El rítmico golpeteo de las olas del océano sugiere la existencia de una enorme reserva de energía sin explotar. A pesar del éxito de la humanidad en el aprovechamiento de la energía renovable del sol, el viento y los ríos, el sueño de la energía undimotriz ubicua sigue siendo difícil de alcanzar a pesar de décadas de investigación. Sin embargo, con el empeoramiento de la crisis climática y las crecientes tensiones geopolíticas en el Mar de China Meridional, ha resurgido el interés por esta fuente de energía sostenible, considerada un complemento de las energías solar y eólica. Exploramos las complejidades y el potencial de la energía de las olas y especulamos sobre si por fin está alcanzando la mayoría de edad.
Las olas oceánicas, generadas por el viento que sopla sobre la superficie del océano, son una de las mayores fuentes de energía aún por aprovechar del mundo (junto con la geotérmica profunda). Las estimaciones varían, pero el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático sitúa el potencial teórico anual mundial de la energía undimotriz en 29.500 TWh, superando el consumo humano combinado de electricidad. Sin embargo, hasta 2021, solo se había instalado medio gigavatio de energía undimotriz en todo el mundo.
Uno de los retos es el movimiento vertical de las olas, que exige un planteamiento distinto para generar energía. “Los vientos y las corrientes van en una dirección. Es muy fácil hacer girar una turbina o un molino cuando el movimiento es lineal. Las olas no son lineales, son oscilantes, así que lo que tenemos que hacer es ser capaces de convertir esta energía oscilatoria en algún tipo de forma capturable”, explica Burke Hales, profesor de oceanografía de la Universidad Estatal de Oregón y científico jefe de PacWave. Y no sólo es importante la altura de las olas, sino también su periodo —el tiempo entre crestas—, lo que complica el problema de la optimización.
El problema de encontrar una solución única
Desde 1799, los innovadores han ideado métodos para aprovechar la energía de las olas, lo que ha dado lugar a más de 1.000 diseños diferentes de convertidores de energía undimotriz. Entre ellos figuran los absorbedores puntuales, que recogen la energía del movimiento ascendente y descendente de las boyas ancladas; los atenuadores de superficie, que se asemejan a una colosal serpiente de mar segmentada flotando en la superficie, cuyos segmentos flexibles accionan bombas hidráulicas para generar electricidad; las columnas de agua oscilantes, que utilizan la acción de las olas para presurizar el aire atrapado y accionar turbinas; y los convertidores de oleaje oscilante, que emplean aletas ancladas en el fondo marino para generar electricidad mediante el movimiento de balanceo.
Pese a la plétora de inventos para aprovechar la energía de las olas, los científicos aún no han dado con el diseño óptimo que pueda funcionar eficazmente en una amplia gama de climas y resistir fuertes tormentas. Más que una solución única, es posible que resulten adecuados distintos dispositivos en función de las condiciones locales o de la profundidad del agua donde se desplieguen. El principal obstáculo que hay que superar es el coste. Como señala el profesor Hales, “el océano es un entorno difícil para trabajar y construir infraestructuras. Se mueve, a veces violentamente. Y es corrosivo”. El coste de diseñar y construir tecnología de energía undimotriz, mantener la maquinaria y proteger los equipos de la corrosión del agua de mar ha provocado una importante diferencia de costes entre la energía undimotriz y otros sistemas de energías renovables.
Por ahora, la energía de las olas sólo puede competir en los lugares más remotos, donde el precio de fuentes de energía alternativas como el gasóleo es prohibitivo. Este parece ser el caso con el reciente lanzamiento del primer dispositivo flotante de generación de energía de las olas a escala de megavatios desarrollado independientemente en China, “Nankun”, en junio de 2023. Con un peso de 6.000 toneladas, el dispositivo es capaz de generar hasta 24 megavatios-hora de electricidad al día, lo que equivale a suministrar energía a 3.500 hogares. Según Stephen Chen, redactor de noticias científicas del South China Morning Post, la razón estratégica de esta empresa es suministrar energía de reserva a las estaciones de radar militares situadas en las remotas islas artificiales que China ha ido construyendo en el Mar de China Meridional en medio de disputas territoriales con sus vecinos. El transporte de combustibles fósiles a estas islas aisladas es costoso y lento, además de vulnerable al mal tiempo o a las tensiones geopolíticas. Y las fuentes de energía renovables convencionales no son adecuadas para estas diminutas islas artificiales, informa Chen.
Dejando a un lado las posibles motivaciones militares detrás de la tecnología de energía de las olas flotantes de China, el hecho de que esta potencia mundial esté dando prioridad a la investigación y la inversión en energía de las olas es un importante paso adelante para un campo de investigación que durante mucho tiempo se ha visto obstaculizado por un progreso lento. Vale la pena recordar que innovaciones clave como el GPS e Internet surgieron de la financiación militar estadounidense durante la Guerra Fría, lo que pone de relieve el potencial transformador del progreso tecnológico impulsado por el ejército. Aunque la eficacia de esta central flotante, cuyo tamaño representa un gran avance, sigue siendo incierta, la perspectiva de una ampliación y una reducción de costes continuas, a imagen de los éxitos de China con los paneles solares y los parques eólicos, apunta a un futuro en el que dispositivos flotantes de energía undimotriz como éste podrían algún día suministrar energía a las redes terrestres de forma competitiva.
Pero, independientemente de quién descifre finalmente el código de la energía undimotriz asequible, será una buena noticia para quienes trabajan para transformar los sistemas energéticos del mundo hacia un modelo más sostenible.
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