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12 mayo 2023

El meteorito de Orgueil, la vida alienígena que no fue

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El 14 de mayo de 1864, a las 8 de la tarde, una bola de fuego del tamaño de la luna llena recorrió el firmamento del sur de Francia. El objeto explotó en el cielo con tal estruendo que las detonaciones pudieron oírse en un radio de 120 kilómetros. Los pedazos del meteorito quedaron esparcidos cerca de Orgueil, en el departamento occitano de Tarn y Garona. El meteorito resultó ser de una clase rara, pero más allá de su inmenso valor científico ha protagonizado una polémica que colea más de siglo y medio después: aún hoy hay quienes defienden que lleva incrustados microfósiles alienígenas, y que esto apoyaría la teoría de la panspermia, la siembra de vida en planetas por objetos espaciales.

La roca explotó a unos 20 kilómetros de altura, dispersando sus fragmentos en un corredor de 20 km de longitud por 4 de anchura. Crédito: CC0

Miles de personas fueron testigos del brillante bólido en el cielo, que fue visible desde el sur de Francia hasta el norte de España. El meteorito de Orgueil llegó en el momento preciso para convertirse en un objeto de profundo estudio científico: medio siglo antes se había establecido el origen extraterrestre de estas rocas. Otra caída en 1806 en Alais, también en Francia, se había revelado de un tipo diferente a otros, lo que se llamó condritas carbonáceas; meteoritos rocosos, no metálicos, que conservan la estructura original de la roca y son ricos en carbono orgánico. Su aspecto a simple vista recuerda a un pedazo de carbón, por lo que en tiempos anteriores simplemente se habrían desechado.

Origen extraterrestre

La vistosidad del bólido de Orgueil lo llevó a las páginas de los periódicos. La roca había explotado a unos 20 kilómetros de altura, dispersando sus fragmentos en un corredor de 20 km de longitud por 4 de anchura. En total se recuperó una veintena de fragmentos que sumaban un total de 14 kilos. El análisis recayó en la máxima autoridad del ramo en la Francia de entonces: Gabriel Auguste Daubrée, profesor de geología del Museo de Historia Natural. Pronto se publicaron varios estudios sobre su composición química y su trayectoria.

Ya por entonces se comprendió que era un meteorito raro, con una composición diferente a otros conocidos y solo comparable al de Alais. Hoy solo se conservan cinco condritas carbonáceas de este tipo, llamado CI, y las demás solo suman unos 7 kilos, lo que resalta la importancia del hallazgo de Orgueil. El principal rasgo de estos meteoritos es que tienen una composición casi idéntica a la del Sol, exceptuando el hidrógeno y el helio, por lo que son pequeños fósiles del nacimiento del Sistema Solar en mayor medida que otros tipos. El de Orgueil probablemente procedía de un cometa. 

Estos meteoritos tienen una composición casi idéntica a la del Sol, exceptuando el hidrógeno y el helio, por lo que son pequeños fósiles del nacimiento del Sistema Solar. Crédito: Kirstypargeter/Getty Images
Estos meteoritos tienen una composición casi idéntica a la del Sol, exceptuando el hidrógeno y el helio, por lo que son pequeños fósiles del nacimiento del Sistema Solar. Crédito: Kirstypargeter/Getty Images

Pero un aspecto en particular intrigaba a los científicos. En el siglo XIX se conocía el carácter fósil del carbón, y era inevitable que la riqueza en carbono orgánico del meteorito de Orgueil sugiriera un posible origen en organismos vivos. Daubrée fue cauto al respecto, pero no así el astrónomo y escritor Camille Flammarion, entusiasta proponente de la existencia de vida extraterrestre y que hoy es recordado por su defensa de la presencia de canales artificiales en Marte. Flammarion escribió que la composición del meteorito “parece revelar la existencia de seres organizados en los globos de los que procede”.

Posiblemente fue la publicidad de esta afirmación de Flammarion la que atrajo la atención de nada menos que Louis Pasteur. Inmerso en los estudios que le encumbrarían como uno de los padres de la microbiología, Pasteur decidió intentar cultivar posibles microorganismos presentes en el meteorito de Orgueil. Curiosamente, no se conserva ningún registro de estos experimentos, pero se acepta como cierta la historia del ayudante de Daubrée que fue quien dijo haber entregado la muestra al microbiólogo. En cualquier caso, el relato cuenta que los resultados fueron negativos; nada vivo creció de aquella roca.

La hipótesis de los microfósiles

Durante casi un siglo los pedazos de Orgueil durmieron en los museos. Hasta que en 1961 el geoquímico Bartholomew Nagy y sus colaboradores los elevaron de nuevo a los titulares, al publicar en Nature que el meteorito, cuyos hidrocarburos juzgaban similares a los procedentes de los seres vivos terrestres, contenía “partículas microscópicas semejantes a algas fósiles”, en algunas de las cuales se observaba evidencia de división celular. Las conclusiones de Nagy llegaron a motivar un especial de Nature y la aprobación de algunos científicos, pero otros desinflaron el globo alegando que los presuntos microfósiles solo eran cristales y contaminantes terrestres como granos de polen. 

Los análisis realizados confirman que el meteorito contiene aminoácidos, lo cual abre la puerta a que algunos componentes llegaran a la Tierra a bordo de rocas extraterrestres. Crédito: Dominio público
Los análisis realizados confirman que el meteorito contiene aminoácidos, lo cual abre la puerta a que algunos componentes llegaran a la Tierra a bordo de rocas extraterrestres. Crédito: Dominio público

El globo pareció pincharse del todo cuando en 1964 un estudio en Science descubría que una de las muestras del meteorito contenía cápsulas de semillas, granos de polen y restos de carbón, todo ello pegado con pegamento. Nunca ha llegado a saberse quién fue el autor de esta manipulación ni por qué lo hizo, aunque se cree que data del tiempo del hallazgo del meteorito y que pudo tener como propósito influir en el debate de la época sobre la generación espontánea.

Pese a todo, la hipótesis de los microfósiles sigue viva hoy por mediación de Richard Hoover, científico de la NASA ya retirado. Desde 2004 Hoover ha publicado varios estudios defendiendo la presencia de microfósiles no solo en el meteorito de Orgueil, sino también en otros. Recientemente ha llegado incluso a publicar un atlas de microfósiles de Orgueil. La NASA se desentendió oficialmente de estas proclamas, que han provocado enconados debates pero que no encuentran respaldo general en la comunidad científica. Los análisis realizados con las técnicas actuales han confirmado que el meteorito, como otros, contiene aminoácidos, los ladrillos de las proteínas; lo cual abre la puerta a que tal vez algunos componentes básicos de la vida sí llegaran a la Tierra a bordo de rocas extraterrestres. Pero que lo hicieran microorganismos alienígenas completos y vivos continúa siendo ciencia ficción.

Javier Yanes

 

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