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18 diciembre 2019

La ciencia también vuelve a casa por Navidad (y cargada de regalos)

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Uno de los grandes retos de la sociedad actual es acercar la ciencia y hacerla más accesible a todo el mundo. Y la Navidad es una ocasión perfecta para contribuir a ello, eligiendo alguno de estos regalos científicos que os proponemos:

Los planetarios, un clásico que nunca falla

Convertir la habitación de un niño en un viaje de exploración espacial está hoy al alcance de cualquiera con los diversos modelos de planetarios portátiles y de uso casero que existen en el mercado.

Un viaje también en el tiempo ya que, en realidad, comenzó a gestarse en 1913. Oskar von Miller (el fundador del Deutsches Museum de Munich) acudió a la compañía óptica de Carl Zeiss con la revolucionaria idea de crear un instrumento que permitiese proyectar y reproducir el firmamento y el movimiento de los astros.

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Un modelo de planetario portátil. Crédito: SEGA

El sueño tuvo que aplazarse una década por la Primera Guerra Mundial, pero se hizo realidad en 1923.  Tras cuatro años de trabajo de los ingenieros de la compañía Zeiss — liderados por Walther Bauersfeld—, se efectuó la primera demostración del Modelo I de proyector en una cúpula de 16 metros de diámetro construida en el tejado de la fábrica y diseñada por el propio Bauersfeld.  Dos años después, el 7 de mayo de 1925, el Deustches Museum abría al público su planetario. Y desde entonces no se han dejado de fabricar modelos cada vez más evolucionados. También algunos más pequeños, destinados a fines didácticos (pero que no por ello pierden un ápice de su “magia”).

Ciencia de diseño

Para los amantes de la historia de la ciencia, las cuidadas reproducciones de los aparatos científicos que se exhiben en los museos serán un inolvidable regalo de Navidad.

Por ejemplo, un termómetro de Galileo, un exquisito instrumento inspirado en el principio descubierto por el físico italiano y que fue hecho realidad por sus discípulos de la Accademia del Cimento a finales del siglo XVII. Literalmente, está repleto de ciencia: un cilindro de cristal lleno de agua en la que están sumergidas una colección de esferas cristalinas con líquidos de colores y con un contrapeso a modo de chapa que indica una temperatura. Cada esfera presenta una flotabilidad ligeramente diferente que permite que unas floten y otras se hundan en función de la temperatura ambiente —y de la densidad del agua en el interior del tubo, que empieza a disminuir a partir de los 4 ºC, conforme asciende la temperatura.

Un termómetro Galileo. Crédito: Olivia Francis

Otras alternativas igualmente elegantes, vistosas e ilustrativas son el Péndulo de Newton, inventado en 1967 por el británico Simon Prebble y bautizado así por servir para demostrar de forma muy visual la Ley de la Conservación de la Energía del  genial físico. En esencia consiste en una alineación de 4 o 5 péndulos exactamente iguales y adyacentes entre sí. Al poner el primer péndulo en marcha —levantándolo y soltándolo—, este golpea a su vecino más inmediato de tal forma que la energía y la cantidad de movimiento viajan a través de los péndulos intermedios —que oscilan mínimamente— hasta provocar la activación del último, que coge impulso y en su retorno golpea a de nuevo al conjunto transmitiendo la energía en sentido opuesto. La demostración es completa si se levantan los dos o tres péndulos iniciales: el resultado es que oscilan conjuntamente los dos finales.

Y si al destinatario del regalo le va la decoración psicodélica o kitsch, la lámpara de lava es una gran opción.  Inventada por Edward Craven en 1963, su funcionamiento, de nuevo, se basa en cómo la densidad de diferentes sustancias varía con la temperatura.

Juegos de mesa para aprender de 0 a 99 años

Para aprender ciencia sin darse cuenta y de una manera lúdica y divertida, el regalo ideal es uno de los numerosos juegos de mesa que se inspiran en ella. Como Cytosis, cuyo escenario es el interior de una célula en la que los jugadores compiten por obtener recursos con los que posteriormente fabricar enzimas, hormonas o detoxificar la célula, armados con cartas que dan acceso a los diferentes orgánulos celulares.

En Cytosis el escenario es el interior de una célula. Crédito: Genius Games

Tampoco hay que olvidar los juegos en los que el objetivo es demostrar —y consolidar—conocimientos científicos. Como las ya clásicas cajas Brainbox, en sus modalidades sobre ciencia, inventos, matemáticas, animales o naturaleza. O el Timeline, un juego de cartas con barajas de distintas temáticas, que pone a prueba los conocimientos de los jugadores en materias como inventos, descubrimientos o ciencia.

Obsequios conmemorativos de grandes momentos de la ciencia

En 2019 se ha conmemorado el 500 aniversario de la primera circunvalación del planeta por Magallanes y Elcano y el 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Y por si no fuera suficiente, ha sido también el Año Internacional de la Tabla Periódica. Una buena excusa para hacer un obsequio dedicado a alguna de estas efemérides.

Una buena opción es una reproducción de una brújula clásica o un astrolabio como el que ya recomendamos en una edición anterior de esta guía. Pero si se quieren “matar dos pájaros de un tiro” y homenajear al mismo tiempo la navegación marítima y espacial, un sextante marino es la mejor elección. Este instrumento, sucesor de aquellos que fueron imprescindibles para la navegación en los siglos XVII y XVIII, fue también clave en una misión lunar.  El famoso “Houston, tenemos un problema” del Apolo 13 no acabó en desastre gracias, entre otras cosas,  a la destreza de uno de sus tripulantes (Jim Lovell) con el sextante. Y desde entonces, la NASA entrena a sus astronautas para saber manejarlo en el caso de que se produzca un colapso total de los sistemas de navegación de la nave.

El sextante ha sido muy importante en la navegación marítima y también fue clave en una misión lunar. Crédito: Needpix

Y para los fans de la Tabla Periódica, hay un sinfín de obsequios dedicados y decorados con misma: fundas para las gafas, fundas nórdicas, tazas, bolsas o tupperware, que aseguran un repaso periódico a esta herramienta básica de la ciencia inventada por Mendeleiev en 1869.

Cuando no se sabe que regalar… a ciencia cierta

Cuando no se sabe qué regalar, no hay mejor inspiración que visitar las tiendas online de museos de ciencia como el Science Museum londinense o el Exploratorium de San Francisco. Una garantía para encontrar obsequios científicos para todos los bolsillos y capaces de sorprender incluso a aquellos que ya tienen de (casi) todo.

Algunas alternativas originales son un cortador de pizzas-transportador de ángulos, que asegura que todas las porciones sean exactamente iguales y evita las disputas por hacerse con el trozo más grande. Si, por ejemplo, se quiere dividir la pizza en ocho porciones, basta con recurrir a la función transportador de ángulos para medir ángulos de 45º —dado que una circunferencia completa son 360º y 45 es el resultado de dividir 360 entre 8— y cortar a esa altura.

El cortador de pizzas-transportador de ángulos asegura que todas las porciones sean exactamente iguales. Crédito: Suck UK

Otra buena idea es un reloj matemático, para no perder el tiempo con las operaciones. En él, los números de la esfera han sido sustituidos por expresiones y ecuaciones equivalentes: desde simples divisiones, hasta raíces cuadradas, potencias, factorizaciones y operaciones combinadas.

Y siguiendo con las matemáticas, otra opción es regalar una calculadora científica “alternativa”: una calculadora ilustrada con la imagen de una mujer científica. Perfecta además para reivindicar el papel de la mujer en la ciencia y despertar y alentar vocaciones entre las más jóvenes.

Miguel Barral

@migbarral

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