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06 agosto 2019

Magallanes, Elcano y la complicada primera vuelta al mundo

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Un avión comercial tardaría hoy unas 50 horas en dar la vuelta completa a la circunferencia máxima de la Tierra, es decir, el Ecuador, que mide 40.000 kilómetros. Hace 500 años, sin embargo, poco se sabía de las dimensiones reales de nuestro Planeta. Aunque en la antigua Grecia ya se habían planteado que la Tierra era redonda e incluso habían estimado sus proporciones y Cristóbal Colón ya había puesto un pie en América Central, se desconocía la inmensidad del Océano Pacífico y ni siquiera se había explorado el cono sur del continente americano

El Tratado de Tordesillas de 1494 había dividido el mundo en dos zonas de exploración marítima y explotación comercial. Por una parte, la zona oeste, que incluía prácticamente la totalidad del continente americano, estaría reservada a los exploradores españoles mientras que la zona este, incluyendo la costa occidental de África y la vía hacia el océano Índico y Asia, a los portugueses. 

Por lo tanto, ante la imposibilidad de llegar a Asia por la ruta conocida hasta entonces, bordeando el continente africano, España estaba interesada en una ruta alternativa que les llevase hasta las Islas de las Especias, las actuales Islas Molucas.   

División del mundo según el Tratado de Tordesillas.

Es entonces cuando Fernando de Magallanes, un marino portugués que había pasado ocho años en la Armada Portuguesa en el Índico y conocía bien la zona, propuso una expedición para encontrar una ruta marina hacia Asia por el oeste. Tras ser rechazado por el rey de Portugal, que ya disponía de la ruta africana en exclusividad, el rey Carlos I de España le otorga el mando de la misión que sería pionera en la exploración del globo.  

El objetivo de Magallanes era meramente comercial: descubrir dicha ruta comercial haría que España tuviese su propia vía hasta las Islas de las Especias y, por tanto, acceso a la exploración de uno de los bienes más preciados de la época.  

Una misión “suicida”

El 10 de agosto de 1519 zarparon desde Sevilla cinco naos con 241 hombres a bordo provenientes de al menos 9 nacionalidades distintas. La convivencia entre los tripulantes y entre las naves no fue fácil desde un primer momento. El hecho de que el hombre al frente de la misión fuese portugués nunca gustó al resto de capitanes españoles de la expedición, que siempre sospecharon que pudiese traicionar a la corona española (cosa que nunca hizo).

Además, el carácter misterioso del viaje, que les iba a llevar a descubrir territorios que jamás habían pisado los europeos y a navegar mares nunca antes navegados por el hombre, hizo que gran parte de la tripulación fuese escéptica de las decisiones que se tomaban. Las condiciones de navegación, sin cartas ni mapas disponibles más allá del norte de Brasil y con condiciones de salubridad y seguridad muy escasas tampoco ayudaron a que los navegantes fuesen muy entusiastas respecto al éxito de la misión. 

Recreación pictórica de las cinco naves originales de la expedición: La Trinidad, La San Antonio, La Concepción, La Santiago y la Victoria.

Cuatro meses después de abandonar España, las naves llegaron a América y bordearon la costa hacia el sur, explorando cada posible salida hacia el Pacífico. Para cuando alcanzaron el extremo sur del continente, era ya marzo de 1520, pleno invierno en el hemisferio sur. Las provisiones comenzaban a escasear, los días eran cada vez más cortos y las temperaturas cada vez más bajas. Decidieron establecerse en la Bahía de San Julián, donde pasaron 7 meses hasta que retomaron el viaje. En estos siete meses la convivencia se enturbia todavía más y se produce un motín contra Magallanes, pero este consigue imponer orden. Además, en una exploración de avanzadilla, una de las naves encalla y naufraga en la costa.

Una ansiada ruta hacia el Pacífico

Fue el 21 de octubre de 1520 cuando se aproximaron al que hoy conocemos como Estrecho de Magallanes, un archipiélago laberíntico y complicado de navegar que bien podría haber supuesto un fracaso. Es allí donde una de las naves se declara en rebeldía y pone rumbo de vuelta a España, convencidos del fracaso de la expedición y frustrados con el exceso de autoridad de Magallanes. Cruzar los 530 kilómetros del estrecho supone un gran desafío, pero 38 días después, las tres únicas naves que quedaban desembocan en el Pacífico y ponen rumbo a Asia.

Por la ausencia de cartas de navegación y por el desconocimiento de la magnitud del globo, navegan prácticamente a ciegas. De hecho, las estimaciones con las que contaban subestimaban la inmensidad del Pacífico y llevaron a Magallanes a pensar que tardarían menos en llegar de lo que en realidad tardaron. Fue la etapa más dura del viaje: la falta de alimento hizo que se multiplicasen los casos de escorbuto y creciese la hambruna hasta el punto de que los tripulantes se comían el cuero que revestía el mástil y las ratas se convirtieron en alimento de lujo. El agua también se corrompió por la humedad de la madera de los barriles. Y así pasaron tres meses hasta que se toparon con la Isla de Guam y posteriormente, las Filipinas. 

Una muerte inesperada

En Filipinas se produce un hecho inesperado que cambiaría el curso de los acontecimientos: el capitán Magallanes, que había ostentado ese cargo con mano de hierro y confiaba en terminar con éxito su misión y volver a España, muere en combate por un exceso de confianza ante un ejército de indios que se negaron a someterse a los españoles en la isla de Mactán.

Tras la muerte de Magallanes, que se produjo antes de llegar al destino principal, las Islas Molucas, y la emboscada en forma de banquete que acabó con la vida de otros 30 tripulantes, la expedición abandona Filipinas con solamente 116 hombres, menos de la mitad de los que salieron de Sevilla. Al no ser suficientes para navegar en tres barcos, deciden deshacerse de la Concepción, que queman en la costa, y continuar con la Trinidad y la Victoria a las Molucas. 

Pintura del siglo XIX que muestra la muerte de Magallanes.

La capitanía general recayó entonces en Gonzalo Gómez de Espinosa, que también capitanea la Trinidad, mientras que la Victoria queda en manos del tripulante Juan Sebastián Elcano. Tras llegar a las Molucas y comerciar con especias, llegó el momento de poner rumbo de vuelta a España, pero la Trinidad sufrió una avería que impedía su navegación, por lo que la Victoria, con Elcano al frente, partió en solitario con el objetivo de ser la primera embarcación en dar la vuelta al planeta.

Un (también) accidentado final de viaje

Con una tripulación de 60 hombres, la misión de la Victoria no era sencilla, ya que debían regresar a España por la ruta portuguesa y por tanto corrían el riesgo de ser asaltados y detenidos por los portugueses por incumplir el tratado. Deciden entonces hacer el recorrido sin tocar tierra en ningún puerto, una decisión necesaria pero que puso en riesgo la expedición, ya que las condiciones se hicieron extremas. Las provisiones escasearon y la hambruna y el escorbuto costaron la vida a muchos de los tripulantes. 

Con el riesgo de no poder terminar la misión, decidieron parar en Cabo Verde, territorio portugués, para reponer provisiones, pero para ello tuvieron que engañar a los portugueses diciéndoles que venían de las Américas. El plan no salió del todo bien y las autoridades de las islas descubrieron el engaño y detuvieron a 13 hombres. Los que quedaban en la Victoria huyeron de Cabo Verde y pusieron rumbo a España, a donde llegaron el 6 de septiembre de 1522.

Itinerario del viaje seguido por Magallanes y Elcano. Fuente: Wikimedia.

De los 241 hombre que zarparon solo consiguieron llegar 18, que fueron recibidos en Sevilla por las autoridades y una muchedumbre que los vitoreaba. En la Victoria llegaron, además, 27 toneladas de clavo que fueron suficientes para sufragar el gasto de la expedición. Otros 12 hombre volvieron tras ser liberados de Cabo Verde y otros 5 supervivientes de la Trinidad acabarían volviendo a España años después. 

Un hito histórico con legado científico

La expedición Magallanes-Elcano no solo fue la primera en circunnavegar el globo sino que fue también pionera de otros muchos hitos históricos y científicos. Para empezar, confirmaron que la Tierra era redonda, aunque era algo que ya se daba por hecho por entonces, pero pudieron completar los mapas que se tenían de la Tierra en aquel momento y corroborar de primera mano la inmensidad del océano que separaba América de las Indias, del cual se desconocían sus dimensiones reales y al que pusieron nombre: el Pacífico.

También nombraron muchas de las tierras que se pisaron por primera vez en ese viaje, como Montevideo, Tierra del Fuego o Patagonia y se avistaron especies nunca antes vistas por los europeos, como el pingüino, la llama, la alpaca o el guanaco. Navegando por el Pacífico, fueron los primeros europeos en ver las dos galaxias que más tarde pasarían a llamarse Nubes de Magallanes.

El Pinguino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) debe su nombre al descubridor portugués. En un primer avistamiento fueron descritos como “extraños gansos” oscuros que nadaban cerca de la nave. Imagen: Pexels

La expedición logró abrir una nueva vía comercial de orden mundial y estableció las bases del comercio global por primera vez. La ruta del Estrecho de Magallanes fue utilizada para llegar hasta Asia por el Oeste hasta que en 1914 se inaugurase el Canal de Panamá.

Además, plantearon una cuestión a la que hasta entonces nadie había prestado atención. Al llegar a Cabo Verde, los portugueses les advirtieron de que era 10 de junio cuando, según sus propios cálculos, era día 9. Cayeron en la cuenta de que, al haber dado la vuelta al mundo en dirección contraria a la rotación del Sol, habían perdido un día. El asunto fue puesto en conocimiento del rey y del Papa varios siglos antes de que se acabase dividiendo el mundo en los actuales husos horarios.

Pablo García-Rubio

 

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