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15 abril 2020

El hombre que descubrió que lavarse las manos salva vidas

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Hasta que la frenética carrera científica en curso logre desarrollar una vacuna para la COVID-19 —o medicamentos para combatir el nuevo coronavirus SARS-CoV-2— las principales armas con las que contamos para frenar la pandemia son básicamente las mismas que había en el siglo XIX: el distanciamiento social, el uso de las mascarillas y el lavado intensivo de manos. Esta última medida, quizás la única en la que coinciden ahora todos los gobiernos y autoridades sanitarias del mundo, fue una brillante idea de un médico húngaro al que la comunidad científica tomó por loco. Y que de hecho acabó muriendo en un manicomio, sin que su gran contribución fuera reconocida.

Esta es la triste historia de Ignaz Semmelweis (1 julio 1818 – 13 agosto 1865), nacido en el seno de una próspera familia de comerciantes en Buda, uno de los dos grandes barrios que forman hoy la ciudad de Budapest —la capital de Hungría, que entonces pertenecía al Imperio austríaco. En Viena, el centro de aquel poderoso imperio, Semmelweis se licenció en medicina en 1844 y luego se especializó en obstetricia. Comenzó a trabajar en 1846 en la Maternidad del Hospital General de Viena, y allí pronto fue consciente de un misterioso fenómeno, que se llevaba la vida de muchas madres tras dar a luz en una de las dos clínicas que dependían de esa Maternidad. En la Clínica Primera, aproximadamente un 10% de las parturientas fallecía por la llamada “fiebre del parto”, una tasa de mortalidad que era más del doble que en la Clínica Segunda. Y, más extraño aún, esa enfermedad mortal era menos frecuente entre las mujeres que parían en las calles de Viena: “Me parecía lógico que ellas enfermaran al menos con tanta frecuencia como las que daban a luz en la clínica. A las que lo hacían fuera, ¿qué las protegía de estas fatales y desconocidas influencias endémicas?”, anotó Semmelweis en sus investigaciones.

BBVA-OpenMind-Francisco Doménech-descubrió que lavarse las manos salva vidas-Semmelweis 1-Retrato de Ignaz Semmelweis en 1860. Autor: Jenő Doby
Retrato de Ignaz Semmelweis en 1860. Autor: Jenő Doby

Profundamente afectado, Ignaz Semmelweis comenzó a escarbar en busca de cualquier mínimo detalle que diferenciase ambas clínicas, desde condiciones de temperatura hasta prácticas religiosas. Pero no encontraba nada. Todo era igual, salvo el personal que atendía los partos: en la Primera Clínica eran médicos y estudiantes de medicina; y en la Segunda Clínica, donde morían muchas menos, eran las matronas y sus aprendices. ¿Qué era lo que hacían los médicos que perjudicaba a sus pacientes? Los procedimientos parecían ser los mismos.

Una trágica pista

La pista se la dio a Semmelweis la muerte de uno de sus colegas que trabajaba en la Primera Clínica, debido a una infección tras cortarse con un bisturí mientras realizaba allí una autopsia. La propia autopsia del cadáver de ese médico reveló similitudes con las de las fallecidas por fiebre del parto, y entonces Semmelweis lo vio claro: la diferencia era que los médicos diseccionaban cadáveres y luego, con esas mismas manos, iban a atender partos. En cambio, las matronas no participaban en autopsias ni tenían contacto con los cadáveres.

BBVA-OpenMind-Francisco Doménech-descubrió que lavarse las manos salva vidas-Semmelweis 2-Mortalidad mensual por fiebre puerperal en la Clínica Primera. Descenso marcado cuando Semmelweis prom el lavado de manos con hipoclorito en 1847. Fuente: Wikimedia Commons

Mortalidad mensual por fiebre puerperal en la Clínica Primera. Descenso marcado cuando Semmelweis promovió el lavado de manos con hipoclorito en 1847. Fuente: Wikimedia Commons

Así que Semmelweis instituyó en su Maternidad, durante el verano de 1847, la práctica de que para atender un parto había que lavarse primero  las manos con cal clorada, y especialmente si antes se había estado en contacto con un cadáver. La medida pronto se demostró muy efectiva. En pocos meses la tasa de mortalidad de la Primera Clínica cayó drásticamente hasta igualarse con la de la Segunda Clínica. Descenso marcado cuando Semmelweis promovió el lavado de manos con hipoclorito en 1847. Aquel éxito estimuló a Semmelweis, quien pretendió que su hospital instaurase oficialmente la medida de lavarse las manos, y esa revolucionaria propuesta lastró su carrera para siempre.

La lucha contra el ‘establishment’ científico

Su gran problema fue que no logró explicar su hipótesis. El “método Semmelweis” funcionaba pero no se apoyaba en ninguna teoría científica, en una época en que aún se desconocía que los microbios eran los que provocaban las enfermedades infecciosas. Entonces estas dolencias se atribuían a muchas causas independientes, únicas en cada caso. Solo por eso, sonaba tremendamente osado y radical que un joven médico se empeñara en defender que la causa era solo una: la suciedad; y que la limpieza intensiva era el remedio común para prevenir todos los casos de la fiebre del parto.

Aquello resultaba ridículo para las eminencias científicas de Viena, que ignoraron, rechazaron y ridiculizaron la gran idea de Semmelweis. Él, por su parte, insistía en que los médicos llevaban en sus manos unas invisibles “partículas cadavéricas”, que había que eliminar con la cal clorada (cuyo componente químico, hipoclorito cálcico, es el del “cloro” que usamos para desinfectar las piscinas). Le faltaba una explicación rigurosa y, por otro lado, muchos médicos se sintieron culpabilizados por la hipótesis de Semmelweis, quien cayó en desgracia en Viena y tuvo que regresar a Hungría en 1849.

La teoría que lo encumbró tras su muerte

En Pest siguió aplicando su método de higiene escrupulosa para evitar las muertes por fiebre del parto, con repetidos éxitos durante toda la década de 1850. Pero sus ideas tampoco fueron aceptadas allí y volvió a chocar con el establishment médico. A sus constantes disputas con rivales científicos, a los que llegó a llamar “asesinos irresponsables”, se sumaron episodios depresivos. Finalmente logró publicar sus investigaciones en un libro, Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre del parto (1861), como un nuevo intento de demostrar que el lavado de manos podía salvar muchas vidas.

BBVA-OpenMind-Francisco Doménech-descubrió que lavarse las manos salva vidas-Semmelweis 3Fotomicrografía de la 'Streptococcus pyogenes’, bacteria responsable de la mayoría de casos graves de la fiebre del parto. Crédito: PD-USGov-HHS-CDC
Fotomicrografía de la ‘Streptococcus pyogenes’, bacteria responsable de la mayoría de casos graves de la fiebre del parto. Crédito: PD-USGov-HHS-CDC

No está claro si fue esa infructuosa batalla, o una demencia prematura, lo que acabó haciendo que en 1865 sus familiares decidieran ingresarlo en un hospital para enfermos mentales, donde recibió tratamientos muy agresivos. Allí falleció solo dos semanas después de su internamiento, a la edad de 47 años, por una septicemia que se extendió por su cuerpo tras la infección de una herida.

En ese mismo año, Joseph Lister comenzó a aplicar los métodos de esterilización a la cirugía, que evitaron muchas muertes por infecciones contraídas durante operaciones. Lister lo hizo siguiendo las ideas de Louis Pasteur, que apuntaban a los gérmenes como causantes de esas infecciones. Y esa teoría fue confirmada en la década siguiente al triste final de Ignaz Semmelweis, explicando por fin por qué él tenía razón. Hoy está considerado uno de los grandes pioneros de las prácticas antisépticas; la Universidad de Medicina de Budapest lleva su nombre desde 1969, y también se denomina “efecto Semmelweis” al rechazo impulsivo a nuevos conocimientos que contradicen a las normas y creencias establecidas.

Francisco Doménech
@fucolin

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