Todavía hoy hay quienes contemplan el entorno natural como un decorado, su conservación como una preocupación de los países ricos y el cambio climático como un problema exclusivamente medioambiental. Pero lo cierto es que de todo ello depende nuestra propia supervivencia como especie. Lo que hacemos contra el único hogar que tenemos lo hacemos contra nosotros mismos. ¿Sería posible que llegáramos a provocar nuestra propia extinción?
Hace pocos cientos de miles de años, varias especies humanas caminaban sobre el planeta; más de diez han llegado a habitar la Tierra. Hoy solo quedamos nosotros, los Homo sapiens, y es posible que fuéramos causantes de la desaparición de alguna otra. De lo que no cabe duda es que estamos provocando una eliminación acelerada de especies que muchos científicos equiparan a las cinco grandes extinciones masivas prehistóricas, y que al deterioro medioambiental causado por la expansión y la actividad del ser humano se superpone el cambio climático también provocado por nosotros. A ello se suman otras amenazas con sello humano, como la guerra nuclear o biológica y una Inteligencia Artificial descontrolada, y alguna exógena como los asteroides.
Siendo así, ¿cuáles son nuestras perspectivas de supervivencia? La especulación es libre. En 1968 el biólogo Paul Ehrlich planteaba en su libro The Population Bomb el escenario de una catástrofe poblacional para los años 70 y 80 que nunca llegó, pese a que la crisis de superpoblación sea innegable. En 2020 el filósofo de la Universidad de Oxford Toby Ord razonaba en su libro The Precipice que existe una posibilidad entre seis de una “catástrofe existencial” para la humanidad en el próximo siglo. El Doomsday Clock o “reloj del apocalipsis”, el indicador gráfico que mantiene el Bulletin of the Atomic Scientists de la Universidad de Chicago como estimación del riesgo de catástrofe global, está más cerca que nunca de la medianoche, la hora final.
En su día, Ehrlich respondió a las críticas sobre su supuesto desacierto alegando que lo suyo no era una predicción, sino un escenario posible que se ha evitado gracias a la advertencia. Según el científico de datos Steven Stern, la especulación de Ord podría lograr el mismo efecto; como una profecía autocumplida, pero al revés. Una posibilidad entre seis parece equilibrada, ni demasiado alta como para extender el pánico, ni demasiado baja como para ignorarla.
El ser humano no será eterno; el Sistema Solar morirá dentro de unos pocos miles de millones de años. Nuestro fin efectivo podría llegar mucho antes: un estudio de 2023 predecía que dentro de 250 millones de años todos los continentes convergerán en uno, Pangea Ultima, provocando un calentamiento que borrará nuestra existencia.
Pero ¿llegará antes el fin del mundo? Algunos expertos defienden que el ser humano ha demostrado ser una especie inusualmente adaptable y resiliente. Otros opinan que estamos traspasando demasiados límites de habitabilidad planetaria y que, de hecho, ya hemos firmado nuestra propia extinción. En el fondo, lo único que sabemos con seguridad es que, en palabras de Anders Sandberg, investigador de la Universidad de Oxford, “hay un riesgo tan grande de un desastre de este tipo en nuestro tiempo de vida que deberíamos trabajar duro para arreglar el mundo”.
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