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08 octubre 2015

Internet no es la respuesta, sino la gran pregunta

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La fascinante transformación que Internet prometía para diferentes planos de la sociedad -política, cultura o economía- no ha conseguido embaucar a Andrew Keen. Escritor y emprendedor, Keen se mantiene firme y cuestiona el alcance de la revolución que Internet ha producido en realidad. ¿Son tan positivos y globales los cambios como esperábamos? ¿Se ha consolidado la red como el arma democratizadora definitiva? Escéptico y crítico, Keen es uno de los líderes de la revolución digital y el más rebelde de los gurús de Sillicon Valley.

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Andrew Keen / Créditos: Andrew Keen Productions © 2014

¿Es la Web 2.0 una utopía?

Internet parecía una apuesta segura para la economía y la cultura, con billones de usuarios que podrían beneficiarse de esa conexión global. Sin embargo, para Andrew Keen lejos de ser una fuerza democratizadora, Internet no ha hecho sino ampliar las desigualdades existentes.

El mundo más abierto e igualitario que prometía la red no es real. Keen sostiene que Internet no es el motor económico que habíamos pensado. La ecuación: a mayor número de usuarios, mayor beneficio para el conjunto de la sociedad, no es válida.  ¿Son los usuarios las víctimas, o los beneficiarios de la conexión global de Internet?

“No hay que entender la postura de Keen como la oposición a Internet, sino como su conciencia”

Así  se han referido a la postura del autor algunos críticos, tras leer su última obra “The Internet is not the answer” (Internet no es la respuesta). Un libro que debería leer todo aquel que, como mínimo, tiene una cuenta de correo electrónico y por ello, automáticamente forma parte de la inevitable transformación digital. ¿Qué podemos esperar de Internet?

Puedes descargar un capítulo gratis desde la página web del autor, pinchando aquí (únicamente disponible en inglés).

Los efectos de la “no-revolución”

En vez de aportar valor a la economía, cuanto más usamos Internet, más se devalúa. El autor sostiene que la red está haciendo que la brecha entre ricos y pobres sea más profunda. El “capitalismo de la economía conectada” nos está haciendo más pobres a casi todos. Frente a la potencial igualdad de oportunidades para competir en la economía global, el resultado de la industria de Internet ha sido la creación de inmensos monopolios que controlan el sector.

¿Y en la cultura? ¿Ha expandido la hiperconexión global nuestros horizontes? Por el contrario, el autor señala como paradoja la era del selfie, el narcisismo y el voyeurismo que vivimos. Keen nos empuja en su último libro a superar la fascinación inicial por las burbujas del ciberespacio y centrarnos en lo disfuncional del mundo que hemos creado con herramientas digitales: hay que reflexionar.

¿Qué está fallando en Internet? Esa es la gran pregunta. La respuesta no puede ser solo la falta de regulación gubernamental. Internet ha sido la revolución más disruptiva de la historia después de la industrial. Por ello, necesitamos un nuevo contrato social, con derechos y responsabilidades, para todos los miembros de la economía en red. Nos guste o no, Internet está transformando nuestra sociedad a una velocidad de vértigo. Y está claro que no todas las consecuencias son tan positivas como esperábamos.

Dory Gascueña para OpenMind

@dorygascu

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