magnética funcional, ha arrojado luz sobre cómo dormimos, que a su vez es pista de por qué lo hacemos.

Así, sabemos que las neuronas durmientes emiten ondas que, por su frecuencia, siguen un patrón característico de cuatro fases repetidas en ciclos a lo largo de cada noche de descanso. Los estudios de privación del sueño, unidos al seguimiento de pacientes insomnes o con lesiones en determinadas regiones del cerebro, permiten inferir algunos de los importantes procesos fisiológicos que se llevan a cabo en cada fase, como la reparación muscular, la liberación de hormonas, la activación del sistema inmune o el refuerzo de las conexiones neuronales.

En la década de 1970, este conocimiento científico era suficiente para inaugurar una nueva disciplina clínica, la medicina del sueño, que ahora emplea técnicas neurotecnológicas como la polisomnografía para diagnosticar trastornos asociados al mal dormir. Los datos globales señalan que cada vez son más las personas que duermen mal y poco. Y esto es un problema de salud pública porque, a pesar de las incógnitas, sabemos lo importante que es el descanso para la salud. En su forma más extrema, la privación indefinida del sueño —como la que sufren los pacientes de la enfermedad hereditaria insomnia familiar fatal— produce una muerte muy temprana.

Tecnología ponible para dormir mejor

En aras de mejorar la calidad y cantidad de sueño, los tecnólogos ya no se limitan a crear interfaces cerebro-máquina para monitorizar el cerebro durmiente, sino que diseñan nuevos aparatos para controlar la somnolencia. Los dispositivos más avanzados tienen la forma de una gran diadema forrada de tela, dotada de electrodos para medir las ondas cerebrales y de sensores de movimiento, de ritmo cardíaco y de respiración. Incorporan, además, micrófonos que proyectan ondas acústicas directamente sobre el cráneo para infundir el cerebro con sonidos de determinadas frecuencias por la noche.

Este concepto nace de experimentos que constatan la eficacia de las ondas sonoras para modular el sueño más profundo y reparador, conocido como sueño de ondas lentas. Un estudio publicado en la revista Neuron en 2013 encontró que las ondas sonoras, si están en fase con las ondas cerebrales en esta etapa del sueño, crean un “circuito cerrado de estimulación acústica” que realza la oscilación neuronal y sus beneficios asociados, por ejemplo la consolidación de la memoria. Aquel estudio era pequeño (solo 11 participantes) pero deja entrever el potencial del mercado neurotecnológico que ya adopta estas técnicas.

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Algunos dispositivos comerciales, como el Dreem, emiten ondas acústicas sobre el cráneo para prolongar el sueño profundo. Crédito: Dreem

El dispositivo Dreem, por ejemplo, diseñado por la empresa francesa del mismo nombre, emite una frecuencia de sonido conocido como ruido rosa cuando detecta que el usuario ha entrado en la fase de ondas lentas. Según los fabricantes, esta técnica prolonga la duración de la fase reparadora del sueño y así mejora la calidad del descanso en general. Sin embargo, gran parte de los estudios científicos de la empresa no son públicos y la diadema, que ya está a la venta por 399€ ($499), no se ha sometido a un ensayo clínico revisado por pares.

Su principal competidor, el dispositivo SmartSleep de Philips ($400), funciona de forma similar y cuenta con el aval de algunos estudios en el dominio público, como uno publicado en la revista Sleep durante noviembre de 2019 que constata la mejora cognitiva de varios hombres que durmieron con el aparato. El mercado de este wearable son las personas que, por su estilo de vida, no pueden o no quieren dormir más de seis o siete horas diarias. Los fabricantes aseguran que el 70% de estos usuarios dicen sentirse menos cansados el día después de dormir con la diadema pero, de nuevo, faltan datos contrastados con grandes grupos y a largo plazo.

El futuro del sueño asistido

A día de hoy, los aparatos neurotecnológicos para dormir resultan caros e incómodos. Sus promesas y beneficios son modestos. Sin embargo, estas diademas de electroencefalografía sí son los mejores monitores de sueño que existen fuera de un laboratorio científico, y se pueden esperar grandes mejoras de su diseño en el futuro próximo, dado que solo existen desde hace pocos años. No son dispositivos médicos, pero si se comenzara a regular su fabricación y distribución como tales, estos wearables podrían llevar el diagnóstico de los trastornos de sueño fuera de las clínicas especializadas, con todos los beneficios y retos que eso supondría.

Para descansar mejor, existe otra clase de dispositivos neurotecnológicos que promete manipular el cerebro con corrientes eléctricas. La empresa estadounidense Thync desarrolla aparatos de estas características que se adhieren a la nuca. Desde allí estimulan nervios que supuestamente inducen calma y reducen la respuesta de estrés y ansiedad en el cerebro, aunque un usuario que ha testado la última versión de prueba compara la experiencia con un simple masaje.

Este producto es el sucesor de otro dispositivo que Thync lanzó en 2015 y que la empresa ya ha retirado del mercado: aquel producía ligeros pulsos eléctricos en la sien y en la nuca para espabilar o relajar la mente, según la función seleccionada. El método recuerda a una versión diluida de la terapia electro convulsiva, pero carece de regulación médica. Está validado por al menos un estudio, publicado en 2015 en Scientific Reports, que constató efectos positivos en usuarios que habían recibido ese tipo de estimulación directa.

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El cerebro está activo y desempeña funciones vitales mientras duerme. Fuente: Pxhere

El producto original fue ampliamente criticado; los usuarios declararon sentirse incómodos, sobre todo con la función excitante, o no sentir nada. Quienes apreciaron los efectos comparaban la función relajante con la influencia de la marihuana, de la meditación o de un medicamento calmante. Queda por determinar si la nueva versión del wearable ha mejorado la experiencia, pero claramente estamos ante una tecnología pionera e inmadura, de la que se pueden esperar grandes avances en las próximas décadas. Por ahora, tratar de activar interruptores neuronales mediante la estimulación —acústica o eléctrica— del cráneo es como tratar de hacer cirugía con un machete.

Bruno Martin

@TurbanMinor

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