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19 junio 2020

En busca de un azul menos tóxico

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Aunque el jugo de la remolacha es de un intenso rojo violáceo, químicos brasileños acaban de lograr convertirlo en azul, el color más escaso en la naturaleza. El resultado es un nuevo colorante alternativo, el BeetBlue, inocuo y de origen natural; y por tanto, con potencial aplicación en la industria cosmética y alimentaria. Este sorprendente  cambio, que se ha conseguido trucando la molécula responsable del característico color de la remolacha, abre una nueva vía en la búsqueda de tintes azules menos tóxicos, más baratos y sostenibles.

Esa aventura de exploración científica comenzó hace más de dos siglos, cuando Louis Jacques Thénard (4 de mayo de 1777–21 de junio de 1857) dio el primer paso. Este químico francés ya tendría un lugar en la historia de la ciencia por el descubrimiento del boro (en 1808) y del agua oxigenada (o peróxido de hidrógeno, en 1818); pero por lo que de verdad alcanzó la fama, más allá del mundo de la ciencia, es por haber inventado un nuevo y exitoso pigmento azul —bautizado en su honor como azul Thénard (o azul cobalto)— y también por otro gran logro, en el que curiosamente también estaba implicada la remolacha.

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Azul Thénard. Crédito: FK1954

A principios del siglo XIX, Napoleón había nombrado ministro del Interior al también químico Jean-Antoine Chaptal, quien comisionó a Thénard para encontrar un nuevo pigmento azul que pudiese reemplazar al exclusivo (por escaso y caro) lapislázuli; y también para que mejorase las prestaciones del azul de Prusia, que era la alternativa más asequible por aquel entonces. Thénard tomó como punto de partida un compuesto que se empleaba para colorear de azul la apreciada porcelana de Sévres: el arseniato de cobalto, que también era escaso y costoso, y que además al hidratarse adquiría una tonalidad rojiza. 

El favorito de los artistas europeos

Experimentando con diversos compuestos de cobalto, Thénard consiguió en 1804 un pigmento de un profundo e intenso azul, de una gran estabilidad y de un coste algo menor (a pesar de seguir siendo un producto caro). Su fórmula consistía en calentar al rojo vivo una mezcla de arseniato y fosfato de cobalto con alúmina; y modificando las proporciones de esos componentes vio que podía obtener diferentes matices e intensidades del preciado color. Además, comprobó que no se degradaba al exponerlo durante meses a las condiciones ambientales y a la luz intensa. La producción del nuevo azul cobalto comenzó en 1807 y, casi inmediatamente, se convirtió en el favorito de artistas de toda Europa, como el inglés JMW Turner.

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El cuadro Bell Rock Lighthouse, de JMW Turner. Fuente: Wikimedia

Por entonces, otro problema más grave que acuciaba a Francia era la falta de azúcar. El bloqueo de las rutas comerciales, debido a las guerras napoleónicas, había cortado el suministro de la caña de azúcar; así que el gobierno francés instó a sus principales químicos y agrónomos a encontrar una solución: esta resultó ser la humilde remolacha, que en 1747 había sido identificada como una fuente alternativa de azúcar. Louis Jacques Thénard fue uno de los principales impulsores y promotores de esta opción. Y cuando, con la Restauración borbónica en Francia, el bloqueo comercial finalizó y el azúcar de caña volvía a estar disponible, él fue también el principal adalid de mantener la productiva industria francesa de la remolacha azucarera.

El novedoso BeetBlue

Lo que difícilmente podría haber imaginado Thénard es lo que acaba de descubrirse: que además la remolacha sirve para producir un pigmento azul, novedoso y prometedor como en su día lo fue el azul Thénard. 

Los pocos pigmentos azules obtenidos hasta ahora de plantas —y de hongos, como el Lactarius indigo— son poco estables y se deterioran con facilidad una vez extraídos. Por eso los pocos colorantes azules que están aprobados para un uso alimentario son todos de origen sintético; se obtienen a partir de hidrocarburos derivados del petróleo y, en consecuencia, tienen un nivel de toxicidad que obliga a un uso limitado. 

BBVA-OpenMind-Miguel Barral-azul menos tóxico-Thenard 4-La remolacha sirve para producir un pigmento azul, el Beetblue. Crédito: Nick Colins
La remolacha sirve para producir un pigmento azul, el Beetblue. Crédito: Nick Colins

Las industrias química y alimentaria se afanan, por tanto, en la búsqueda de nuevos pigmentos azules —preferiblemente de origen natural—, que resulten inofensivos para la salud y con una producción sostenible desde un punto de vista medioambiental. De ahí las altas expectativas suscitadas por el novedoso BeetBlue, que cumple con casi todos los requisitos deseables: su fuente natural es accesible y su procesamiento químico es rápido y sencillo, por lo que su producción resulta económica. Además el pigmento es soluble en agua y suficientemente estable. Como el proceso no involucra metales ni sustancias tóxicas, presumiblemente será inocuo para el consumo humano. Solo falta que esta seguridad sea validada mediante test clínicos.

Miguel Barral

@migbarral

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