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01 febrero 2017

Esta revolución será exponencial (por ley)

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Para celebrar su 35 aniversario la revista Electronics preguntó a un grupo de expertos sobre su visión del futuro. Entre ellos había un experto en circuitos integrados (chips). Corría el año 1965 y el autor de una de las observaciones que entonces se publicaron y que hoy mantiene su vigencia era Gordon Moore. El que se fuera co-fundador de la empresa Intel® (1968) adelantaba la relevancia de los circuitos integrados para la economía mundial. Explicaba en su texto cómo cada año se duplicaba el número de transistores en un procesador, lo que se a su vez se traducía en una progresiva reducción de los costes. Años después aumentó el periodo temporal a dos años.

Imagen: Gordon Moore

“Los circuitos integrados conducirán a creaciones maravillosas como los ordenadores personales, control automático para vehículos o equipos de comunicación personales portátiles”, afirmaba entonces un Gordon Moore de 34 años. Quizás Moore había descubierto por aquel entonces los viajes en el tiempo, porque claramente estaba describiendo el escenario que vivimos en la actualidad: la proliferación de ordenadores portátiles, vehículos automáticos y smartphones y wearables cada vez más accesibles (más baratos) y cada vez más rápidamente obsoletos.

Quizás Moore no viajó al futuro, pero sí aventuró a qué ritmo nos acercaríamos a él, al menos en términos de tecnología informática.

La predicción que hizo entonces pasó a conocerse como “La Ley de Moore” (no es una ley matemática, sino más bien una predicción con un valor numérico de referencia) y ha servido de referencia en el sector de la tecnología a la hora de analizar y pronosticar el crecimiento y evolución de determinados sectores.

Por qué mi futuro es exponencial

A partir de la publicación de aquel artículo, la palabra exponencial ha quedado ligada inevitablemente al mundo de la tecnología. Los avances científicos y tecnológicos han mantenido un ritmo que permite aplicar el objetivo exponencial al desarrollo de todas las industrias que tienen que ver más o menos directamente con la informática. Cada vez se avanza más rápido y a menor coste en términos de innovación tecnológica, lo que implica a su vez que el impacto y las repercusiones sociales de esos avances también son exponenciales. Desde el nacimiento del primer ordenador, en apenas unas décadas de historia, el ser humano ha pasado de soñar con las computadoras que Moore describía en los 60 a pensar en la computación cuántica y las redes neuronales, los robots blandos, el internet de las cosas o la modificación genética como algo factible a corto-medio plazo.

Borrador del cuaderno de Moore en 1964 “costes vs tiempo” / Crédito: Fairchild Camera & Instrument Corporation

Las oportunidades, los retos, los riesgos y las amenazas se vuelven también exponenciales y al futuro al que nos enfrentaremos hay que empezar a mirarlo como algo muy diferente a nuestra realidad actual. La capacidad transformadora de la tecnología actual (y no digamos de la que está por venir) es ya impredecible. Solo podemos aventurarnos a imaginar. Estamos viviendo el inicio de una revolución que hará que el siglo XXI sea el más distinto de todos los siglos de la historia de nuestra existencia. Pero, antes de dar el pistoletazo de salida conviene analizar, si no la dirección, al menos el rumbo del viaje en el que nos embarcamos. ¿A qué riesgos nos enfrentaremos en las próximas décadas? ¿Qué podemos esperar de la “nueva especie humana” que convivirá en una simbiosis prácticamente imperceptible con la tecnología?

Una guía para entender qué podemos esperar del futuro

En el libro “El próximo paso: la vida exponencial”, 20 autores analizan las implicaciones que las tecnologías exponenciales tendrán en determinadas áreas de conocimiento (biología, finanzas, inteligencia artificial, artes, genética…) y que a su vez se convertirán en los motores de cambio de la especie humana y tendrán consecuencias sociales, medioambientales, políticas y ontológicas.

Mejorar la memoria de los seres humanos, ampliar los procesos cognitivos, la longitud de sus vidas, sus capacidades físicas… ¿Dónde quedan el arte o los medios de comunicación en ese escenario? ¿Tendremos que renovar el contrato social para incluir a los robots y a las futuras inteligencias artificiales? Aunque sea imposible contestar a estas preguntas a ciencia cierta, este libro aporta ideas para responder a una cuestión de fondo mucho más relevante a corto plazo: ¿qué podemos hacer para que efectivamente ese desarrollo tecnológico esté orientado a las mejoras reales de las condiciones de vida de las personas?

Dory Gascueña para OpenMind

@dorygascu

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