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22 febrero 2024

El dilema del coche autónomo, el tranvía y la central nuclear

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En el escenario actual y con la proyección prevista, todo apunta a que los vehículos totalmente autónomos —vehículos con piloto automático capaces de conducir sin necesidad de ninguna asistencia humana—ocupen un nicho cada vez más importante en el transporte global a mediados de este siglo. En gran medida, debido a su mayor sostenibilidad ambiental, reflejada en una menor huella de carbono que los vehículos convencionales. Primero, porque se prevé que los vehículos autónomos sean totalmente eléctricos, teniendo en cuenta el papel capital de los componentes electrónicos en su funcionamiento. Pero, además, porque los vehículos autónomos conducen de forma más suave o progresiva que muchos humanos—minimizando frenazos y acelerones—lo que se traduce en una mayor eficiencia energética y menor consumo. De hecho, y según una estimación del Departamento de Energía de Estados Unidos, la conducción suave característica de los vehículos autónomos reduce el consumo energético en un 15-20% frente a la conducción humana.

A mayores, un vehículo autónomo—gracias a la permanente información que recibe de otros ordenadores— puede escoger la mejor ruta que implique un menor consumo, e interactuar con el resto de vehículos autónomos para avanzar en formación con una distancia mínima de seguridad— conocido en inglés platooning y, así, aprovechar el efecto aspiración, que reduce la resistencia que ofrece el vehículo y, con ello, su consumo energético. De hecho, se ha calculado que este efecto podría reducir el consumo entre un 3% y un 25%.

Juego 1

Este juego presenta tres vehículos de características diferentes que parten del mismo lugar con el mismo destino, pero siguiendo tres rutas alternativas que implican cubrir distintas distancias.

 

Montar en el coche y olvidarse del estrés

Más allá de su sostenibilidad, otra de las grandes ventajas que prometen los vehículos autónomos es que disminuyen el nivel de estrés y aumentan el confort y la comodidad del usuario en el trayecto, tal y como se desprende de encuestas efectuadas sobre conductores de vehículos semiautomáticos—en los que se ceden el control parcial del vehículo—. Aunque, paradójicamente, esto puede llegar a ser contraproducente para el medioambiente, ya que esas mismas encuestas han constatado que este mayor confort se traduce, también, en un mayor número de desplazamientos y, por ende, de huella de carbono. Una consulta efectuada en 2021 concluyó que los usuarios de coches semiautomáticos recorrieron en promedio 8.000 km más que los conductores de vehículos convencionales en un año.

Juego 2

 

Una cuestión de confianza

Para alcanzar este escenario de un tráfico protagonizado por vehículos autónomos, es necesario que estos superen las limitaciones que aún presentan a día de hoy, fundamentalmente de índole económica —deben ser accesibles para la mayoría de los usuarios— así como sociales y morales. Esto es, deben proporcionar un grado de confianza tal en el usuario que éste esté dispuesto a ceder el control total de la conducción, y depender así de la máquina. 

Es relativamente fácil programar un vehículo autónomo para que conduzca mejor que un humano en unas condiciones ideales de tráfico fluido y rodeado de otros vehículos autónomos con los que puede comunicarse. Pero, ¿cómo reaccionará enfrentado a las situaciones imprevistas y de emergencia que, inevitablemente, surgirán en el caso de un tráfico mixto? Por ejemplo , compartiendo vía con conductores humanos imprevisibles, ciclistas, patinetes eléctricos y peatones acostumbrados a saltarse semáforos, y a cruzar por cualquier sitio, además de hacerlo mirando el móvil. ¿Podemos confiar en que, en estas situaciones límite, los vehículos autónomos tomarán la mejor decisión desde la perspectiva y la ética humana?

BBVA-OpenMind-Barral-dilema coche autonomo-tranvia-central nuclear_1 Para entrenar a las IAs para una toma de decisiones ajustada a nuestra moral, se desarrollan programas basados en la recopilación masiva de decisiones humanas enfrentadas a escenarios anómalos durante la conducción real. Crédito: Kinwun/Getty Images.
Para entrenar a las IAs para una toma de decisiones ajustada a nuestra moral, se desarrollan programas basados en la recopilación masiva de decisiones humanas enfrentadas a escenarios anómalos durante la conducción real. Crédito: Kinwun/Getty Images.

Con el objetivo de diseñar y entrenar a las IAs para una toma de decisiones que se ajuste a nuestra moral, en los últimos tiempos se han desarrollado diversos programas y experimentos basados en la recopilación masiva de decisiones humanas enfrentadas a escenarios y situaciones anómalas y/o límite que pueden llegar a darse durante la conducción real. En esta línea, una de las iniciativas más sonadas es el Moral Machine Experiment, un estudio basado en el clásico dilema del tranvía, un experimento mental que plantea esta situación: “Imagina un tranvía desbocado y sin frenos que se dirige hacia cinco trabajadores que están en la vía. No puedes avisarles y tampoco puedes parar el tren, pero sí puedes accionar una palanca que lo desviará hacia otra vía. Allí hay otro trabajador, pero está solo. ¿Debes apretar la palanca?”

No obstante, tal y como sugieren muchos expertos, el dilema del tranvía y sus variaciones, no plantea un escenario real o, al menos, plausible con el que el jugador se sienta realmente implicado, por lo que sus respuestas tampoco lo son. Por ello, no es suficiente para definir un código moral de conducción humana. Hace falta hilar más fino.

Llegados a este punto y, teniendo en cuenta que, como se explicó al principio, una de las principales ventajas de los vehículos autónomos es su sostenibilidad ambiental, surge la cuestión de si, a la hora de crear una ética de conducción para los vehículos autónomos, es conveniente incorporar también el factor medioambiental. Expresado de un modo más explícito, ¿cómo debería reaccionar un vehículo autónomo enfrentado a un dilema en el que haya un potencial daño grave para el medioambiente?

Juego 3: Definiendo una moral medioambientalmente humana

Para comenzar a responder a esta cuestión, se plantea un juego abierto —lo que significa que no hay una solución única o correcta— en el que se presentan un díptico de dilemas de esta naturaleza, con un vehículo autónomo enfrentado a tres situaciones límite, y en el que el lector debe tomar la, a su juicio, mejor o menos mala solución:

Miguel Barral

Crédito imagen principal: Gremlin/Getty Images.

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