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30 enero 2015

La tecnología que viene en 2015: un análisis realista (II)

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En la primera parte de este análisis, la ‘Ventana al conocimiento’ examinó los gadgets por los que la mayoría de los fabricantes apuestan en este comienzo de 2015: los wearables, en forma de pulsera o reloj inteligente, que hasta ahora no han conseguido enganchar al consumidor. Con un enfoque realista, intentamos distinguir lo espectacular y futurista de lo innovador y que aporta utilidad al gran público. Por eso dejamos a un lado pantallas que se doblan o tazas inteligentes que que reconoce el líquido que contienen. Y con ese mismo espíritu, abordamos en esta segunda parte una serie de tecnologías “más de fondo”, también llamadas a marcar tendencia en 2015.

Internet de las cosas llega a las casas

Todo buen gurú tecnológico, toda consultora que analiza el sector maneja un término recurrente para referirse al futuro a corto plazo: el “Internet de las cosas”. Smartphones y tablets iniciaron una revolución que multiplica una y otra vez el número de dispositivos conectados a la red de redes. Las predicciones se acercan ya a los 50.000 millones de “cosas” conectadas a Internet en 2020, 25 veces más que en el arranque del siglo XXI.

En ese escenario tecnológico de 2020 el coche, la lavadora y por supuesto, los wearables, estarían online, al igual que multitud de sensores repartidos por la casa. Estarían interconectados entre sí y con el teléfono móvil, que haría de centro de control. Sería el renacer de la domótica. Tanto Apple como Samsung han lanzado plataformas para que todo tipo de aparatos domésticos se comuniquen con sus móviles. Ya nos imaginamos la casa inteligente. Sin llaves ni interruptores, con luces que se encienden y puertas que se abren a nuestro paso.

Los termostatos inteligentes son el primer gran ejemplo del Internet de las cosas (Nest)

Pero entre todas esas ideas, que parecen salidas de “Regreso al Futuro II” o “Los Supersónicos”, se han colado en muchas casas los termostatos inteligentes. Liderados por Nest, una startup comprada hace un año por Google, estos dispositivos no sólo se controlan desde el teléfono, no sólo encienden la calefacción o el aire acondicionado cuando detectan que nos acercamos a casa. La clave está en que aprenden de nuestros hábitos, recopilando datos de multitud de sensores domésticos, procesándolos y tomando sus decisiones mediante inteligencia artificial. Estos termostatos son el primer gran ejemplo del Internet de las cosas y sus posibilidades: esas “cosas”, más que ser automáticas y fáciles de programar, es que ya no hay que programarlas, porque aprenden y se ajustan solas.

El Big Data, ¿monstruo o amigo?

La cara amable de esta nueva era del procesamiento de datos la ven los usuarios de los termostatos inteligentes, que han logrado reducir su gasto en calefacción. Los fabricantes prometen ahorros de hasta el 30% en la factura. Las compañías eléctricas están empezando a vender esos termostatos a sus clientes. Y algunas van más allá. Ofrecen a los usuarios del termostato Nest descuentos en su tarifa si dejan que la compañía eléctrica pueda apagar a distancia el aire acondicionado de sus casas durante las horas puntas de consumo, para evitar las sobrecargas veraniegas en la red.

Una aplicación del Big Data son las redes eléctricas inteligentes (Infinean)

Esto puede verse de dos maneras. Que procesar y compartir los datos logra una mayor eficiencia energética en cada casa y también de manera colectiva, en el ciudades o regiones enteras. O los usuarios pueden pensar que están cediendo sus datos y parte del control a una empresa, y que eso es un arma de doble filo. La era del Big Data despierta nuevas preocupaciones por la privacidad y por el poder que puede acumular quien se apropie de todos esos datos y sepa utilizarlos en beneficio propio.

La salud es lo primero

En un sector que mueve tanto dinero como el de la salud, el disponer de los datos de actividad física, pulsaciones, horas de sueño, consumo de calorías, etc. de millones de usuarios tiene un valor incalculable. Y ahí la legislación tendrá que adaptarse rápidamente para evitar abusos de poder y para permitir el uso de esos datos en beneficio de la salud de la población general.

Los wearables más sofisticados miden parámetros médicos (iHealth)

Y es que, dándole de nuevo la vuelta, un usuario de pulsera inteligente que monitoriza su actividad también puede pensar que tiene más utilidad “donar” a la ciencia esos datos, muchos de los cuales uno mismo es incapaz de procesar.

A finales de 2014 Apple lanzó un nuevo sistema para que los iPhone recojan y almacenen los datos relacionados con la salud, medidos con los sensores de los propios móviles y de aparatos externos, de sofisticados wearables con aplicaciones médicas. Compañías como WebMD ya han lanzado sus propios servicios, basados en esta tecnología, para monitorizar de manera más precisa la salud de los pacientes. Así que en 2015 conoceremos los primeros frutos de esas experiencias piloto. Si el resultado es que se salvan vidas y se van conociendo mejor algunas dolencias, finalmente habrá un buen motivo para calificar a 2015 como el año de los wearables.

Ventana al Conocimiento

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