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08 mayo 2020

Los otros gigantes del reino animal

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Toda una nueva colección de habitantes de las profundidades marinas ha sido descubierta recientemente a más de 4.500 metros de profundidad en el Océano Índico, al oeste de Australia. Los investigadores han encontrado entre ellos una treintena de nuevas especies y, además, el animal más largo jamás registrado: un sifonóforo de más de 40 metros de longitud.

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La existencia de criaturas de extraordinarias proporciones ha fascinado al ser humano desde la antigüedad. Una fascinación alimentada tanto por los mitos sobre el origen del mundo protagonizados por gigantes — comunes a diferentes culturas— como por el descubrimiento de vestigios de seres de descomunales dimensiones.

Así, el historiador griego Herodoto escribió sobre el hallazgo de los supuestos huesos del gigante Pallas y del enorme héroe Orestes. También el naturalista romano Plinio el Viejo dejó testimonio del descubrimiento de los huesos de otro gigante mitológico, Orión, en la isla de Creta. Testimonios semejantes se sucedieron en la Antigüedad en Europa, Asia y América. Más tarde, Iglesia y restos fósiles de gran tamaño formaron una extraña pareja: algunos fueron atribuidos a personajes bíblicos y venerados como reliquias en los templos. Por ejemplo, en la iglesia sobre la que se construyó la Catedral de San Esteban (en Viena) se conservaba un fémur de mamut creyendo que era de un gigante muerto en el diluvio universal. También en Austria, en el monasterio de Wilten se custodiaba el cuerno de un pez espada, que se tenía por la lengua del dragón vencido por el mítico gigante Haymon.

Todo eso cambió a partir del siglo XVII, con el surgimiento de la ciencia moderna, basada en la experimentación, la observación y la comparación. Mediante la anatomía comparada los naturalistas demostraron que aquellas historias sobre gigantes no eran más que eso, mitos y leyendas. Y que los colosales huesos que se les atribuían, en realidad pertenecían a ballenas, elefantes y otros animales (muchos de ellos ya extintos). Sin embargo, esto no diluyó la fascinación por los gigantes, que hoy acompaña aún a cada nuevo hallazgo de fósiles de un mastodóntico dinosaurio; y a cada descubrimiento de una nueva especie gigantesca que hasta ahora había permanecido oculta al ser humano. Algo que, por increíble que resulte, sigue sucediendo en pleno siglo XXI. 

Los colosos marinos

El hábitat mas propicio para encontrar nuevos gigante son las profundidades del océano. Mientras que el animal terrestre más grande es el elefante africano (10 metros de largo) y el más alto, la jirafa (llegando a superar los 6 metros de alto), estos gigantes están lejos de las proporciones de los colosos marinos: el pez más grande es el tiburón ballena (12 metros) y el calamar colosal alcanza una longitud de 14 metros, superados por los 16 metros (y más de 45 toneladas) del cachalote o los inabordables 30 metros de la ballena azul, el animal más grande que hemos conocido en la Tierra (mayor que el mayor de los dinosaurios).

Las colonias de organismos marinos, como el sifonóforo recién descubierto, pueden superar a estos gigantes en longitud. Y también en el océano se ha identificado el organismo vivo más grande del planeta, una colonia del alga Posidonia oceánica localizada al sur de la isla de Ibiza, que abarca una extensión de 8 kilómetros.

Y todo ello cuando apenas sabemos nada de las profundidades marinas. La misión espacial Magallanes de la NASA consiguió cartografiar el 98% de la superficie de Venus con una resolución de 100 metros. Más del 60% de la superficie marciana ha sido cartografiada con una resolución de 20 metros. Toda la superficie de la Luna ha sido explorada a una resolución de 7 metros. ¿Y qué pasa con los océanos? 

Desde 2014 disponemos de un mapa completo de todo el suelo oceánico con una resolución de 5 kilómetros. Por debajo de esas dimensiones todos los relieves y accidentes orográficos submarinos permanecen ocultos, ya que el agua absorbe las ondas del radar. Para verlo con mayor detalle, es necesario recurrir al sonar (de mucho menor alcance) y a robots submarinos. Dentro de la inmensidad del océano, los fondos abisales son un ecosistema apenas explorado y, por tanto, el lugar del planeta más propicio para tropezarse con nuevas especies de gigantescas dimensiones. 

Miguel Barral

@migbarral

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